Super doctor interestelar - Capítulo 90

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Al día siguiente, Xiào Mu recibió el traje que Hawke le compró. Hawke le recordó dos veces que se lo probara; si no le quedaba, aún habría tiempo para ajustar las medidas. Xiào Mu aprovechó antes de su siesta vespertina para probárselo. De pie frente al espejo de cuerpo entero, miró a la persona elegante y atractiva reflejada. Ajustó el cuello y, en secreto, elogió el buen ojo de Hawke: el traje azul pavo real con forro negro hacía que su piel clara se viera aún más blanca. Le ceñía la cintura y le alargaba las piernas; parecía un joven noble.

Se oyó un sonido suave en la puerta. Xiào Mu volteó y vio a Leo en el umbral, mirándolo fijamente. Xiào Mu preguntó, sorprendido:

—¿Por qué volviste a esta hora? ¿Ya comiste?

Leo se acercó y lo abrazó. Mirando su pose íntima en el espejo, dijo:

—Sí, ya almorcé. Cambié mi clase de la tarde con otro profesor por la mañana. Luego fui al Departamento Militar y regresé.

Leo había reanudado sus clases en la Academia Militar esa mañana y todavía tenía otra por la tarde. Por eso, originalmente había dicho que no volvería al mediodía.

De pronto, Xiào Mu preguntó:

—¿Fuiste al cuartel por Yóu Mò y por Mitte?

Leo asintió:

—Lo de Mitte es especial. Se quedará en la Zona A en observación un tiempo antes de proceder con su castigo. En cuanto a Yóu Mò, todavía hay mucho que investigar. Como dueño de Forest Interstellar Trading, tiene varias empresas bajo su control y estamos revisando al personal interno.

—Sí, sin duda necesitó recursos para hacer esas investigaciones, y solo no podía.

—En —respondió Leo—. Es imposible que en una base solo haya un investigador. En el Departamento Militar preocupa que tenga cómplices escondidos en su empresa. Tienes que tener cuidado cuando yo no esté.

Xiào Mu frunció el ceño. No le gustaba que alguien lo siguiera todo el tiempo. Leo le acarició la ceja:

—No quiero que te pase nada.

Xiào Mu frunció los labios:

—Aunque haya cómplices, no voy a ser la única persona a la que quieran atacar. Solo te preocupa porque soy muy débil.

Leo dijo:

—Eres la única persona que me importa. Aunque tu fuerza fuera nivel S, igual me preocuparía.

Xiào Mu suspiró:

—Hasta que tenga capacidad suficiente de protegerme, aceptaré la protección como dices. Pero en cuanto la tenga, rechazaré llevar escolta. —Y, antes de que Leo hablara, añadió—: Tú tampoco vas con escolta todo el tiempo, ¿o sí?

Leo miró el rostro decidido de Xiào Mu. Pensando en su resistencia actual, le pareció que faltaba bastante para que alcanzara ese nivel de autoprotección. No quería que se sintiera mal, así que asintió:

—Está bien.

Xiào Mu apartó la mano de Leo:

—Voy a dormir una siesta. Cuando despierte, haré ejercicio. De ahora en adelante, además de mañana y noche, también entrenaré una vez al mediodía.

Leo lo alzó y lo dejó en la cama:

—Yo te acompaño.

—No —Xiào Mu le empujó el hombro para evitar que se le echara encima—. Este traje es para la boda de Hawke. No lo vayas a arrugar. Ándale, déjame cambiármelo.

Leo lo miró con ojos profundos y deslizó la mano hasta el borde del cuello del traje:

—¿Quieres quitártelo? Déjame ayudarte.

Al oír la voz un poco ronca de Leo, Xiào Mu entendió enseguida qué pasaba por su mente y le dio una patadita:

—¡No empieces! ¡Todavía me duele la cintura!

Leo se dio la vuelta y se tumbó a su lado. Xiào Mu se incorporó rápido y, con cuidado, se quitó el traje antes de colgarlo en el clóset. Al cambiarse la camisa, lo pensó un momento, tomó ropa limpia y se fue al baño.

Leo se quedó viendo la puerta y suspiró: qué lástima. Cuando Xiào Mu salió, Leo no hizo travesuras; solo lo atrajo a sus brazos y lo dejó dormir la siesta abrazado.

