Mago de Arena del Desierto Ardiente - Capítulo 134
Los ojos de Johan brillaban fríos detrás de sus lentes.
A sus espaldas, Kim Jae-kyung estaba de pie con las manos educadamente entrelazadas y la cabeza gacha.
No podía soportar mirarlo a los ojos.
Era porque había fallado en lavarles el cerebro a los miembros de la Caravana Oso Blanco, provocando que la situación se agravara.
Ese fracaso le había granjeado la hostilidad de la Caravana Oso Blanco y la convirtió en el hazmerreír de todos.
Pero ese no era el único problema.
Hoy estalló una serie de incidentes graves en Dongdaemun.
Uno de ellos involucró a Mandy, una supervisora directamente subordinada al Ayuntamiento, causando estragos.
Numerosos Despertados de Dongdaemun fueron desplegados para someterla, pero la operación fracasó.
Todos los Despertados sufrieron heridas de diversa gravedad y Mandy se marchó de Dongdaemun sin un rasguño.
Ese incidente por sí solo ya era una pérdida de prestigio significativa, pero luego ocurrió un gran incidente en la plaza.
Estalló una pelea entre Despertados que derivó en una explosión masiva que casi borró del mapa toda la plaza.
Por fortuna, no hubo víctimas, pero la sucesión de incidentes inquietó sobremanera a Johan.
Dongdaemun era su dominio.
Era su reino, que había gobernado durante décadas.
Hoy, su reino fue pisoteado y profanado.
Fue una humillación insoportable para Johan.
Tras un largo silencio, al fin habló.
—¿Identificaron a los que pelearon en la plaza?
—Se confirmó que uno es Zeon y se cree que el otro es del Distrito Este.
—¿Zeon y un Despertado del Distrito Este?
—¡Sí!
—Me desprecian… —musitó Johan, y los músculos de su mandíbula se crisparon.
Cualquiera podía entrar y salir de Dongdaemun libremente. A diferencia de Neo Seúl, los suburbios no tenían barreras que dividieran los distritos.
Sin embargo, cada distrito tenía reglas estrictas.
Romper esas reglas o pelear a voluntad equivalía a despreciar al gobernante.
Johan miró a Kim Jae-kyung.
—¿Qué opinas?
—No podemos dejar esto sin castigo.
—¿Entonces debemos declarar la guerra a Sinchon?
—Eso…
—¿O debemos declararle la guerra al Distrito Este?
—…
Kim Jae-kyung apretó los labios.
Una guerra con Sinchon era concebible, pero una guerra con el Distrito Este estaba fuera de toda discusión.
Había una brecha insalvable entre los suburbios y Neo Seúl.
Esa disparidad se extendía a los Despertados.
En cantidad y calidad, los suburbios jamás podrían igualar a Neo Seúl.
Por muy fuerte que fuera Dongdaemun, no podía compararse con el Distrito Este.
Declarar la guerra al Distrito Este era una derrota asegurada.
La única opción posible era una guerra con Sinchon.
Sin embargo, incluso eso resultaría en pérdidas significativas.
Además, el momento era pésimo.
Debido a la Caravana Oso Blanco, tanto Neo Seúl como todos los suburbios estaban en vilo.
—Si debilitamos nuestras fuerzas guerreando con Sinchon, nos volveremos presa de otras facciones.
—¡Ugh!
—Qué asco… Tenía tiempo sin sentirme así.
—Lo siento. Todo esto es por mis falencias…
Kim Jae-kyung bajó más la cabeza.
Johan la observó fijamente.
Bajo su mirada penetrante, Kim Jae-kyung se sintió aún más incómoda.
Después de lo que pareció una eternidad, Johan habló.
—Acepta la propuesta del Distrito Oeste.
—¿Qué?
—Dadas las circunstancias, debemos unirnos al Distrito Oeste y demostrar que no somos un blanco fácil. Si permanecemos pasivos a pesar del incidente en mi reino, los demás pensarán que pueden menospreciarnos.
La voz de Johan era gélida y afilada como una hoja.
La temperatura en la habitación pareció caer de golpe diez grados.
Kim Jae-kyung se estremeció en ese ambiente helado.
Johan no había terminado.
—Tú te encargarás de esto.
—Entendido.
—No falles esta vez. No voy a poder pasarlo por alto de nuevo.
