Super doctor interestelar - Capítulo 27
Leo parecía algo incómodo, aunque no se notaba bajo la tenue luz de la noche. Lanzó una mirada a Xiào Mu y dijo con seriedad:
—No te emociones, solo no me gusta desperdiciar comida.
¿En serio? Xiào Mu contuvo una sonrisa. No le creía ni un poco. Con el carácter de Leo, si realmente no le hubiera gustado, simplemente lo habría tirado. No se iba a obligar a terminarlo. Además, ese gesto deliberado de devolver el frasco… por donde se viera, era muy sospechoso.
Xiào Mu preguntó con cautela:
—La próxima vez que haga más galletas, ¿te puedo dar unas? ¿Te las comerías?
De repente, Leo sintió que ese muchacho con habilidades físicas tan pobres le resultaba bastante agradable a la vista. Respondió con contención:
—La educación de la familia Arnold me enseñó a no rechazar la amabilidad de los demás.
¡Sí, cómo no! Xiào Mu lo miró con seriedad, y si no supiera la verdad, hasta le creería. Por desgracia, ya tenía experiencia con este tipo de personalidad torpe. Había conocido a varios niños que fingían ser fríos para destacar, y decían que no comían postres. Pero luego, cuando los veía comiéndolos a escondidas, se excusaban diciendo que el “tío doctor” se los había regalado, y que no podían despreciar su gesto.
—Eso está genial —sonrió de lado—. La próxima vez que te las dé, no te niegues.
Aunque su rostro no se distinguía bien en la oscuridad, los ojos de Xiào Mu brillaban. Leo los miró y respondió con voz baja:
—Está bien.
Xiào Mu, pensando en su panadería que pronto abriría, preguntó:
—¿El sabor de las galletas que hice es muy fuerte para los centinelas?
Los centinelas tienen los cinco sentidos más desarrollados, y no sabía si todos podrían comer sus galletas. Su tienda estaba dirigida a todo tipo de personas, después de todo.
—No —Leo recordó las galletas que había comido no hacía mucho y su nuez de Adán se movió levemente. Su mirada se posó en los ojos de Xiào Mu, que buscaban una respuesta, y bufó con suavidad—. Los centinelas de nivel S pueden controlar su poder espiritual a voluntad, así que pueden reforzar o debilitar sus cinco sentidos cuando quieran.
—Claro —añadió levantando las cejas—, los centinelas de bajo nivel no tienen ese control, especialmente los que siguen en la Torre Blanca. Ellos no pueden controlar sus sentidos, y estos se amplifican exageradamente. Por eso, solo pueden comer alimentos especiales. Pero los centinelas que ya se graduaron pueden vivir como cualquier persona normal. Si no controlan su gusto y comen sin pensar, ellos son los que sufren las consecuencias.
Después de decir eso, entrecerró los ojos.
—¿A qué otro centinela planeas dar galletas?
Xiào Mu negó con la cabeza y aprovechó para publicitar su tienda:
—Abrí una panadería en la red virtual, y me preocupa que no se adapte al gusto de los clientes.
Leo se quedó observando el rostro sonriente de Xiào Mu. Al pensar en su historia de vida, sintió un leve estremecimiento en el pecho. Aunque esta persona era débil… era muy autosuficiente.
—Solo disminuye la intensidad del sabor según el nivel. ¿No es suficiente con eso? —Y sin decir más, se dio media vuelta y se fue hacia su habitación en el edificio de al lado.
Xiào Mu sonrió. En efecto, debía hacer galletas con diferentes niveles de dulzura y sal. Las personas comunes también tienen gustos variados. Miró el frasco en su mano, lo destapó y percibió un leve aroma a leche. Las comisuras de su boca se alzaron: ¡así que al General Mayor Leo le gustan los dulces!
A la mañana siguiente, durante el desayuno, Xiào Mu recibió un mensaje de parte del maestro Gillett con el plan de educación física. Al abrirlo, Hawke —que estaba sentado junto a él— se acercó curioso.
—¿Tan fácil? —exclamó sorprendido tras leerlo—. ¿Será que el profe puso mal los valores?
