Mago de Arena del Desierto Ardiente - Capítulo 139

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La morada de Eli estaba en lo más profundo del subsuelo del Distrito Norte, todo lo contrario a Serian y a los demás gobernantes de distrito, que preferían los lugares altos.

Frente a Eli, alguien estaba arrodillado sobre una rodilla.

Era Mariel, la capitana del Escuadrón de Ataque Espina.

Eli preguntó con expresión seria:

“¿Así que dices que es la Corona del Rey de los Espíritus?”

“¡Sí! Escuché claramente que lo murmuraban.”

“El Rey de los Espíritus, el Rey de los Espíritus…”

El semblante de Eli se ensombreció.

El Escuadrón de Ataque Espina había acompañado a la Fuerza de Tarea Hoja Azul de Borin a la Caravana del Oso Blanco.

Oficialmente, estaban ahí para asistir, pero su verdadera misión era reunir información e informar a Eli.

Eli era la segunda al mando del Distrito Norte.

En la práctica, gestionaba el distrito en nombre de Serian.

Pero por muy bien que lo hiciera, la gloria siempre se la llevaba Serian.

Tras cien años así, albergaba un profundo complejo de inferioridad hacia Serian.

Ese complejo la volvió más sombría y la empujó a vivir bajo tierra.

“¿Cómo reaccionó Borin?”

“Fue la primera vez que la vi tan seria. Incluso dijo: ‘Puede que el verdadero Rey de los Espíritus esté sellado dentro de esa corona.’”

“¿Podría estar sellado el verdadero Rey de los Espíritus? El Rey de los Espíritus…”

Incluso un espíritu de bajo rango sería una bendición, pero si lograban convocar al verdadero Rey de los Espíritus, eso podría cambiar el mundo, no solo Neo Seúl.

Un destello de codicia apareció en el rostro de Eli.

“¿Van a subastar la Corona del Rey de los Espíritus?”

“Sí.”

“Si Serian pone las manos sobre esa corona, jamás podré superarla.”

Incluso ahora, la brecha de poder era enorme. Por mucho que Eli reforzara su influencia en las sombras, la diferencia innata entre sus poderes no podía cerrarse.

Serian tenía la gracia y la fuerza de una reina auténtica.

Eli era una Despertada excepcional, pero no alcanzaba a Serian.

Por eso seguía siendo la segunda al mando.

Mariel preguntó con cautela:

“¿Qué harás?”

“Debo conseguir la Corona del Rey de los Espíritus antes que Serian.”

“¿Y luego?”

“Filtra la información a los Saqueadores. Diles que en la caravana hay un tesoro que puede cambiar el mundo. Sin duda se moverán. Nosotros nos apoderaremos de la corona en medio del caos.”

“Entendido.”

Mariel respondió con expresión firme.

Después de salir de la Caravana del Oso Blanco, Zeon, Levin y Brielle se dirigieron a la tienda del Viejo Klexi.

“Dénos de comer.”

“¡Ah! Me muero de hambre.”

Levin y Brielle ya pedían comida antes siquiera de sentarse.

“¿Acaso no les dieron de comer en la caravana?”

“¿Lo sabías?”

“¿Cómo no iba a saberlo si armaron tanto alboroto para ir?”

Klexi se rio mientras respondía a la pregunta de Zeon y preparaba la comida.

“¿Qué tal los artículos subastados por la Caravana del Oso Blanco?”

“Todos parecían bastante útiles.”

“He oído que eran más que eso.”

“Yo no gané ninguna puja.”

“En efecto, el verdadero valor de un artículo solo lo conoce quien lo usa.”

“Aun así, hubo algunos que se veían muy útiles.”

“¿Ah, sí? Entonces no es casualidad que esa gente se haya puesto en movimiento.”

De pronto, el Viejo Klexi frunció el ceño.

Zeon lo miró con curiosidad.

“¿Qué gente?”

“Los Saqueadores. Hemos detectado movimientos inusuales de su parte.”

“¿A qué te refieres con inusuales?”

“De pronto se activaron como si siguieran órdenes de alguien.”

El Viejo Klexi frunció el ceño con más profundidad.

Desde que llegó la Caravana del Oso Blanco, había habido un rápido incremento de actividad en todo Neo Seúl.

