Soy el Villano pero estoy Embarazado - Capítulo 60
Kang In-hyuk, ya en casa de Tae-seo, golpeó la puerta como si fuera a derribarla.
—Abre la puerta. ¡Ábrela ya!
—¿Quién está golpeando así…? ¿Oh? ¿In-hyuk?
—¡Ábrela ya!
Con el puño cerrado, Kang In-hyuk volvió a gritar como si fuera a arremeter contra la puerta. Por eso, la ama de llaves, dándose cuenta de que era mejor salir y abrir ella misma que apretar el botón desde dentro, salió apresuradamente.
—No le grites así a una adulta…
La ama de llaves, que notó tarde que había salido sin zapatos, se volvió para decirle algo a In-hyuk. Pero antes de que pudiera, Kang In-hyuk ya había irrumpido, cortándole el paso.
Hacía un instante, Tae-seo había entrado tambaleándose, y ahora, tras años sin venir, In-hyuk se precipitaba dentro.
—Cualquiera pensaría que pasó algo grave… Ay, qué susto. Sí que viniste rápido.
La ama de llaves murmuró para sí, pero luego se quedó helada al ver a alguien detrás de ella. Se llevó la mano al pecho, que se le oprimió de golpe.
Mientras tanto, Kang In-hyuk, ya dentro, se dirigió sin dudar a la habitación de Tae-seo. A pesar de no haber venido en años, su cuerpo recordaba exactamente dónde quedaba. Subió las escaleras familiares, abrió la puerta y se quedó petrificado al ver a Tae-seo tirado en el suelo.
Al verlo así, Kang In-hyuk presionó su mano contra el corazón desbocado y entró lentamente. No quería admitir que aquello era culpa de Seo Da-rae. Deseaba que todo fuera una broma de mal gusto.
—Tae-seo.
Kang In-hyuk se plantó frente a él, pero no pudo arrodillarse de inmediato. Con voz apenas audible, lo llamó esperando respuesta; al comprobar que los labios de Tae-seo no se abrían, se derrumbó a su lado.
—Tae-seo, despierta. Yoon Tae-seo.
Sacudiéndole los hombros, In-hyuk seguía repitiendo su nombre. La desesperación le iba invadiendo el rostro. Al ver el sudor frío en la cara de Tae-seo, deslizó con cuidado los brazos bajo su cuello y sus piernas. No era momento de pensar quién había causado esto. Lo más importante era lograr que Tae-seo abriera los ojos.
—Te llevaré al hospital. Tienes que aguantar hasta entonces.
Murmuró para sí, con la esperanza de que Tae-seo lo oyera, y lo atrajo hacia su pecho. Justo cuando iba a marcharse con él hacia la puerta, alguien le bloqueó el paso y lo detuvo en seco.
Era Kang Se-heon.
—Muévete.
—Si dejas a Tae-seo, te dejaré ir.
Kang Se-heon observó a su primo sosteniendo a su amante en brazos. Tae-seo, que normalmente parloteaba sin parar, yacía ahora con los ojos cerrados, inmóvil como si durmiera.
—¿No me oíste? ¿No ves que Tae-seo está en estado crítico?
In-hyuk fulminó a Se-heon con la mirada, incapaz de avanzar. Ya podía imaginar a Tae-seo en una cama de hospital siendo atendido por un médico, pero la situación se estaba dilatando y era insufrible.
—¿Por qué tendrías que hacerlo tú? ¿Quién eres tú para él?
—…¿Qué?
Kang Se-heon dio un paso dentro de la habitación. Solo un paso, pero sus piernas largas parecían internarlo hasta el fondo. Plantado frente a In-hyuk, Se-heon bajó la mirada hacia Tae-seo.
—Es mi amante. Yo me lo llevo.
Como si lo reclamara, Se-heon retiró con suavidad a Tae-seo de los brazos de In-hyuk. Lo alzó con facilidad, sin titubeo, y se volvió para salir. Quedaba claro: Tae-seo era responsabilidad de Se-heon, e In-hyuk dejaba de ser un factor.
Tras la partida de Se-heon, In-hyuk quedó solo. Cerró con fuerza las manos a los costados, incapaz de sacudirse la sensación de haber perdido algo. El calor del cuerpo de Tae-seo, que hacía un instante acunaba, ahora se le escurría entre los dedos.
—Vamos directo al hospital ahora.
[Voy en cuanto pueda. Gracias.]
Gracias a Yoon Seok-hoon, que había previsto cualquier señal anómala, todo avanzó con rapidez. Apenas la ama de llaves reportó que Tae-seo sudaba en frío, Se-heon llegó casi de inmediato.
Tras una breve llamada con Yoon Seok-hoon, Se-heon guardó el teléfono en el bolsillo y dirigió la mirada a Tae-seo, aún en sus brazos. Tae-seo, que hasta ayer sonreía, ahora yacía inconsciente, con los ojos cerrados, como sin vida. Incluso cuando el auto vibró durante el trayecto, su cuerpo se sacudió, pero no abrió los ojos.
—No lo soporto más.
Se-heon estrechó a Tae-seo y liberó sus propias feromonas. Apartando las feromonas de otro Alfa que se le habían pegado a Tae-seo, murmuró:
—Lo necesito a mi lado.
Para que algo así no vuelva a suceder.
Tan serenas como siempre, las feromonas de Se-heon ahora brotaban sin control.
—Hemos llegado.
A la voz del conductor, Se-heon se acomodó sin soltar a Tae-seo y se giró. El conductor abrió la puerta de inmediato, permitiendo que Se-heon se moviera con fluidez hacia el interior del hospital.
