Soy el Villano pero estoy Embarazado - Capítulo 49

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Tae-seo se plantó frente al espejo, pasándose las manos por el cabello y ladeando un poco la cabeza mientras se revisaba desde distintos ángulos.

La última vez que se lo peinó hacia atrás con prolijidad, Kang Se-heon había dicho que le quedaba bien.

Así que hoy, volvió a intentar el mismo estilo.

Pero, por alguna razón, no le gustó cómo se veía.

«Tengo que verme bien hoy.»

Se veía bien—siempre se veía bien—pero ese no era el punto.

Era su día, el día que había planeado de principio a fin, así que tenía que quedar satisfecho.

Cuanto más se obsesionaba con el pelo, peor se veía.

Al final, quedó tan mal que ya no tenía salvación.

«¿Qué demonios es esto?»

Tae-seo miró su propio reflejo desastroso y soltó una risita.

Si aparecía así, Kang Se-heon sin duda se reiría a gusto.

Pero no había manera de que anduviera todo el día con esa pinta.

Al final, se lavó el cabello y lo dejó secar al aire.

Su flequillo cayó de manera natural hacia adelante, cubriéndole la frente, exactamente como siempre.

«Sí… mejor actúo como siempre.»

Era un día especial, pero no había necesidad de exagerar.

«…Aunque al menos debería ponerme algo distinto.»

Estiró la mano hacia la hilera de ropa prolijamente colgada y eligió con cuidado su atuendo.

Algo limpio. Algo presentable.

Era su forma de asegurarse de no tomarse nada a la ligera.

Tras revisarse en el espejo de cuerpo entero, Tae-seo sonrió satisfecho y se dio vuelta para salir de la habitación.

Pero justo al llegar a la puerta, se detuvo en seco.

«Casi olvido esto.»

Se sentiría raro llegar con las manos vacías.

Tomó el objeto que había dejado sobre la mesa y, por fin, salió del cuarto.

❖

Parado frente a la casa de Kang Se-heon por primera vez en un tiempo, Tae-seo miró a su alrededor.

Hacía apenas unos días que entraba y salía de ese lugar como si fuera propio.

El entorno le resultaba familiar—cómodo, incluso.

Sus ojos se posaron sin querer en el panel del código.

Quería saltarse el timbre e ingresar los números como solía hacerlo.

Podía recordar el diseño de la casa con detalle perfecto, como si hubiese vivido allí ayer mismo.

Y, aun así, estaba afuera.

Pero hoy no era día para ponerse nostálgico.

Tae-seo tragó y presionó el timbre.

La puerta era gruesa y no dejaba pasar ruido alguno desde el interior.

Aguzó el oído, pero no alcanzó a oír el más mínimo movimiento.

Entonces, justo cuando concentraba toda su atención en la casa, escuchó el pitido de la cerradura al desactivarse.

Cuando la puerta se abrió, lo primero que tuvo enfrente fue el pecho de Kang Se-heon.

O, más bien, el espacio entre sus clavículas y su cuello.

El primer botón de la camisa, que usualmente llevaba abrochado con prolijidad, hoy estaba suelto.

La mirada de Tae-seo se elevó lentamente, siguiendo la línea recta y firme del cuello de Se-heon hasta su mandíbula definida.

Podía imaginarse ese rostro a la perfección aun con los ojos cerrados—

Y, aun así, lo había extrañado.

Kang Se-heon se tocó la muñeca con un golpecito leve.

El reloj le colgaba flojo, todavía sin ajustar del todo.

«Aún falta bastante para nuestra hora.»

«Vine a recogerte.»

Tae-seo extendió la mano.

Se-heon siempre iba por él a la universidad, así que esta vez le tocaba a él.

«Me gusta… pero todavía no estoy listo.»

«Espero. Tómate tu tiempo.»

Aseguró Tae-seo con una sonrisa—

Y, sin pensar, estiró la mano.

Quería abrocharle bien la camisa.

Al captar su intención, Se-heon soltó una risa suave y se inclinó un poco hacia él.

Fue un movimiento mínimo, apenas para acortar la distancia—

Pero el aroma de Se-heon lo golpeó de lleno.

Ese mismo olor que Tae-seo antes había asumido que era colonia.

Ahora, lo sabía.

Eran feromonas.