En los días siguientes, Xiào Mu podía escuchar todos los días los avances de la investigación de Yóu Mò por parte de Leo. La conclusión aparente era que todo estaba “normal”. La empresa de Yóu Mò era de comercio y tenía una de logística adjunta; por eso, era razonable que sus empleados viajaran a varios planetas. Tenían documentación completa cada vez que despachaban mercancía y no había nada fuera de lugar. Pero justamente porque todo era demasiado normal, resultaba sospechoso. Leo pensó que el problema estaba en la empresa de logística y ordenó vigilancia estrecha. Como no había pruebas concluyentes, no podían arrestar a nadie.

No eran como Yóu Mò. Él apareció en persona frente a Merry creyendo que Merry iba a morir y, sin querer, dejó pistas. Desde que lo arrestaron, los planetas habían vuelto a la calma. Casi todos respiraron aliviados, convencidos de que el asunto estaba resuelto, y el ambiente se relajó. Los subordinados de Leo observaron la empresa de logística durante varios días sin hallar nada, así que Leo decidió interrogar a Yóu Mò.

A Xiào Mu le preocupaba que Yóu Mò intentara control mental con Leo y se empeñó en acompañarlo. Su razón era simple: solo él podía anular ese control. Leo aceptó.

El semblante de Yóu Mò no era bueno. La verdad de lo ocurrido años atrás —lo que Merry le contó— había sido un golpe enorme. Su habitual sonrisa elegante había desaparecido; se veía sombrío.

—¿Y ahora qué? —miró a la pareja con frialdad—. ¿Quieren que les dé soporte técnico o qué?

Leo preguntó sin rodeos:

—Después de evacuar el Planeta Lu, ¿a dónde fueron tus cómplices?

—¿Crees que te lo diré? —alzó una ceja Yóu Mò.

Leo se burló:

—Así que sí hay cómplices. No te estaba preguntando: solo quería que me lo confirmaras.

Al oírlo, Yóu Mò rechinó los dientes y lo fulminó con la mirada:

—¿Y qué si tengo cómplices? Si pudieran encontrarlos, no estarías aquí parado.

Se echó a reír y miró a ambos.

—Ustedes, centinelas y guías, no deberían existir.

Aunque ya conocía la verdad de aquel entonces, Yóu Mò no consideraba que sus actos fueran erróneos. Reflexionó y concluyó que el fallo real era la identidad. Si Merry no fuera guía y fuera una persona común, ¿cómo a Hao Mian se le ocurriría pedirle ayuda? Su relación con Hao Mian habría sido natural y no habrían surgido tantos problemas.

Yóu Mò no pudo reprimir la mueca de desprecio. Como los centinelas necesitan guías y ansían una pareja guía, lo mejor sería encerrarlos juntos. Los centinelas son libres de ir a donde quieran, así que es inevitable que surjan sentimientos con gente común; pero siempre terminan heridos los comunes cuando el centinela encuentra a una guía compatible y se va. Yóu Mò no podía agrupar a todos, pero creía que su plan anterior era correcto: si todos esos centinelas y guías mueren, ya no podrán herir a la gente común. Si en el mundo solo hubiera personas ordinarias, esas heridas ridículas (por identidad) no pasarían y no existiría trato desigual.

Leo le dio una mirada de soslayo:

—Los que no deberían existir son tipos como tú. Eres un desperdicio de comida.

No dijo más y se llevó a Xiào Mu fuera de la celda. Solo había ido a confirmar su hipótesis. Al salir, ordenó vigilar de cerca la empresa de logística y mantener una guardia estricta sobre Yóu Mò.

Ya en la aeronave de regreso, Xiào Mu comentó:

—Los compañeros de Yóu Mò definitivamente tomarán en cuenta la investigación rigurosa del ejército. Me temo que, por ahora, no se moverán.

Leo resopló, sin darle demasiada importancia. En su rostro duro asomó su habitual confianza:

—O se quedan quietos toda la vida, porque en cuanto se atrevan a delinquir, los atrapamos.

Xiào Mu lo miró y sonrió. Leo siempre fue tan seguro y tajante. Parecía que solo se ponía nervioso o dudaba cuando se trataba de él o de asuntos sobre sus padres.