—Tendré éxito.
La voz de Kim Jae-kyung tembló ligeramente.
Era su última oportunidad.
Si fallaba, la muerte sería lo de menos.
Sufriría un destino peor que la muerte, atormentada sin fin.
Kim Jae-kyung se mordió el labio hasta sangrar.
Damien estaba sentado en lo alto de una fortaleza hecha de contenedores apilados, mirando hacia Neo Seúl.
Neo Seúl lucía como una isla flotando sobre el desierto.
Todo en el mundo estaba ennegrecido, pero solo Neo Seúl brillaba con fuerza.
Los rascacielos que se elevaban y las luces deslumbrantes sobre las murallas colosales de la ciudad.
Una civilización espléndida reconstruida, largamente olvidada por la humanidad.
Solo los elegidos podían entrar en esta ciudad y fortaleza finales de la humanidad.
Esa era Neo Seúl.
Naturalmente, no era fácil para un forastero entrar y asentarse en Neo Seúl.
Había que ser un Despertado o poseer habilidades comparables.
Solo los elegidos podían vivir allí.
Para Damien y la Caravana Oso Blanco, que habían vivido en condiciones duras, Neo Seúl parecía una utopía de esta era.
Pero Damien lo sabía.
La realidad de la utopía distaba de ser hermosa.
Esa gran ciudad imponente estaba construida sobre incontables cadáveres.
Nadie recordaba su sacrificio.
Ni siquiera los que vivían dentro de la ciudad.
—Elfos, enanos y otras razas disfrutando de la civilización que la humanidad reconstruyó con tanto esfuerzo. Es verdaderamente irónico. Ellos son quienes arruinaron el mundo y mataron a mi padre.
En sus labios apareció una sonrisa seca, tan árida como el clima del desierto.
Damien nunca había olvidado el momento en que Beloff murió.
Su padre, Beloff, fue traicionado y asesinado por las razas de otro mundo y por humanos de El Harun.
La sangre que derramó y su último aliento quedaron grabados vívidamente en la mente de Damien.
Esos recuerdos jamás se borrarían, ni siquiera el día en que Damien muriera.
Ver Neo Seúl siempre le recordaba a Beloff.
Pensar en Beloff le traía, naturalmente, a las razas de otro mundo.
Cuando Damien pensaba en ellos, la sangre se le helaba y el odio le afloraba.
Damien pasó mucho tiempo apaciguando esas emociones.
Solo después de lograr calmar, hasta cierto punto, sus sentimientos agitados, escuchó la voz de Alexandro a sus espaldas.
—¡Damien!
—¿Sí?
Damien respondió con una sonrisa, como si nunca hubiera llevado esa expresión fría.
Alexandro se acercó.
—Has estado aquí arriba tanto rato que vine a ver si todo estaba bien.
—Solo estaba admirando las luces.
—¿Neo Seúl? Es todo un espectáculo. Nunca vi algo así en mi vida.
—Es fascinante.
—¿Qué cosa?
—Que brille tanto y aun así los monstruos no la ataquen.
—Es cierto. Con todas esas luces encendidas de noche, ¿por qué los monstruos dejan en paz a Neo Seúl?
El desierto estaba atestado de monstruos.
Así como los océanos de antaño estaban llenos de peces, el desierto ahora estaba lleno de monstruos.
Desde la superficie hasta el subsuelo, e incluso los cielos estaban dominados por monstruos.
En comparación, el territorio que controlaban los humanos era diminuto.
Los monstruos no permitirían que los humanos establecieran ninguna estructura importante.
Cada vez que los humanos construían algo llamativo, los monstruos atacaban de inmediato.
Esa era la naturaleza de los monstruos.
Por eso las murallas de la Colonia de Yakutsk fueron quebrantadas varias veces durante su establecimiento.
Cada vez, los humanos se unieron para resistir los ataques y reconstruir las murallas.
Solo después de soportar tales penurias se completó la colonia. Pero aun así, la Colonia de Yakutsk era pequeña y pobre si se la comparaba con Neo Seúl.
Esto no era inusual.
La mayoría de las colonias que la Caravana Oso Blanco había visitado estaban en situaciones similares a Yakutsk.
Si una colonia era demasiado grande o llamativa, atraerían la atención de los monstruos.
Debía construirse lo más discretamente posible.