—¿Qué sucede?
El doctor Jin Gyu-min, que aguardaba, se acercó y examinó a Tae-seo en brazos de Se-heon. Tras mirar el rostro pálido y el sudor frío, le cortó el paso.
—Por aquí no; sígueme.
A su llamado, Se-heon cambió de dirección sin decir palabra y lo siguió. Lo más importante era lograr que Tae-seo recobrara la conciencia.
—Espera aquí un momento. No entres hasta que yo salga…
—¿Y Tae-seo?
—Intentaré que vuelva en sí. También averiguaré qué lo causó. Mientras tanto, espera aquí. Si te pones nervioso, puedes ponerte a contar, o algo.
El doctor recostó a Tae-seo en una camilla móvil antes de dirigirse a la sala de exploración. Antes de entrar, le advirtió a Se-heon. Con el acceso restringido, no estaba seguro de cómo reaccionaría, así que se aseguró de tranquilizarlo una vez más antes de desaparecer tras las puertas automáticas.
Incluso antes de que las puertas se cerraran, las indicaciones del doctor resonaban en la cabeza de Se-heon, que apretó los puños.
Apenas Tae-seo desapareció de su vista, Kang Se-heon apoyó la mano en la pared. Por primera vez, el siempre sereno y compuesto Se-heon parecía exhausto, con la cabeza gacha.
—Uno, dos, tres…
Esperar a que sacaran a Tae-seo se volvía insufrible. Así que, obedeciendo a Jin Gyu-min, Kang Se-heon comenzó a contar lentamente.
Tae-seo, el que le rogó que lo cargara durante el celo. Tae-seo, el que apartó la mirada en el ascensor. Tae-seo, que se convirtió en Omega y cuyo aroma él no podía percibir. Tae-seo, que le pidió su número de teléfono…
Mientras contaba, los momentos con Tae-seo desfilaban uno a uno por su mente. Había esperado con ansias los días por venir, y en un abrir y cerrar de ojos, todas esas expectativas se estrellaron contra el suelo.
Con los ojos cerrados, Se-heon deseó en silencio que Tae-seo estuviera a salvo, cuando de pronto le llegaron pasos apresurados. Abrió los ojos y vio a Yoon Seok-hoon, Kim Mi-kyung y Kang In-hyuk acercándose a toda prisa.
—Tae-seo…
—Está en la sala de exploración.
Era curioso que hablaran de sala de exploración y no de urgencias o de quirófano, pero nadie, salvo Kang In-hyuk, reaccionó de forma extraña.
—Tae-seo.
Kim Mi-kyung flaqueó, y Kang In-hyuk se apresuró a sujetarla para que no cayera. Yoon Seok-hoon la tomó del otro lado para estabilizarla. Aun así, Yoon Seok-hoon también estaba visiblemente inquieto, con la mente puesta en Tae-seo.
Kang In-hyuk miró alrededor y guio con suavidad a Kim Mi-kyung hacia una silla cercana.
—Siéntese aquí por ahora.
Con la mirada, indicó a Yoon Seok-hoon que él se haría cargo, mientras sostenía los hombros de Kim Mi-kyung y le hablaba con calma.
—¿Por qué le pasa esto a Tae-seo…?
—Las feromonas de un Alfa… Creo que pudo haber estado expuesto a algo ilegal. Pero su vida no corre peligro.
La mayoría de los delitos relacionados con feromonas buscaban detonar el celo de un Omega. El verdadero peligro no solía ser mortal, sino la destrucción de las glándulas de feromonas. Por eso Kang In-hyuk podía resistir esta situación.
Sin embargo, no podía decir de dónde había venido. Aunque sabía lo ocurrido, no podía explicárselo a Kim Mi-kyung. No podía proteger a Seo Da-rae, y aun así las palabras se le atragantaban.
Al notar la vacilación de Kang In-hyuk, Kang Se-heon entrecerró los ojos y lo observó en silencio.
A diferencia de él, que había recibido el aviso de que el estado de Tae-seo era crítico, Kang In-hyuk había aparecido como si ya supiera que Tae-seo se había desplomado. Además, nadie había salido aún de la sala de exploración, pero In-hyuk parecía conocer la causa.
Ajeno a la mirada de Se-heon, Kang In-hyuk siguió sosteniendo el cuerpo tembloroso de Kim Mi-kyung. Mientras la ayudaba a sentarse, no soltó su brazo por miedo a que volviera a venirse abajo.
—¿Qué vamos a hacer con Tae-seo…?
—Cálmese.
Kang In-hyuk la consoló, rodeándole los hombros. Tanto Yoon Seok-hoon como Kim Mi-kyung estaban claramente conmocionados, y él hizo lo posible por tranquilizarla.
—¿Quién le hizo esto a Tae-seo?
—Si se cae ahora, no podrá ayudarlo. Así que, por favor, no se derrumbe.
—In-hyuk, no podemos permitir que Tae-seo esté en peligro.
—Lo sé.
Kang In-hyuk le respondió intentando mantenerla serena, pero por más que trataba de consolarla, los sollozos de Kim Mi-kyung no hacían sino intensificarse.
—Todo estará bien. Aunque ahora muestra señales de Omega, no es algo que ponga en riesgo su vida…
—Tae-seo está embarazado.
—…
Kang In-hyuk, aturdido por un segundo, miró a Kim Mi-kyung sin saber si había oído bien. Ella, aun llorando, alzó la vista con los ojos anegados.
—Nuestro Tae-seo está embarazado, In-hyuk.
El impacto de Kang In-hyuk se reflejó por completo en los ojos de Kang Se-heon.