Maestro del Debuff - Capítulo 901

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—Siegfried van Proa.

—¿Sí, Su Majestad Imperial?

—Parece que otro Aventurero, siguiendo tus pasos, ha sido coronado rey.

Había un matiz sutil, casi insinuante, en el tono del emperador Stuttgart.

‘Ah, claro… No debe de estar muy contento’, Siegfried más o menos podía adivinar lo que pasaba por la mente del emperador.

En este mundo, la única persona con autoridad para conceder el título de rey a un Aventurero era el propio emperador Stuttgart.

En otras palabras, Cain había fundado un reino y se había coronado rey sin el permiso del emperador.

No había forma de que eso le sentara bien a Stuttgart.

—¿No es esa una decisión que solo Su Majestad Imperial puede tomar?

—¿Eso crees?

—Sí, Su Majestad.

—Tengo más curiosidad por saber si ese Aventurero realmente es digno de tal título.

Siegfried entendió de inmediato a qué se refería el emperador. ‘Así que está molesto porque Cain se coronó sin permiso, pero al menos le dará la oportunidad de justificarse. Si no logra impresionar al emperador, probablemente borrará su reino del mapa.’

Si Cain cometía el más mínimo error y provocaba al emperador, el Reino de Arkasas pasaría a la historia como la nación más efímera de todos los tiempos.

Por supuesto, en este mundo no existía el récord Guinness.

—De cualquier modo, iré personalmente a reunirme con ese tal Cain —dijo el emperador Stuttgart.

—Sí, Su Majestad Imperial. Le deseo una grata reunión —respondió Siegfried con una reverencia.

—Nos veremos la próxima semana.

Con esas palabras, el emperador Stuttgart se giró y partió para encontrarse con Cain.

‘¿Qué será lo que Cain va a decirle?’ Siegfried estaba muriéndose de ganas de espiar esa conversación.

Pero se contuvo.

Si lo descubrían usando a los Night Stalkers para escuchar a escondidas, toda la confianza que había construido con tanto esfuerzo con el emperador se iría al demonio en un instante.

‘Bueno, no es mi problema. Mejor me ocupo de mis propios asuntos.’

Dejando esos pensamientos de lado, Siegfried se dirigió hacia la puerta de teletransporte que lo llevaría de vuelta al Reino de Proatine.

Cuando Siegfried salió del Palacio de Sangre…

—Es un honor estar en presencia del más exaltado soberano del gran Imperio Marchioni —Cain se postró, inclinándose profundamente ante el emperador Stuttgart.

Cain se había quitado la máscara o el casco para esta ocasión.

¿Por qué?

Porque estaba ante el emperador Stuttgart.

Atreverse a cubrirse el rostro con una máscara o casco habría sido un insulto, y lo habrían ejecutado en el acto antes de siquiera entrar a la sala del trono.

Irónicamente, al emperador Stuttgart no le interesaba en absoluto ese Aventurero llamado Cain, así que en realidad le daba igual si mostraba su rostro o no.

—Así que tú eres el Aventurero Cain —preguntó el emperador.

—Sí, Su Majestad Imperial —respondió Cain con una reverencia.

—¿Qué asunto te trae, que pediste audiencia conmigo?

Cain bajó la cabeza y dijo:

—He venido… a solicitar un castigo, Su Majestad Imperial.

—¿Mmm? ¿Un castigo?

—Sí, Su Majestad Imperial.

—Supongo que tendrás un buen motivo para venir hasta aquí solo para pedir ser castigado.

—Sí, Su Majestad Imperial. He participado en una gran guerra en la región sur del continente de Nurburg, mientras el gran Imperio Marchioni se hallaba sumido en la guerra civil.

—Continúa.

—En medio de esa guerra, innumerables civiles sufrieron y muchos soldados perecieron. Por ello, yo… —Cain respiró hondo antes de continuar.

Le explicó por qué había fundado un reino y se había coronado rey, cómo la devastación de la guerra había dejado la región sur en el caos y cómo buscaba restaurar el orden.

Pero eso no era todo…

Cain fue brutalmente honesto con el emperador.

—La verdad es que… desde hace mucho albergo la ambición de convertirme en rey. Cuando el mundo cayó en la agitación, vi una oportunidad para restaurar el orden y al mismo tiempo cumplir mis ambiciones. Por eso la aproveché.

—Eres bastante honesto —dijo el emperador Stuttgart con una sonrisa, complacido de que Cain no intentara mentirle—. Entonces, en resumen… fundaste un reino y ascendiste al trono sin mi permiso, y por eso vienes a solicitar castigo.