Xiào Mu no lo encontraba fácil en lo absoluto, y su expresión se endureció. Había tres ejercicios en el entrenamiento: correr 2 kilómetros en 10 minutos, hacer 200 abdominales en 10 minutos y 60 dominadas en otros 10 minutos. Entre cada ejercicio había 5 minutos de descanso. Exactamente 40 minutos en total.
—¿Qué te pasa? —preguntó Hawke al ver su rostro serio.
Xiào Mu respiró hondo.
—¿Tú crees que es fácil?
Hawke asintió.
—10 minutos son suficientes para todo. —Pero al ver la cara de Xiào Mu, parpadeó—. ¿Tú… crees que es difícil?
Xiào Mu no lo ocultó. Asintió.
—En realidad no es difícil, es imposible para mí.
Él corría todos los días, así que conocía bien su límite físico. Actualmente, podía correr 5 kilómetros en media hora sin superar el punto de seguridad. Tal vez podría terminar los 2 kilómetros y hacer uno de los ejercicios, pero no los tres. Y si tomaba una píldora de energía para recuperar su condición física, podría hacerlo… pero no podía tomarse una durante la clase frente a tantos estudiantes. Aunque las píldoras de energía de bajo nivel no olían, sospechaba que, como las de curación, sí emitían aroma. Y como su poder espiritual se usaba para hacer las medicinas, eso lo delataría.
Hawke se rascó la cabeza y obtuvo una nueva perspectiva sobre lo que era tener una capacidad física débil.
Xiào Mu sonrió.
—Le diré al maestro en clase. Tal vez se pueda ajustar.
Después del desayuno, asistieron a una clase de historia médica. Luego de media hora de descanso, fueron al gimnasio. Al ver entrar a Gillett al estadio, Xiào Mu se sintió aliviado. Ya se habían visto antes, tal vez fuera más fácil hablar con él.
Gillett señaló hacia la derecha:
—Los que no asistieron ayer, hagan una fila de diez en el campo de la derecha para la prueba física. Los demás, sigan su plan de entrenamiento. Eso es todo.
Doce estudiantes se movieron al campo derecho, y los demás se dispersaron. Xiào Mu se quedó esperando, y Hawke le dijo:
—Voy a correr un poco. Si necesitas algo, llámame.
Xiào Mu asintió. Dos minutos después, los doce estudiantes recibieron sus planes y se fueron a sus respectivas áreas. Gillett se cruzó de brazos y se recargó contra la pared, observando a los estudiantes. Xiào Mu se acercó.
—Maestro, tengo algo que consultarle.
Gillett se sorprendió. Recordaba bien a este estudiante por haber roto el récord más bajo de condición física. Pensando en el plan que le había asignado, sonrió.
—¿Te parece muy fácil? No te apresures. Entrenar en exceso puede ser perjudicial. Cuando mejores tu condición, te subiré la dificultad.
Xiào Mu: “…”
Respiró hondo y explicó:
—Maestro, el plan es muy difícil. Actualmente no puedo completarlo. ¿Puedo reducirlo?
—¿Qué? —Gillett se frotó el oído—. ¿Escuché bien?
Xiào Mu se sonrojó levemente.
—¿Se puede reducir?
Gillett entendió que hablaba en serio, y su expresión cambió a severa. Frunció las cejas negras.
—Xiào Mu, tienes una base débil y no tienes derecho a caprichos. Tal vez el entrenamiento sea duro, pero no puedes ser flojo.
—No —respondió Xiào Mu rápidamente—. No es flojera. Es que realmente no puedo completarlo. Puedo hacer dos de los tres ejercicios.
—No es negociable. Puedes hacerlo —dijo Gillett con firmeza.
Ese entrenamiento fue diseñado por el propio General Mayor Leo, y estaba ajustado especialmente para alumnos con nivel E. Gillett lo miró fijamente.
—Si tienes miedo a las dificultades, no debiste entrar a esta escuela. Y si ni lo has intentado, no digas que no puedes. Aquí no se aceptan cobardes.
