Me convertí en el príncipe más joven de la novela - Capítulo 224
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- Capítulo 224 - “El Claro de las Hadas” (4)
Estaban bajo tierra, en un espacio cavernoso rodeado por tierra y roca por todos lados. ¿Cómo era posible que soplara viento en un lugar así? Diana y las demás hadas no pudieron evitar girar la cabeza para mirar a su alrededor.
¿Un elemental?
Entonces notaron a una chica de cabello translúcido emergiendo del suelo, el cual se había tornado blanco como la nieve.
No. Esa no es cualquier elemental…
Era un elemental único, y de los de más alto nivel. Su poder rozaba el del mismísimo Rey Elemental.
¿De dónde salió alguien como ella? No me digas que… ¿tiene un contrato con ella?
La mirada de la quinta princesa titubeó con confusión.
—¿¡Pajarita!? ¿Viniste a ayudar? —preguntó Liwusina, saludando con entusiasmo a la elemental de escarcha desde el frente del grupo.
La elemental frunció el ceño.
—¡Te dije que no me llames así! —gritó con enojo. Luego giró hacia Sion y lo fulminó con la mirada.
Parecía estar protestando porque Sion aún no le había dado un nombre.
Sion soltó una risa baja. De hecho, ya tenía la intención de darle un nombre…
La elemental de escarcha y el dragón de sangre eran de rango similar, pero la diferencia de poder entre ambos era abismal.
Aunque conozco una forma de acortar esa distancia… al menos un poco.
Podía lograrlo otorgándole un nombre.
—Sephir.
—¿Qué?
—Ese será tu nombre.
Estaba basado en la lengua de los dragones, combinando las palabras que significaban “escarcha” y “viento”.
Sion lo dijo con naturalidad, pero le había tomado bastante tiempo decidirlo.
—Viento helado… No está mal.
La elemental de escarcha —ahora Sephir— comprendió el significado de inmediato y sonrió levemente.
Una brillante luz azul emanó de su cuerpo, llenando la caverna.
Los presentes quedaron cegados por la intensidad del resplandor.
Mientras tanto, el dragón de sangre ya se había alzado completamente desde la sangre. Al parecer detectó a Sephir como una amenaza y de inmediato lanzó un aliento de llamas carmesí. El fuego devoraba todo lo que tocaba, una muestra de fuerza arrolladora.
—¡Cuidado! —gritó Diana.
Las llamas impactaron de lleno a la elemental de escarcha, y un resplandor rojo llenó el lugar.
Sin embargo, el dragón no logró su cometido. El aliento se congeló en cuanto hizo contacto con la luz azul.
Las llamas se detuvieron en el aire, como si el tiempo se hubiera detenido.
—No hay peligro —dijo una voz gélida.
Las llamas se rompieron como vidrio, y una figura emergió de la luz azul.
—Esas llamas no pueden hacerme daño.
Era una mujer de unos veinte años, con cabello azul casi translúcido que le caía hasta la cintura. Ésta era la forma completa de la elemental de escarcha. La energía helada que emanaba era mucho más poderosa que antes, y ahora observaba al dragón de sangre con arrogancia, como la viva imagen de la Reina de Hielo.
Supongo que ni esto será suficiente… pero no importa —pensó Sion, mientras las llamas de Muspelheim se alzaban alrededor de su cuerpo—. Solo necesitamos dañarlo.
Sion nunca tuvo la intención de que la elemental luchara sola. Su cuerpo ahora era una llama viviente que atravesó en un instante a las bestias malignas y demonios hasta llegar al dragón de sangre.
El dragón lo vio y reaccionó. Justo cuando sus ojos lograron seguir a Sion con claridad, diversos elementales de alto rango aparecieron a su alrededor y dispararon ataques contra el príncipe.
Los elementales liberaban energía demoníaca y terribles chillidos, como si estuvieran corrompidos.
Pero ninguno de sus ataques afectó a Sion.
Y no porque los bloqueara o los esquivara.
—No puedo quedarme de brazos cruzados por más tiempo —dijo Diana.
Había invocado elementales de alto rango, igual que el dragón, y protegió a su medio hermano.
Gracias a su temple, pudo salir de su aturdimiento rápidamente y unirse a la batalla.
No entiendo del todo lo que está pasando… pero sé con certeza que tenemos que derrotar a este dragón.
Seis estrellas comenzaron a brillar en los ojos de Diana. Los espíritus envolvieron su cuerpo como una armadura al recibir la luz de la Marea Celestial. Luego, comenzaron a enfrentarse a los elementales invocados por el dragón de sangre.
Lluvia Estelar Elemental.
Combinaba la Marea Celestial con hechizos de elementalista, y solo Diana podía utilizarla.
—Veo que captaste la situación rápidamente —comentó Sion.
Gracias al apoyo de Diana, había alcanzado al dragón en un suspiro. Sonrió levemente mientras cerraba el puño en el aire.
El Destructor de Luz apareció en su mano como si lo hubiera estado esperando, emitiendo una vibración aguda.
Al dragón no le agradó la energía amenazante del arma. Con un gruñido bajo, lanzó por primera vez uno de sus enormes brazos.
Las garras se dirigieron a Sion tan rápido que rompieron la barrera del sonido, algo impresionante para una criatura de semejante tamaño.
Sion giró ligeramente y blandió a Eclaxea en una trayectoria diagonal.
Había desviado el ataque con precisión perfecta, forzando el enorme brazo que venía hacia él a desviarse en una dirección aleatoria.
Esto dejó al dragón completamente expuesto.
La espada de Sion golpeó al dragón con precisión… pero Diana tenía razón: ni siquiera logró rasguñarlo.
Aun así, Sion no perdió la calma. Después de todo, su ataque no pretendía hacerle daño, sino distraerlo.