—Así es, Su Majestad Imperial.

—Dime entonces, ¿qué castigo deseas recibir? —preguntó el emperador con una sonrisa, pero con un tono escalofriante—. No habrás venido solo para pedirme que borre de un plumazo tu recién fundado reino, ¿verdad?

—Imploro la gracia y misericordia de Su Majestad Imperial —exclamó Cain, postrándose aún más—. Si puedo hablar con franqueza, no deseo recibir un castigo tan severo.

—¿Entonces qué es lo que deseas?

Cain levantó la cabeza y declaró con firmeza:

—El Reino de Arkasas y yo, Cain, seremos el leal sabueso de Su Majestad Imperial.

—¿Un sabueso leal?

—La voluntad de Su Majestad será mi mandato. Sin importar cuál sea.

—¿Incluso si eso implica soportar las pruebas y los sufrimientos más duros?

—Sí, Su Majestad Imperial —afirmó Cain con resolución. Luego, volvió a postrarse—. Si Su Majestad me concede su misericordia, cumpliré cualquier orden que me imponga.

—Eso me agrada. Me has ofendido, pero tu honestidad me ha complacido —dijo el emperador, asintiendo.

—Estoy eternamente agradecido, Su Majestad Imperial.

—De hecho, hay un asunto que requiere atención. Debo decir que tu llegada ha sido bastante oportuna.

—Por favor, ordene, mi señor. Y obedeceré.

—La guerra civil aún no ha terminado. No se considerará concluida hasta que el último de los rebeldes haya sido erradicado.

—Estoy totalmente de acuerdo, mi señor.

—Te encargarás de eliminar a los rebeldes que quedan.

—¡Mi señor! ¡Me entregaré en cuerpo y alma para cumplir la voluntad de Su Majestad!

Cain aceptó de inmediato la orden del emperador.

‘Esta es mi oportunidad’, pensó.

Era justo lo que necesitaba.

No solo obtendría el perdón imperial, sino que además lograría una gran hazaña militar que lo haría ganar prestigio ante la persona más poderosa del mundo.

—Una vez que envíe mi decreto imperial, marcharás hacia la fortaleza de los rebeldes y establecerás una base avanzada. ¿Puedes hacerlo?

—Sí, Su Majestad Imperial.

—Bien —dijo el emperador con una sonrisa.

Mientras tanto, Cain era completamente ajeno a un detalle importante. La supuesta fortaleza rebelde en realidad se encontraba en otro mundo, el mundo de la Raza Coral.

—Y una cosa más. Una vez que asegures la base avanzada, Siegfried van Proa se unirá a ti —añadió el emperador.

—¿Qué?

—Él será mi representante como comandante supremo y liderará a todos en la batalla.

En ese momento…

‘¡¿Me estás jodiendo?!’

Cain terminó maldiciendo por dentro. No importaba cuánta sangre y sudor invirtiera en esta misión, al final Siegfried van Proa sería quien se llevaría toda la gloria.

‘Maldita sea… No me queda de otra…’

Estaba furioso, pero no tenía más opción que tragarse el orgullo y aceptar la orden del emperador.

¿Por qué?

Porque si mostraba la más mínima señal de desagrado, no solo perdería la vida, sino que todo el Reino de Arkasas sería borrado del mapa en un instante.

Al regresar al Reino de Proatine, Siegfried se reunió con Michele y le contó todo lo sucedido.

—Ha hecho usted un trabajo increíble, Su Majestad. Gracias a sus esfuerzos, los intereses nacionales de nuestro reino se han expandido de forma significativa —dijo Michele.

Su rostro mostraba profunda admiración, claramente emocionado por las hazañas de Siegfried.

—¿Oh? ¿En serio?

—Nuestro superávit comercial ha aumentado más de un setecientos por ciento.

—¿¡Qué!?

Siegfried quedó atónito por el informe de Michele.

Antes de que Siegfried partiera para unirse a la guerra civil del Imperio Marchioni, Michele había anticipado las intenciones del emperador Stuttgart. Tras consultarlo con Siegfried, comenzó operaciones comerciales partiendo del supuesto de que el imperio saldría victorioso.

Como resultado, el superávit comercial del Reino de Proatine ya estaba asegurado, pero nadie esperaba que se disparara en un asombroso setecientos por ciento.

—Su Majestad.

—¿Sí?