Xiào Mu apretó los labios. No entendía por qué Gillett estaba tan seguro. Tal vez otros de nivel E sí pudieron completarlo. Pero ese nivel va de 100 a 999, y él apenas tenía 260, estando en el extremo inferior. Como el examen solo indicaba el nivel, no el número exacto, no podía refutarlo.
—Ven conmigo —dijo Gillett mientras bajaba los brazos y caminaba hacia la pista.
Xiào Mu lo siguió hasta el punto de salida. Gillett señaló el terminal de cronometraje.
—Conecta tu terminal y empieza a correr.
No había manera de negarse. Xiào Mu conectó su terminal al tablero LED, calentó un poco y comenzó a correr. La pista era de 500 metros. Tras cuatro vueltas, su terminal vibró. Miró la pantalla: 9 minutos con 38 segundos. Había completado el primer ejercicio.
—¿Ves? Lo lograste —dijo Gillett, revisando su terminal—. Ven conmigo.
Xiào Mu jadeaba, controlando la respiración, y lo siguió hasta el área de abdominales. Había dos filas de rectángulos con una placa vertical en el medio y un soporte para los pies.
Gillett se fue al final y señaló al suelo.
—Empieza tu descanso de cuatro minutos.
El trayecto hasta ahí había consumido un minuto del descanso. Xiào Mu se acomodó según las instrucciones, sujetando sus piernas y la tabla vertical donde debía tocar con la frente. Cuatro minutos después, escaneó su terminal en el panel LED. Puso sus manos detrás de la cabeza y comenzó. En el panel, a la izquierda estaba el conteo regresivo de 10 minutos, y a la derecha el conteo de abdominales válidas.
Tras hacer 10, se acostó jadeando. Luego siguió, cada vez más lento. Gillett lo observaba con el ceño fruncido.
Una advertencia del sistema sonó en su mente: su condición física estaba por debajo del 10%. Luchando por aire, miró el tablero: llevaba 83. Giró la cabeza hacia Gillett.
—Maestro, ya no puedo.
Gillett, con expresión severa:
—Continúa. Si puedes hablar, puedes moverte. Se nota que no sueles entrenar. Vas a sentirte mal ahora, pero no huyas. Solo aguanta esta fase.
Desde dos máquinas más allá, un estudiante gritó:
—¡Profe! ¿Nunca ha escuchado eso de que “el barro no se puede pegar a la pared”? Este es tan débil y delicado que mejor denle la baja.
Xiào Mu apretó el puño y lo miró. El chico lo observaba con burla y hacía abdominales como resorte. Ya llevaba 10 de un tirón.
Gillett lo fulminó con la mirada.
—Eso no es asunto tuyo. ¡A entrenar!
Xiào Mu respiró hondo y reunió fuerzas para seguir. Cada abdominal le tomaba 5 segundos. Su energía se drenaba más rápido a medida que se debilitaba. Cuando su resistencia quedó por debajo del 2%, sonó otra advertencia. Al intentar levantarse, colapsó antes de alcanzar la tabla. Todo su cuerpo se volvió blando, y ni siquiera podía abrir los ojos.
—¡Xiào Mu! —exclamó Gillett, sorprendido. Se agachó de inmediato. El chico estaba pálido y tendido como muerto.
—¿Cómo pudo pasar esto? —murmuró Gillett, incrédulo, mientras le soltaba los pies rápidamente.
Lo levantó en brazos y salió corriendo del gimnasio como una ráfaga.
Al escuchar el alboroto, varios estudiantes se acercaron con curiosidad, deteniendo su entrenamiento. Gillett se detuvo en la puerta con expresión solemne.
—¡Sigan entrenando! El maestro del siguiente salón los supervisará. Quien no termine los ejercicios, se queda a la siguiente clase.
Dicho eso, salió del estadio a toda velocidad hacia la enfermería. Llevaba a Xiào Mu en brazos, pero su paso era tan ligero como si no llevara nada.