¿En qué momento lo notó por primera vez?

En algún punto, simplemente… encajó.

Un aroma que sólo él podía percibir, envolviéndolo cada vez que se encontraban.

Y, en esos días, la comida sabía mejor. Dormía con más facilidad.

Así como Tae-seo se había acostumbrado a ver a Se-heon, también se había habituado a sus feromonas.

Por eso, reconocerlo ahora no fue impactante.

Fue… natural.

La única diferencia era que, cuando lo olía, instintivamente inspiraba más hondo, queriendo quedárselo.

Las feromonas de Se-heon se enroscaban alrededor de la garganta de Tae-seo, no oprimiéndola, sino asentándose en su lugar—como si pertenecieran allí.

Y Tae-seo se dejó caer en esa familiaridad reconfortante.

«¿También me harás la corbata?»

«A eso no estoy acostumbrado. Que lo haga quien siempre lo hace.»

No iba a permitirse demasiado tiempo para recrearse.

Entornando los ojos de forma juguetona, Tae-seo empujó con la palma el pecho de Se-heon, apartándolo apenas.

«Listo por aquí. Ve y termina de arreglarte.»

«…Qué lástima. Si lo hubiera sabido, me desabrochaba todo.»

«Por eso funciona—porque no lo hiciste.»

Tae-seo dejó que sus dedos se quedaran un segundo, rozando a propósito el borde rígido del cuello de la camisa antes de dar un paso atrás.

Fue un roce mínimo.

Y, aun así, el aroma de Se-heon se hizo más intenso.

Probablemente a él le pasaba lo mismo.

Antes de que aquella sensación extraña se apoderara de él, Tae-seo se dio la vuelta con rapidez, carraspeó y se apoyó contra la pared.

Se-heon soltó un soplido divertido y desapareció hacia el interior.

«…Haa. Yoon Tae-seo.»

En cuanto Se-heon salió de su campo de visión, Tae-seo se dio una palmada en la frente.

Lo único que había hecho fue abrochar un maldito botón.

¿Por qué diablos actuó como si estuviera bajo un hechizo?

Desde la primera vez, entre ellos todo había sido contenido—sin contacto innecesario.

Pero esta vez… se sintió un poco peligroso.

«No le eches la culpa a las feromonas.»

Siempre había olido a Se-heon.

Eso no era lo que lo había hecho reaccionar así.

Era… el momento en sí.

Negando con la cabeza, Tae-seo se pasó los dedos por el cabello, como intentando sacudirse el aroma que quedaba.

Pero, en lugar de disiparse, las feromonas se elevaron en el aire, arremolinándose a su alrededor y quedándose en sus pulmones en vez de desvanecerse.

Si hubiera sido polvo, podría haberlo estornudado.

Pero las feromonas… simplemente se asentaban dentro, enrollándose hondo como una serpiente.

Tae-seo fulminó con la mirada el espacio vacío frente a él, como si éste le hubiera ofendido en persona.

«Me apuré porque pensé que te aburrirías, pero parece que no hacía falta. Mi pequeño Tae-seo sabe entretenerse solito.»

«…¿Hace cuánto que estás parado ahí?»

«A ver… Lo único que no vi fue cuando te disté en la frente.»

«Entonces, ¿cómo sabes que fue la frente?»

Tae-seo le lanzó una mirada de desaprobación ante la mentira tan obvia.

Se-heon sólo ladeó una sonrisa.

«…La marca roja me delató.»

Tae-seo sacudió rápido la cabeza, intentando acomodarse el flequillo.

Aunque eso no cambiaría el hecho de que ya lo habían pillado.

Mientras tanto, la mirada de Kang Se-heon recorrió con pereza el atuendo de Tae-seo.

«Sabes, igual que la última vez, los trajes no te quedan.»

«Eso es porque no los uso seguido.»

Había puesto empeño en vestirse hoy, así que no se sintió genial escuchar que no le quedaba.

Siempre pensó que, sin importar lo que usara, su cara lo salvaba.

«¿Y tú, hyung? ¿Sólo tienes trajes? ¿Qué, es un tatuaje o algo? ¿No tienes otra ropa?»

«En casa me visto cómodo.»

«Entonces vístete cómodo cuando te veas conmigo también.»

«…Quiero mantenerme en alerta.»