—Con estos ingresos comerciales, hemos asegurado fondos suficientes para cubrir el presupuesto de los próximos cinco años.

—¿¡Qué!?

—Eso con base en la estimación de este año. Si mantenemos el ritmo actual, podríamos prescindir de cobrar impuestos durante los próximos cinco años.

—Wow…

Siegfried ni siquiera podía imaginar cuánto dinero habían ganado esta vez. Aunque el Reino de Proatine seguía siendo una potencia emergente, su presupuesto anual no era poca cosa, ¡¿y ahora tenían reservas para cinco años?!

Al parecer, la apuesta que había hecho sí que había rendido frutos.

Por otro lado, las naciones e inversionistas privados que habían respaldado a los rebeldes seguramente ya habían sufrido pérdidas catastróficas. Lo más probable era que muchos ya estuvieran probando la temperatura del río Piaro…

—Con este nivel de superávit, podríamos urbanizar la totalidad del territorio del reino, Su Majestad.

—Wow…

—Además, podríamos acelerar la investigación en varias tecnologías e invertir en el desarrollo de armamento para fortalecer nuestras fuerzas armadas.

—¿Oh? ¿En serio?

—Sí, Su Majestad.

—Entonces, procedan con todo de inmediato. Ah, pero asegúrate de discutir el presupuesto con sir Schmidt y que se haga.

—Entendido.

—Buen trabajo.

Con eso, Siegfried se dirigió al taller de Quandt.

Quería mostrarle a Quandt las armas usadas por los Coralitas y también revisar el progreso de la investigación sobre la Omnistone.

—Bienvenido, Su Majestad —lo saludó Quandt con su habitual calidez.

—Justo estaba investigando la Omnistone.

—¿Ah, sí? ¿Cómo va?

—Con la Omnistone, creo que puedo forjar un nuevo conjunto de armadura para Su Majestad.

—¡Ooooh!

Siegfried se emocionó con la noticia. Ya era hora de reemplazar el equipo que Yong Seol-Hwa le había creado.

Claro, hasta ahora le había servido bien, pero no sabía cuándo tendría que enfrentar enemigos aún más fuertes.

Así que no podía permitirse descuidar la mejora de su equipo.

—Si me da algo de tiempo, le crearé una armadura digna de Su Majestad —exclamó Quandt con confianza.

—La esperaré con ansias —respondió Siegfried con una sonrisa.

Luego abrió su inventario y sacó las armas usadas por los Coralitas.

—¡Oh!

En cuanto Quandt vio las Lightswords, sus ojos se iluminaron con fascinación, incluso antes de que Siegfried pudiera explicarle nada.

—Estas armas… no son de este mundo —dijo Quandt.

—Correcto —asintió Siegfried—. Pertenecen a una raza de otro mundo llamada la Raza Coral. Las llaman Lightswords.

—La composición del material, el acabado, la estructura… jamás he visto algo así.

Incluso Quandt encontraba extrañas las armas usadas por los Coralitas.

—¿Puedes analizarlas? —preguntó Siegfried.

—¡Por supuesto! ¡Encontrar algo así despierta mi curiosidad! ¡Jajaja! —rió Quandt.

—¿Y esto qué te parece? —preguntó Siegfried, sacando de su inventario la Túnica de los Muertos y mostrándosela a Quandt.

—¡E-eso es…! —exclamó Quandt, con los ojos desorbitados.

—Sip, exacto. La tomé cuando capturamos a Giorgetto —dijo Siegfried con una sonrisa traviesa.

Verdaderamente tenía nervios de acero, considerando que había robado un tesoro imperial.

—Esta… es una túnica tejida con plumas del Fénix Negro, una bestia mítica.

—¿Fénix Negro? ¿No se supone que los fénix son rojos?

Cuando uno piensa en un fénix, normalmente imagina un majestuoso pájaro envuelto en llamas.

—Normalmente sí. Pero existe una criatura considerada una especie superior de fénix. Se le considera una entidad de primer nivel incluso entre las bestias míticas. Más que un ser viviente, se acerca más a ser una ley del universo.

—¿Eh?

—Esta túnica… —murmuró Quandt. Y continuó—. Fue confeccionada con las plumas de un cuervo de tres patas.

—¿Un cuervo de tres patas…? —Siegfried ladeó ligeramente la cabeza. Luego murmuró—. ¿Te refieres al Cuervo de Tres Patas?

Hasta donde sabía, la única referencia que tenía a un cuervo de tres patas era la Aparición del Cuervo de Tres Patas.

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