Xiào Mu no tenía nada de fuerza en el cuerpo. Sentía el pecho apretado y muy incómodo, y si intentaba respirar un poco más fuerte, era como si lo apuñalaran. En contraste con su estado físico, su poder espiritual estaba intacto y su mente muy clara. Podía oír lo que sucedía afuera, pero no tenía fuerzas para abrir los ojos.
Gillett irrumpió en la enfermería y pateó la puerta del pabellón 1. Después de colocar a Xiào Mu sobre una cama blanda, gritó:
—¡Tang Cheng, revisa qué tiene!
Tang Cheng llevaba tres años trabajando en la enfermería y conocía bien a Gillett. Este normalmente era tranquilo y de buen temperamento, por lo que verlo así era inusual. Tang Cheng apartó a Gillett y comenzó a revisar a Xiào Mu.
—¿Qué pasó antes de que se desmayara?
Gillett se frotó la cara.
—Fue durante el entrenamiento. Solo tenía que hacer tres ejercicios sencillos. Acababa de empezar el segundo. Yo pensé que…
—¿Tú pensaste? —interrumpió Tang Cheng con rostro serio—. Este estudiante se desmayó por agotamiento. Su físico es pésimo y estuvo a punto de ponerse en riesgo vital.
—¿Cómo puede ser? —Gillett estaba perplejo—. No debería haber ningún problema con el plan de entrenamiento.
¡Ese plan lo había hecho el General Mayor Leo! ¿Cómo iba a estar mal?
Tang Cheng le puso a Xiào Mu un equipo de oxígeno y le conectó una bolsa de glucosa. Al terminar, se cruzó de brazos y miró fijamente a Gillett.
—Es el estudiante con nivel E de condición física, ¿verdad? —soltó con una risa sarcástica—. Hasta donde sé, es la primera vez que tratas con alguien así. Claramente cometiste un error con el plan. ¿Acaso no te diste cuenta de que algo iba mal antes de que perdiera el conocimiento? ¿No te dijo que se sentía mal?
Gillett se sintió avergonzado.
—Sí me lo dijo, pero pensé que le tenía miedo al esfuerzo —hizo una pausa—. Pero el plan no tenía nada malo.
—Ah, qué seguro estás —bufó Tang Cheng—. ¿Qué pasa? ¿No piensas ajustar el plan? Mira, tratar una lesión física es fácil, pero recuperar condición física solo se logra con entrenamiento. La medicina y la comida ayudan muy poco. Si no se atiende a tiempo, puede generar problemas duraderos.
Gillett bajó la cabeza. El General Mayor Leo era su ídolo, lo consideraba omnipotente. No podía creer que hubiera fallado en algo.
—Tal vez hoy no se sentía bien —intentó justificarse.
—Está perfectamente sano, solo completamente agotado —frunció el ceño Tang Cheng—. ¿Desde cuándo no eres capaz de admitir tus errores?
Gillett no quería mencionar a Leo, ni dejar que los demás supieran que él pudo haberse equivocado.
—Voy a analizar los datos y revisar todo. Si hay errores, le pediré disculpas y ajustaré su plan.
—Hazlo —asintió Tang Cheng—. Yo me encargo del estudiante.
—Gracias por la molestia —dijo Gillett antes de salir.
Al salir, envió un mensaje al maestro del salón vecino. En lugar de volver al gimnasio, fue directo al edificio administrativo. Al pasar frente a la oficina privada del instructor militar sustituto, vaciló un momento. Mientras dudaba, la puerta se abrió y Leo frunció el ceño.
—Profesor Gillett, si no me equivoco, esta hora es de clase.
Gillett se cuadró de inmediato.
—General Mayor Leo —dijo con los labios apretados, sin saber bien cómo empezar.
—Si tienes algo que decir, dilo rápido —le cortó Leo fríamente—. Lo que más detesto es que se anden con rodeos.
Gillett se sobresaltó y terminó soltando todo de golpe: el incidente del desmayo de Xiào Mu. Al final, su voz se volvió más baja.
—Yo creo que el plan que usted elaboró es correcto, quizás fue otra cosa…
Los ojos brillantes de Xiào Mu la noche anterior aparecieron repentinamente en la mente de Leo. Se sintió incómodo al imaginarlo desmayado. Abrió en su terminal el plan de entrenamiento guardado.
