Maestro del Debuff - Capítulo 906
Mientras el Gremio Aplastacabezas comenzaba a sembrar el caos en toda la ciudad.
—¡Hermano! ¡Los herejes han aparecido en el distrito oeste de la ciudad!
Andariel recibió un reporte de los Ángeles Caídos bajo su mando: los humanos habían aparecido en la ciudad.
—¡La audacia de esas alimañas…! —gruñó furioso.
Había recibido información de que los herejes que atacaban el puerto del este se habían retirado de repente, ¿y ahora reaparecían en el extremo opuesto de la ciudad?
Sólo podía haber una razón detrás de eso.
—¿¡Esos malditos herejes se atreven a jugar con nosotros!? —rugió Andariel, apretando los puños lleno de ira.
A sus ojos, todas las formas de vida inteligente de este mundo no eran más que plagas que debían ser erradicadas. Sin embargo, ahí estaba él, siendo obligado a correr de un lado a otro como un tonto por los mismos humanos que despreciaba.
—¡Mátenlos a todos, hermanos y hermanas!
Sin dudarlo, ordenó a sus ángeles eliminar a los herejes del oeste.
—¡Sí, hermano!
—¡Vamos! ¡A masacrar a esos herejes!
—¡Muerte a todos los herejes!
Los Ángeles Caídos alzaron el vuelo de inmediato hacia el distrito oeste.
Pero poco después de que partieran—
—¡Hermano!
Otro ángel llegó volando hacia Andariel con un informe urgente.
—¡Los herejes han aparecido en el distrito norte!
Y eso no era todo…
—¡Un grupo de herejes también ha aparecido en el sur!
—¡El centro de la ciudad está bajo ataque! ¡Los herejes están atacando a nuestros hermanos y hermanas!
Los reportes llegaban de todas direcciones.
—¿¡E-Esos malditos herejes realmente se atreven a resistirse contra nosotros!? ¡Hermanos y hermanas! ¡Mátenlos a todos! ¡Registren cada rincón de la ciudad y exterminen a los herejes! ¡No dejen ni uno solo con vida! —rugió Andariel, con la furia estallando dentro de él.
A su orden, los Ángeles Caídos se dispersaron por toda Ciudad Marina para cazar a los herejes.
Mientras tanto, Seung-Gu lideraba a mil quinientos miembros del gremio para asediar el distrito norte de la ciudad.
Siegfried planeaba escapar por el sur junto con el Sumo Sacerdote y sus seguidores. Para asegurar su paso seguro, Seung-Gu dirigía una gran fuerza en la dirección opuesta y mantenía ocupados a los Ángeles Caídos.
Todo iba de acuerdo al plan; el caos jugaba a su favor.
Gracias al alboroto causado por los miembros del gremio, Siegfried y sus fuerzas élite lograron acercarse al templo con pocos inconvenientes.
Sin embargo, Siegfried no estaba simplemente confiando en la suerte y esperando que el plan funcionara.
—Por aquí. Síganme.
Siegfried era extremadamente astuto. En lugar de tomar la calle principal, utilizaba los edificios a su alrededor.
¡C-CRACK!
Agarró la perilla de una mansión cercana, rompiéndola en pedazos con su mano y haciendo que la puerta se abriera de par en par sin resistencia. Luego se volvió hacia su equipo y les hizo una señal: —Vamos.
—Wow… —murmuró Yong Seol-Hwa, sin poder ocultar su asombro.
En vez de moverse por las calles, la estrategia de Siegfried de avanzar por dentro de los edificios minimizaba las posibilidades de ser descubiertos por los ángeles que patrullaban desde el cielo.
Era una jugada realmente brillante.
Al evitar las rutas abiertas, evadían la vigilancia aérea, lo que les daba un camino mucho más seguro hacia su destino. Por supuesto, eso no era todo lo que Siegfried hacía.
Usaba la Clarividencia de Inzaghi para escanear los alrededores, permitiéndole guiar a su grupo sin cruzarse con ninguna patrulla. A pesar de estar cruzando una ciudad infestada de Ángeles Caídos que patrullaban el cielo nocturno, no se habían topado con ni un solo enemigo.
Por supuesto, eso también era gracias a Seung-Gu y los miembros del Gremio Aplastacabezas, quienes constantemente atraían la atención del enemigo.
Justo cuando el grupo de Siegfried alcanzó la parte trasera de la mansión—
—¡Hiyaaah!
Una chica apareció de repente y le lanzó un sartenazo.
Siegfried ya sabía quién estaba en la mansión y dónde se escondían gracias a la Clarividencia de Inzaghi, así que esquivó fácilmente el ataque con el sartén.
No es que el ataque de una NPC ordinaria le hubiera hecho ni un rasguño, de todos modos.