Por eso la mayoría de las colonias no podían pasar de un nivel de desarrollo medieval.
Pero Neo Seúl era diferente.
La civilización de la edad dorada de la humanidad estaba plenamente reconstruida allí.
Edificios que se elevaban hasta el cielo y luces deslumbrantes que iluminaban la noche.
Todas las condiciones para atraer la atención de los monstruos estaban presentes.
Y aun así, los monstruos no se acercaban a Neo Seúl.
Era como si le tuvieran miedo a Neo Seúl.
La mirada de Damien se desvió hacia el mamut a un lado de la fortaleza.
Entre los monstruos, era de los relativamente intactos. Pero seguía siendo un monstruo.
Un monstruo grande con una fuerza formidable.
La mayoría de los monstruos ni siquiera podían acercarse al mamut debido a su abrumadora presencia.
Si bien las habilidades de Damien eran la razón principal por la que habían llegado a salvo a Neo Seúl, el mamut también jugó un papel importante.
El mamut era así de poderoso. Pero incluso él tenía miedo de acercarse más a Neo Seúl.
Algo en Neo Seúl claramente infundía temor a los monstruos.
La gente decía que había una fuerza antimágica en Neo Seúl, pero Damien creía que había algo más.
Tras escuchar toda la reflexión, Alexandro preguntó:
—Entonces, ¿qué es?
—No lo sé.
—¿No lo sabes?
—Si todos lo supieran, no sería un secreto, ¿no?
—Pero tú no eres “todos”, ¿cierto?
—Eso sí.
Damien soltó una risita.
Alexandro sonrió de forma similar.
Sus sonrisas eran muy parecidas, tras largos años compartidos.
En ese momento.
¡Woong!
Una poderosa vibración se sintió dentro de la fortaleza.
El rostro de Damien se volvió súbitamente frío.
—Está dando lata otra vez.
—¡Hmm!
—¿Se está debilitando el sello?
—¿Quieres revisar?
—¡Sí!
Ambos bajaron juntos las escaleras.
Se dirigieron al quinto piso, justo abajo.
Los artículos que habían descargado en Neo Seúl estaban guardados en los primeros tres pisos.
Los verdaderamente importantes estaban en el cuarto y quinto.
El cuarto piso albergaba objetos excavados de mazmorras, mientras que el quinto contenía “ese”.
El quinto piso era un área especial.
Solo Damien y Alexandro tenían acceso.
Una barrera azul se extendía por la entrada del quinto piso.
Cuando Damien puso la mano sobre ella, la barrera se levantó.
Era un círculo mágico que solo Damien podía desactivar.
Ambos atravesaron la entrada hacia el almacén del quinto piso.
Dentro, al igual que en la entrada, reinaba una mística luz azul.
En medio de aquella luz ondulante, algo flotaba.
Una corona se mantenía suspendida en el aire, sin apoyo alguno.
Engastada con una gema azul en el centro, la corona emanaba un aura misteriosa.
La mirada de Damien hacia la corona era fría.
—La Corona del Rey Espíritu.
Ese era el nombre de la corona flotante.
A pesar de su apariencia misteriosa y hermosa, era un objeto maldito empapado en la sangre de muchos.
Se hicieron muchos sacrificios para obtener la Corona del Rey Espíritu.
Era el objeto más precioso y peligroso que la Caravana Oso Blanco había traído.
Por ello habían instalado un círculo de sellado específicamente en el almacén del quinto piso.
Cualquier otro objeto habría visto su poder debilitado. Pero la Corona del Rey Espíritu, en lugar de debilitarse, estaba emitiendo su poder con fiereza a pesar del círculo de sellado.
Alexandro habló.
—El círculo de sellado no aguantará mucho más. A este ritmo, los de Neo Seúl también lo notarán.
—Entonces es momento de tender el anzuelo.
—¿Así que empieza?
—Sí.
—Se desplegará un gran escenario de caos.
—Lo siento. Por mi culpa, los miembros de la caravana están siendo arrastrados a esto.
—No digas eso. No habríamos llegado hasta aquí sin ti. Nuestras vidas son un regalo tuyo. Así que no hables de arrepentimiento o futilidad. Compartimos un mismo destino.
—Que arda todo con fiereza.
En los ojos fríos de Damien, titiló un fuego extraño.