—¿Esto es lo que le diste?
Gillett lo miró con atención. El programa era sencillo, así que lo leyó de inmediato.
—Sí.
Leo frunció el ceño.
—¿Cuánto logró hoy?
—Corrió los dos kilómetros e hizo 98 abdominales.
—Por ahora, cambia el plan a solo eso: carrera de 2 km y 100 abdominales —ordenó Leo—. Sin límite de tiempo.
Gillett asintió y bajó la cabeza para hacer los cambios en su terminal. Al finalizar y programar la entrega del nuevo plan para el día siguiente, Leo ya se había ido.
…
Cuando Leo entró a la enfermería, Tang Cheng se sorprendió.
—¿General Mayor Leo? ¿Se siente mal?
—¿En qué habitación está Xiào Mu?
—En la número uno.
Pocos pacientes requerían cama en la enfermería. Aunque había peleas en la escuela, el equipo médico atendía con dispositivos móviles. Si un paciente necesitaba reposar más de dos horas, lo trasladaban a un hospital. Al ver a Leo entrar al pabellón 1, Tang Cheng se acarició el mentón, intrigado.
Xiào Mu yacía en la cama, con el largo cabello negro esparcido sobre la almohada blanca. Tenía una aguja en la mano derecha y una mascarilla de oxígeno en el rostro. Leo se acercó a la cabecera y lo observó. Su rostro pálido resaltaba aún más con su cabello oscuro. Leo frunció el ceño. Cada vez que se encontraban, la cara de Xiào Mu siempre estaba roja, y ahora le resultaba molesto verlo tan deslucido.
Xiào Mu estaba muy sorprendido. Sus filamentos espirituales reaccionaban de forma única y enloquecida ante Leo. Aunque no podía oír ni abrir los ojos, supo desde el momento en que Leo entró a la enfermería. De inmediato levantó su barrera espiritual. No entendía por qué Leo había ido a verlo. Media hora después, su condición física se recuperó al 5%. Abrió los ojos y vio a Leo mirándolo. Le sonrió con los ojos, intentando saludar, pero tenía la nariz y la boca cubiertas por la mascarilla de oxígeno.
Leo frunció el ceño.
—Tres ejercicios tan simples y no puedes completarlos. ¿De qué te ríes?
Xiào Mu quedó confundido. No estaba sonriendo por burla, era un saludo inconsciente. ¿Este tipo había venido solo para despreciarlo? Lo miró mal, intentando quitarse la mascarilla, pero su mano era tan débil que no podía moverla. Leo se inclinó y le ayudó. Antes de que Xiào Mu pudiera retirarla, sus dedos tocaron accidentalmente la mano de Leo, y se encogieron de inmediato.
Leo lo miró.
—¿Tanto miedo tienes al contacto físico?
Levantó la mascarilla sin quitársela por completo.
—¿Te cuesta respirar?
—No —respondió Xiào Mu con voz débil, frunciendo el ceño.
Leo dudó, pero volvió a colocarle la mascarilla. Xiào Mu torció la boca, pero antes de poder hablar, Leo salió del pabellón y llamó al doctor.
Tang Cheng entró y, tras revisar a Xiào Mu, dijo:
—Está bien, solo necesita descansar y recuperará su fuerza.
Leo volvió a inclinarse y le quitó la mascarilla. Tang Cheng la recogió y miró la bolsa de glucosa.
—Falta una hora para que termine. Pero luego seguirás sin fuerzas. ¿Quieres volver al dormitorio o quedarte hospitalizado?
—Al dormitorio —respondió sin dudar Xiào Mu. No quería sentirse débil ni que otros lo vieran tomar una píldora de energía. Prefería regresar y recuperarse en privado.
Pensando en eso, le mandó un mensaje a Hawke para que le llevara su mochila del casillero.
—Es mejor que alguien te acompañe —dijo Tang Cheng—. No es seguro que regreses solo en este estado.
Xiào Mu iba a pedirle a un amigo, pero Leo habló primero:
—Yo lo llevaré.