La atrapó al vuelo y dijo: —Tranquila. Somos Aventureros. Estás a salvo.
—¿D-De verdad?
—Sólo estamos pasando. Quédate escondida y estarás bien.
—O-Okay…
—Es peligroso afuera. Quédate adentro y sigue oculta.
—L-Lo entiendo…
—En fin, nos vamos ya.
Dejando a la chica atrás, Siegfried y su grupo se escabulleron por la puerta trasera y desaparecieron entre los callejones.
Siegfried pasó junto al templo dedicado a Neptuno, el Dios del Mar.
Había Ángeles Caídos por todos lados, buscando al Sumo Sacerdote y sus seguidores.
‘Diviértanse,’ pensó Siegfried, echando un vistazo breve al templo en llamas antes de continuar.
El Sumo Sacerdote y sus seguidores no estaban escondidos dentro del templo. Se ocultaban en el sótano de una mansión en ruinas a unos cinco kilómetros de distancia.
Un pasaje subterráneo secreto conectaba el templo con la mansión.
—Esperaremos aquí —señaló Siegfried a su equipo.
Se ocultaron en un callejón oscuro, esperando que una patrulla de Ángeles Caídos pasara, pero…
Un enjambre de moscas comenzó a rodearlos.
“…”
Siegfried se quedó sin palabras cuando las moscas lo rodearon solamente a él.
Sin embargo, no era tan extraño que las moscas se sintieran atraídas sólo por él, ya que estaba empapado en inmundicia y aguas negras.
Pero aún así, ¿por qué sólo a él?
Buzz… Buzz…
A pesar de que los demás estaban justo a su lado, las moscas lo ignoraban por completo y sólo se arremolinaban alrededor de Siegfried.
—¡Kyu! ¡Las moscas están encima de ti, dueño punk! —se burló Hamchi.
—¡C-Cállate! —bufó Siegfried.
—¡Ahora eres uno con las moscas! ¡Kyuu! ¡Juntos por siempre!
—Te dije que te calles. Te advierto… —gruñó Siegfried, lanzándole una mirada amenazante.
Deseaba con toda el alma agarrar al hámster de las orejas y sacudirlo con fuerza, pero no era el momento. Estaban en el corazón del territorio enemigo, con decenas de ángeles patrullando por todos lados.
—Vámonos.
Siegfried condujo al grupo cuando los Ángeles Caídos desaparecieron de la vista.
Finalmente llegaron a la mansión.
Siegfried forzó la cerradura, se deslizó hacia el interior y descendió al búnker subterráneo oculto.
Allí encontraron al Sumo Sacerdote y a los clérigos de la Iglesia de Neptuno escondidos.
—¡Oh, Dios mío!
—¡Neptuno no nos ha abandonado!
—¡Ah! ¡La esperanza no está perdida!
Al ver a Siegfried y los demás llegar a su rescate, el Sumo Sacerdote y sus seguidores clamaron a su dios, Neptuno, alabando su nombre.
Irónicamente, su dios, Neptuno, había guardado silencio todo ese tiempo, como si fuera ajeno a su sufrimiento.
El Sumo Sacerdote, Nereus, tomó la mano de Siegfried y dijo: —Agradezco a Su Majestad desde el fondo de mi corazón. Que la bendición de Neptuno lo acompañe siempre.
—Debió haber sido difícil para usted. Me alegra mucho que estén bien —respondió Siegfried, estrechándole la mano con firmeza.
—Jajaja… Sólo seguía vivo porque aún no puedo morir… —dijo Nereus con una risa débil.
—Sí, debe vivir para reconstruir la Iglesia de Neptuno —afirmó Siegfried.
—Jajaja…
—¿Cuántos son? —preguntó Siegfried.
—Alrededor de ciento cincuenta, Su Majestad.
—Hmm… Es un grupo bastante grande, pero creo que podremos salir —dijo Siegfried, frotándose la barbilla. Luego dio la orden: —Movámonos. Pronto amanecerá, así que tenemos que salir de la ciudad antes de que salga el sol.
—Sí, Su Majestad.
—Ah, también… ¿La reliquia sagrada…? —preguntó Siegfried con cautela.
—Es esta —respondió Nereus, mostrando un tridente.
[Tridente del Dios del Mar]
[La reliquia sagrada de la Iglesia de Neptuno.]
[Es una reliquia santa que contiene los poderes de Neptuno, el Dios del Mar.]
[Tipo: Arma]
[Clasificación: Mítica]
[Durabilidad: 473/500]
[Poder de Ataque: ?]
[Poder Mágico: ?]
[Efectos: ?]
[Nota 1: Se cree que la joya roja incrustada en el tridente contiene la sangre de Neptuno.]
[Nota 2: Sólo aquellos elegidos por Neptuno pueden blandir este tridente.]