A Klexi no le gustaban esos cambios.

Con la edad, uno tiende a preferir la estabilidad.

El espíritu aventurero y el dinamismo de la juventud se desvanecen.

Klexi era igual.

Aunque Neo Seúl ni los barrios bajos le fascinaban particularmente, tampoco quería que cambiaran de forma drástica en poco tiempo.

Zeon preguntó:

“¿Crees que siguen órdenes de alguien?”

“Se mueven demasiado de manera sistemática. Por lo general, los Saqueadores son caóticos e impredecibles, pero no esta vez.”

“Así que crees que alguien los controla.”

“Esa es la única explicación. El problema es que no sabemos quién les está dando órdenes.”

“¿Ni siquiera con el Ojo de Argos puedes averiguarlo?”

“El Ojo de Argos funciona sobre todo en los barrios bajos. Nos cuesta captar por completo lo que pasa dentro de Neo Seúl.”

El Viejo Klexi reconoció honestamente sus límites.

La separación entre Neo Seúl y los barrios bajos no solo era de estatus social. También significaba una brecha de información.

En cierto modo, eran mundos totalmente distintos.

¡Tac!

“Aquí está.”

El Viejo Klexi ya había terminado de preparar la comida y la trajo.

Era un tazón de arroz cubierto con un guiso de carne.

“Se ve delicioso.”

“Gracias por la comida.”

Levin y Brielle tomaron los cubiertos con entusiasmo.

Zeon también agarró los palillos y empezó a comer.

El Viejo Klexi los observaba a los tres con una sonrisa en el rostro.

‘De verlos tan seguido, les he tomado cariño.’

Cuando Zeon recién regresó, solo lo consideraba un bastardo misterioso.

Klexi no sabía por lo que Zeon había pasado en los ocho años que estuvo fuera, pero había vuelto hecho un viejo zorro astuto. Klexi intentó indagar en su pasado, pero no encontró nada.

Al principio fue cauteloso, pero con el tiempo le tomó afecto.

Lo mismo con Brielle y Levin.

De verlos con frecuencia, comenzaron a sentirse como verdaderos nietos para él.

Aunque tenía una nieta de sangre en otro lugar.

Tras terminar de comer, los tres regresaron a casa caminando.

Cuando llegaron a una calle desierta, Brielle habló:

“¡Zeon!”

“¿Sí?”

“Ya sabes, sobre eso.”

“¿Qué? ¿La Corona del Rey de los Espíritus?”

“¡Ajá!”

“¿Qué pasa con eso?”

“¿De verdad crees que el Rey de los Espíritus está sellado dentro?”

“No lo sé. ¿Por qué?”

“Es que tuve una mala corazonada…”

Brielle se fue apagando, con la expresión oscureciéndose.

“¿Una mala corazonada?”

“¡Sí!”

“¿Qué clase de sensación?”

“Me recorrieron escalofríos. Ni siquiera podía respirar…”

“Ya veo.”

Zeon asintió.

Brielle era una Alto Elfa. Aunque sus sentidos se habían embotado por el uso de drogas, seguía estando muy por encima de los elfos comunes.

Si a ella le dieron escalofríos, sin duda había una buena razón.

Levin habló con cautela:

“¿No estarás siendo demasiado sensible?”

“No, tú eres el insensible.”

“¿Yo?”

“¡Sí! ¡Mensote!”

“¡Caray! Que una elfa me llame menso.”

Levin refunfuñó, pero no parecía muy molesto. Ese tipo de bromas era típico entre ellos.

Mientras los veía discutir, Zeon se sumió en sus pensamientos.

‘Si a Brielle le recorrieron escalofríos, entonces no me equivoqué.’

Zeon había sentido una sensación similar. Hacía mucho que no experimentaba algo así.

Zeon miró hacia la fortaleza de la Caravana del Oso Blanco.

El cielo, teñido por completo de un rojo atardecer, se veía especialmente lúgubre con la fortaleza alzada bajo ese cielo color sangre.

De día, la arena del desierto estaba lo bastante caliente como para asar a cualquier criatura, pero de noche se enfriaba con rapidez, como si quisiera congelarlo todo a su paso.