Justo cuando Xiào Mu pensaba en eso, a Leo le entró una llamada. Contestó y su expresión cambió al instante: sorpresa… y nervios. Cuando colgó, Xiào Mu preguntó de inmediato:

—¿Qué pasó?

—Llegaron noticias del planeta rocoso —respondió Leo en voz grave—: se estableció con éxito un nuevo punto de transición. A partir de hoy, los expertos investigarán todos los planetas a los que se pueda llegar desde ese planeta.

A Xiào Mu se le iluminaron los ojos:

—¿Entonces pronto habrá resultados?

Leo asintió:

—Sí —sus manos, apoyadas en las rodillas, se cerraron en puños; parecía un poco aturdido.

Percibiendo la fluctuación emocional, Xiào Mu le tomó la mano, entrelazó los dedos y sonrió:

—Esperaré las noticias contigo.

Leo lo abrazó. La diferencia de estatura entre los dos era grande, así que Xiào Mu quedó casi por completo envuelto por él. Con la barbilla apoyada en su hombro, Leo murmuró:

—Es bueno tenerte conmigo… Yo… —hizo una pausa; rara vez dudaba— me da miedo oír malas noticias. Siempre he creído que están vivos, pero ahora que voy a recibir información, empecé a preocuparme.

Xiào Mu le acarició la mejilla con voz suave:

—Pase lo que pase, aquí estoy. El mariscal y el teniente general Louis también están.

Leo inclinó la cabeza y escondió el rostro en su cuello. Al cabo de un rato, la levantó. Ya se había recompuesto, y su tono volvió a ser firme:

—Deben de estar vivos.

En los días siguientes no hubo novedades desde el planeta rocoso. Desde aquella tarde en que mostró su fragilidad, Leo se había mantenido muy sereno. En cambio, Xiào Mu se preocupaba, pero no quería afectarlo y no lo demostraba.

La boda de Hawke sería en una semana. La familia Huo y la familia Brooke de Lyle eran ambas muy conocidas en el Imperio: la primera por su riqueza y la segunda por su poder. La boda atrajo la atención de todo el Imperio. Aunque el tiempo de preparación no fue largo, no se escatimó en ningún proceso. Por eso, Xiào Mu, como padrino, también se ocupó bastante: debía acompañar a Hawke para entender el flujo de la ceremonia y saber qué hacer y cuándo. Recorrieron varias veces el lugar del evento.

De vuelta en el departamento, Xiào Mu se dejó caer en el sofá y, tras vaciar un vaso de jugo, por fin se sintió aliviado. Leo frunció el ceño al entrar y verlo así:

—¿Tan cansado?

Xiào Mu asintió y frunció la boca:

—¿A esto le llaman preparativos de boda? Yo diría que es una campaña para disuadir a la gente de casarse.

De verdad admiraba la energía de Hawke: sabía que él estaba más cansado que Xiào Mu y aun así no se le notaba. Pero, pensando en su nivel de fuerza física, a Xiào Mu no le quedó más que suspirar.

El gesto de Leo cambió ligeramente y dijo con seriedad:

—No vayas mañana.

—No, aún falta confirmar el flujo final.

Leo le tomó la mano y lo miró desde arriba:

—Está bien, ve. Pero no se te ocurra pensar en no casarte. Aceptaste mi propuesta.

Divertido, Xiào Mu respondió:

—No te preocupes, lo dije al aire. Pero… —se puso serio— espero que lo nuestro sea sencillo y sin tanta complicación.

—Me temo que eso no lo decidimos nosotros —dijo Leo—. El abuelo y el “otro abuelo” no van a estar de acuerdo.

A Xiào Mu se le vino a la mente la escena de su primer encuentro con Ren. En ese momento, Ren estaba ansioso por conseguirle nuera a su nieto; seguramente no aprobaría una ceremonia simple. Xiào Mu se dejó caer desanimado sobre Leo:

—Por fortuna, es solo una vez en la vida. ¡Ni modo!

Una sonrisa le cruzó los ojos a Leo. ¿“Solo una vez en la vida”? Le gustó cómo sonaba. Bajó la cabeza para besarlo, pero su terminal vibró. Frunció el ceño y contestó. La voz al otro lado estaba tan exaltada que incluso Xiào Mu escuchó con claridad:

—¡Mayor General Leo, hay noticias sobre el teniente Reacher!

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