‘¿Esa es la Sangre de Neptuno?’ pensó Siegfried al observar la joya roja.
La joya, un rubí, contenía un líquido rojo en su interior.
—¿Podrías… darme esa reliquia sagrada? —preguntó Siegfried con cautela.
—¡Por supuesto! —respondió Nereus y le entregó el tridente sin dudarlo.
La razón por la que Nereus entregó tan fácilmente el Tridente del Dios del Mar a Siegfried no era sólo porque los había rescatado. Siempre que un NPC con inventario espacial moría, su inventario desaparecía junto con él.
En otras palabras, todos los objetos de su inventario caerían al morir.
Era imposible que Nereus protegiera la reliquia si llegaba a morir.
Por otro lado, Siegfried era un Aventurero, así que las probabilidades de que perdiera el Tridente del Dios del Mar eran muy bajas, incluso si moría.
Además, Siegfried ya había demostrado ser de confianza y el Consejo Religioso del Continente lo respaldaba.
Nereus sabía que entregarle el Tridente del Dios del Mar a Siegfried era la opción más segura que tenía en ese momento.
[¡Alerta: Has obtenido el Tridente del Dios del Mar!]
Después de recibir la reliquia sagrada de Nereus, Siegfried se puso en marcha de inmediato.
—Movámonos.
—Sí, Su Majestad.
Con el Sumo Sacerdote de la Iglesia de Neptuno, Nereus, junto con ciento cincuenta seguidores, Siegfried iniciaba la siguiente fase de la operación de rescate: escapar de Ciudad Marina.
Mientras tanto, Andariel llegó a la conclusión de que debía haber una razón detrás de que los herejes estuvieran apareciendo por toda la ciudad causando estragos.
Según los reportes que había recibido, notó algo extraño que no tenía sentido.
—Esas alimañas…
Andariel gruñó, rechinando los dientes mientras la rabia lo consumía.
—Están tratando de rescatar a los seguidores del dios falso.
Esa era la única conclusión que tenía sentido para él.
Según lo que había recopilado, los herejes estaban causando destrozos por toda la ciudad pero evitando cualquier enfrentamiento directo.
Eso sólo podía significar que trataban de servir como distracción.
—Así que las ratas intentan escapar, ¿eh? —murmuró Andariel, mostrando una sonrisa escalofriante.
¡Whoosh!
Extendió sus alas y voló directo al cielo.
Al mismo tiempo, Siegfried guiaba a los clérigos hacia las alcantarillas.
—¡Escúchenme, herejes!
La voz de Andariel reverberó por toda la ciudad.
—¡Sé que están intentando sacar a esos patéticos seguidores de dioses falsos fuera de esta ciudad! ¡Pero es inútil! ¡Ninguna criatura en este mundo escapará de la ira del cielo!
Luego, procedió a hacer una oferta.
—¡Seguidores de dioses falsos! ¡Les daré una oportunidad para expiar sus pecados! ¡Alcen la voz y revelen su ubicación! ¡Si lo hacen, les perdonaré la vida! ¡La verdadera redención espera a quienes se aparten de sus caminos blasfemos y se arrepientan!
Justo después de su oferta tentadora, Andariel la acompañó con una amenaza.
—¡Nadie saldrá de esta ciudad! ¡La ira del cielo caerá sobre cada uno de ustedes! ¡Revelen su ubicación, y les perdonaré la vida! ¡Además, personalmente les daré una gran recompensa!
—No le crean. Todos ustedes saben que está mintiendo, ¿verdad? Sólo quiere saber dónde estamo—
—¡¡Aquí!! —gritó uno de los paladines saliendo corriendo del callejón, directo hacia un Ángel Caído que patrullaba—. ¡¡Los herejes están aquí!!
—¡Ese imbécil! ¡¿Puedes al menos fingir que lo pensaste antes de traicionarnos?! ¡¡Maldita sea!! —Siegfried rugió.
Ni en sus peores pesadillas habría imaginado que tomaría menos de un minuto para que un miembro del clero cayera ante las mentiras obvias de Andariel.
Bueno, eso ya no importaba.
El paladín gritó: —¡Oh, Ángeles! ¡¡Me arrepiento!! ¡¡Los guiaré hacia los herejes!! —señaló el callejón donde Siegfried y los demás se escondían, saltando y gritando para atraer la atención de los Ángeles Caídos.
—¡Por aquí! —gritó.
Los Ángeles Caídos reaccionaron de inmediato.
—¡Hermanos y hermanas! ¡Los herejes se esconden aquí!
—¡Muerte a los herejes!
—¡Cacéenlos!
Entonces, los Ángeles Caídos que estaban dispersos por toda la ciudad se volvieron repentinamente y volaron directo hacia el callejón donde Siegfried y los demás se ocultaban.