Se-heon dio apenas un paso.

Pero incluso eso bastó para reducir el espacio entre ellos al ancho de dos dedos.

Lo suficientemente cerca como para oír la respiración del otro.

Tae-seo echó la cabeza hacia atrás y se encontró con los ojos de Se-heon.

«Si voy a ver a Yoon Tae-seo, tengo que dar mi mejor esfuerzo.»

«Vaya. Tus líneas son de otro nivel, ¿eh?»

«En ese caso, tomaré tu atuendo de hoy como señal de que tú también me estás dando tu mejor esfuerzo.»

Se-heon no estaba equivocado.

Tae-seo se había arreglado precisamente por eso.

«Vámonos.»

Ya habían intercambiado suficientes saludos en una conversación cargada de interés.

Ahora tocaba empezar los planes que Tae-seo había preparado.

Para lo audaz que fue exigirle un día entero a Kang Se-heon, los planes que Tae-seo armó no eran particularmente extravagantes.

Comerían porque les daría hambre.

Tomarían café porque les daría sed.

Y como afuera hacía calor, buscarían un lugar fresco y cómodo para pasar el rato.

Esa era la estructura básica, y sobre ella había construido.

Usualmente, siempre iban a lugares que Se-heon conocía.

Así que esta vez, Tae-seo eligió un lugar que él conocía.

El único problema era que no conocía muchos sitios… y así fue como terminaron en un hotel.

No era tan profundo.

No había ninguna regla que dijera que tenían que cruzar la ciudad.

«…De verdad lo diste todo, arrastrándome directo a una habitación de hotel.»

Murmuró Se-heon, preguntándose distraídamente si debía aflojarse de nuevo la corbata.

Ignorándolo, Tae-seo se concentró en esperar el servicio a la habitación que había pedido con anticipación.

En poco tiempo, llegó la comida, y enseguida condujo a Se-heon hasta la mesa.

«Comamos primero.»

El menú era una mezcla de platos occidentales y coreanos, incluyendo las hamburguesas que habían comido antes.

Cuando terminaron de colocar todo, más de la mitad de la mesa larga estaba cubierta de comida.

«Come lo que quieras.»

Tae-seo tomó un cuenco de sopa, inhaló su aroma sabroso e hizo un gesto para que Se-heon también disfrutara.

Se-heon soltó una risa, incapaz de contradecir el esfuerzo de Tae-seo, y le siguió el juego.

En lugar de centrarse en un solo plato, se tomó su tiempo para probar un poco de todo.

Cuando quedaron satisfechos, Tae-seo pidió café.

Para cuando llegó, estaban sentados uno al lado del otro en el lugar con mejor vista.

El aire acondicionado fresco hacía que el calorcito del café se sintiera aún mejor.

Y las feromonas leves que se intercambiaban por el roce de sus brazos elevaron todavía más el ánimo de Tae-seo.

Abrazó la taza con ambas manos, respiró hondo y dejó escapar un suspiro largo y complacido.

Esto es agradable.

«Lo planeé todo para que no tengamos que ir a ningún otro lado.»

Se-heon rió ante la pequeña artimaña de Tae-seo.

Estaba disfrutando de todo lo que él había preparado, encontrando placer en cada momento.

Ver eso hizo que Tae-seo se sintiera aún más orgulloso.

Significaba que todo lo planeado estaba llegando a Se-heon tal como quería.

«Este es el lugar en el que más nos hemos visto.»

«…Sí. Lo es.»

Habían pasado noches juntos en habitaciones de hotel, se habían topado de manera inesperada, e incluso su primer encuentro había sido en un hotel.

Demonios, Se-heon hasta lo había visto en una cita a ciegas ahí.

Un lugar lleno de recuerdos compartidos.

«Y ahora, vamos a sumar otro. Después de hoy, no vamos a poder olvidar lo que pase en esta habitación.»

«…Eso suena bastante ominoso.»

«Lo será.»

La broma juguetona de Se-heon se topó con la confianza inamovible de Tae-seo.

Sin duda sería un momento que ninguno de los dos olvidaría.

Porque él tampoco lo olvidaría.

«Ya comimos, ya tomamos café… ¿Qué sigue?»

«Dormir.»

La voz de Tae-seo resonó, firme y definitiva.

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