Con temperaturas que oscilaban decenas de grados entre el día y la noche, cualquiera que se internara en el desierto sin preparación adecuada estaba condenado a congelarse o a quemarse hasta morir.

Por eso, quienes se adentraban en el desierto debían ir bien preparados.

La gente que había salido de Neo Seúl no era la excepción.

Su preparación, sin embargo, parecía excesiva.

Vestían ropa de camuflaje que se mezclaba con la arena del desierto y estaban fuertemente armados con todo tipo de armas.

Esas personas, con los rostros ocultos por máscaras o pañuelos, no eran normales.

Eran Saqueadores.

Los Saqueadores avanzaban sigilosamente, ocultando su presencia mientras se dirigían a la fortaleza de la Caravana del Oso Blanco.

La codicia llenaba los ojos que se veían a través de sus máscaras.

‘La Corona del Rey de los Espíritus.’

‘¡Mierda! Esta es mi oportunidad para cambiar mi destino.’

‘Si la consigo, podré vivir en lujo el resto de mi vida.’

El tesoro ciega a la gente.

La Corona del Rey de los Espíritus era lo bastante valiosa como para lograrlo.

La información sobre la Corona del Rey de los Espíritus en la Caravana del Oso Blanco se difundió rápidamente entre los Saqueadores.

No importaba quién empezó el rumor o quién filtró la información.

Lo que importaba era que obtener la Corona del Rey de los Espíritus podía cambiarles el destino.

Los Saqueadores actuaron de inmediato al recibir la información.

Sabían que mientras más dudarán, más se esfumaría la oportunidad.

A lo lejos vieron la fortaleza alzada en medio del desierto.

Podían distinguir a los Despertados apostados en las murallas.

Sin que nadie diera una orden concreta, algunos Saqueadores dieron un paso al frente.

Eran francotiradores de largo alcance.

“¡Je, je!”

“Empecemos.”

Unos empuñaban grandes rifles de francotirador, otros preparaban sus arcos.

Apuntaron al unísono y dispararon contra los Despertados en guardia.

Los Saqueadores estaban seguros de que sus blancos caerían. Sin embargo, al instante siguiente ocurrió algo inesperado.

¡Zing!

Un muro azul se formó frente a los Despertados, desviando balas y flechas.

Los Saqueadores reconocieron de inmediato la barrera azul.

“Es una barrera.”

“¡Mierda! Con razón su vigilancia parecía relajada.”

Los Saqueadores se miraron entre sí.

Normalmente, se habrían retirado en ese punto.

Atacar a guardias ya preparados solo incrementaría sus propias bajas. Pero los Saqueadores no se caracterizan por su racionalidad.

“La barrera no puede mantenerse para siempre. Pronto desaparecerá.”

“Si lanzamos un ataque total, podemos romperla rápido. ¡A atacar!”

Unos cuantos incitaron a los demás, que enseguida los siguieron.

“¡Ataquen!”

“¡A la carga!”

Los Saqueadores arremetieron como perros salvajes, compitiendo por quién llegaba primero.

Más de cien Saqueadores se descubrieron a la vez.

“¡Es un ataque!”

“Están atacando los Saqueadores.”

Gracias a la barrera, los Despertados de la Caravana del Oso Blanco salieron ilesos y dieron la voz de alarma.

“¡Prepárense para el combate!”

“¡A puestos!”

Dentro de la fortaleza, los Despertados estaban totalmente listos para enfrentar a los Saqueadores.

Alexandro y Damien observaban la escena.

“Tal como dijiste, atacaron de inmediato.”

“Los Saqueadores son iguales en todas partes. Sabía que se moverían en cuanto recibieran la información.”

“No esperaba un asalto tan repentino. Significa que alguien los está controlando.”

“Probablemente.”

“Será una noche larga.”

“Sí, una noche dura. Capitán, perdón por haberlo metido en esto.”

“Ni lo digas. Gracias a ti, Yakutsk volvió a la vida. Incluso si fuera algo peor, no te culparíamos.”

“Entonces nos encargaremos de quemarlos a fondo para que nadie se quede con remordimientos.”

“Estoy impaciente por verlo.”

En ese momento, los Saqueadores llegaron a la entrada de la fortaleza.

Damien dio la orden:

“Mátenlos a todos.”

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