—Congelaré tu alma misma —dijo una voz escalofriante.
Mientras el dragón intentaba recuperar el equilibrio, cientos de lanzas de hielo cayeron desde lo alto. A diferencia del ataque de Sion, estas atravesaron las escamas del dragón con facilidad, congelando su carne.
El dragón aulló de dolor. En respuesta, nuevos elementales aparecieron a su alrededor y desataron todo tipo de desastres naturales.
Esto causaba estragos entre los demonios y bestias malignas, pero Sion, que estaba más cerca, parecía completamente inmune.
No había forma de que cayera ante ataques tan descontrolados. Lo mismo parecía aplicar para Diana, que luchaba desde la retaguardia.
—Voy por la pierna izquierda —anunció.
Había combinado docenas de elementales de rayo, formando una lanza colosal de relámpagos.
La lanzó contra la pierna del dragón.
Impactó de lleno, generando otra onda de choque monumental.
El dragón de sangre perdió el equilibrio de nuevo, y el poder de Sephir se incrustó sin dudarlo. El patrón se repitió, y cada vez más heridas aparecían en su cuerpo.
El dragón rugió otra vez, luchando desesperadamente por romper el ciclo.
Pero Sion parecía haberlo previsto y estaba neutralizando cada movimiento.
El dragón parecía sorprendido. A pesar de su fuerza abrumadora, estaba perdiendo.
Pero eso era natural. Por más poderoso que fuera, acababa de ser creado por el Árbol Demoníaco. No tenía experiencia en combate, ni idea de cómo usar su poder ni de cómo enfrentar a sus enemigos.
Era como un niño con la mejor espada del mundo. Por eso, no representaba una verdadera amenaza. Y no había forma de que Sion perdiera, no cuando tenía una lanza capaz de atravesar incluso la defensa de un Rey Elemental.
Es hora de terminar con esto.
El cuerpo del dragón aún era resistente; seguía de pie a pesar de todo el daño recibido.
Sion apretó la empuñadura de su espada. Ya comenzaba a quedarse sin energía para mantener a Sephir invocada.
En circunstancias normales, no sería un problema, pero la elemental había evolucionado, y ahora consumía mucho más poder.
Como si entendiera la situación, el dragón lanzó un rugido desesperado y comenzó a concentrar todo el poder elemental del entorno en su pecho.
Sion estaba esquivando cada ataque, así que su intención era destruir todo el lugar.
El poder elemental comprimido comenzaba a distorsionar el aire a su alrededor… pero el dragón no alcanzó a completar el ataque.
—Eso no lo vas a hacer —dijo Diana.
Creó una flecha de viento con todo su poder restante. Era casi del tamaño de toda la caverna, y golpeó directamente el pecho del dragón.
No lo hirió, pero interrumpió la acumulación de energía y lo hizo retroceder.
Una ráfaga de escarcha envolvió las patas del tambaleante dragón, clavándolas al suelo.
Quedó completamente expuesto.
—Sephir —llamó Sion en voz baja.
Era más que suficiente para terminar al dragón. Estaba justo frente a su cabeza.
Sephir brilló intensamente en azul e infundió su poder en Eclaxea, que ya vibraba con toda su fuerza.
El espacio a su alrededor se tensó, el aire se congeló.
Las pupilas del dragón se dilataron ante la increíble cantidad de poder real.
Eclaxea, ahora teñida de azul, cortó horizontalmente.
La cabeza del dragón se separó de su cuerpo y salió volando por los aires.
Un instante después, el aire mismo se congeló a lo largo de la trayectoria.
La cabeza cayó al suelo con un estruendo sordo.
Diana la observó con ojos temblorosos.
—En verdad ganó… —murmuró, incrédula.
No lo había previsto, a pesar de haber participado en la batalla.
Sus ojos se posaron en Sion, quien parecía tan tranquilo como siempre, a pesar de lo que acababa de lograr.
No logro entenderlo, aunque sea mi hermano…
Y esta vez no pensaba en el poder del Emperador Eterno que poseía, ni en la elemental única que había invocado. Pensaba en Sion Agnes como persona.
No pestañeaba ni ante los mayores obstáculos. Siempre mantenía la calma y entendía su entorno en cualquier situación. Y esa presencia carismática y serena, como la de alguien que había gobernado el mundo durante milenios…
Era difícil creer que apenas acababa de alcanzar la mayoría de edad. Como enemigo, infundiría temor en cualquier alma. Pero como aliado, no había nadie más confiable.
Quizá… realmente puedo confiarle el Claro de las Hadas…
Pero enseguida sacudió la cabeza para ahuyentar ese pensamiento. Caminó hacia Sion, quien observaba el campo de batalla. La lucha casi había terminado.
—¿Y ahora qué? —preguntó.
—¿De verdad necesitas preguntármelo? —replicó él.
Todo lo que había sucedido en el Claro de las Hadas había sido causado por ese Árbol Demoníaco. Ahora que lo habían tomado, lo único que quedaba era transferir el poder elemental y la bendición de Akenidia al Árbol del Mundo.
Y eso podía hacerse sin la ayuda de Sion.
—Supongo que no —dijo Diana, asintiendo—. Entonces ahora…
—¡Maestro! ¡Pajarita está picoteando el árbol! —gritó Liwusina.
¿El árbol?
Solo había un “árbol” ahí. Diana y Sion se giraron al mismo tiempo.
—Esto es poder elemental, no un árbol real —dijo Sephir. Había hecho una abertura en la corteza y estaba absorbiendo el poder elemental que fluía de ella.
—Mis disculpas. Se veía demasiado bueno para resistirme. Solo tomé un poquito —dijo, avergonzada.
Pero no había sido solo “un poquito”.
Esto… complicaba las cosas.