Maestro del Debuff - Capítulo 1078
“¿C-Cómo pudo pasar esto…?”
Deldelos no podía entender cómo habían visto a través de su plan.
Y, siendo sinceros, no tenía sentido.
Desde un punto de vista lógico, las Fuerzas Aliadas no tenían manera de conocer el movimiento de las tropas de la Alianza Sagrada.
No era como si tuvieran aeronaves en el cielo, ni tampoco habían enviado exploradores.
‘¿Tenemos un espía en el centro de mando?’
Deldelos empezó a sospechar una filtración de información, porque no había otra explicación de cómo un plan tan impecable había quedado expuesto.
Sin embargo, lo que él no sabía —o más bien, lo que jamás se le habría ocurrido ni en sus sueños más locos— era que un satélite artificial en el cielo estaba rastreando cada movimiento de la Alianza Sagrada.
“¡S-Señor! ¡Las Fuerzas Aliadas han rodeado a nuestras tropas!”
“¡Nuestras tropas emboscadas están siendo aniquiladas!”
“¡Ya alcanzaron a nuestras tropas en retirada!”
Las malas noticias empezaron a llegar una tras otra, y ni una sola era favorable para la Alianza Sagrada.
‘¡N-No…! ¡Esto no puede estar pasando!’, Deldelos empezó a entrar en pánico. Esta operación era su primera misión como Comandante Supremo, y estaba a punto de terminar en un desastre total. Fuera cual fuera la razón, los gobernantes de la Alianza Sagrada no iban a ver esto con buenos ojos.
Quería demostrar su valor ante la Alianza Sagrada y ante todo el continente, pero lo único que había hecho era dejar al descubierto su falta de experiencia.
‘¡No puedo dejar que termine así!’, pensó, sintiendo que su vida estaba en peligro.
La atmósfera dentro de la Alianza Sagrada era extremadamente volátil últimamente. Un error, y le rodaba la cabeza. Si su primer combate como Comandante Supremo terminaba en un fracaso tan catastrófico, no se quedaría solo en perder el puesto.
Ejecución.
Había una alta probabilidad de que lo mataran como castigo por la derrota.
Un escalofrío le recorrió la espalda a Deldelos al pensar que podría perder la vida antes siquiera de mostrar de lo que era capaz.
‘¡N-No! ¡No puedo permitir que eso pase!’
La derrota ya era inevitable, pero por lo menos tenía que hacer algo para poder alegar que pelearon con valentía e infligieron daño al enemigo. Esa era la única forma de evitar la ejecución.
En ese caso…
“Desplieguen diez Ángeles Caídos de Alto Rango”, ordenó Deldelos.
Decidió jugar la carta oculta que había guardado en reserva por si acaso. Cada Ángel Caído de Alto Rango poseía un poder de combate equivalente al de un guerrero de nivel Maestro o superior; así que tener a diez de ellos en el mismo campo de batalla significaba que podían aniquilar prácticamente a cualquiera.
“Díganles a los Ángeles Caídos de Alto Rango que eliminen a los enemigos más fuertes”, añadió.
Deldelos planeaba usarlos para ir por las piezas clave de las Fuerzas Aliadas. Si el plan salía, entonces aunque perdieran esta batalla, seguiría siendo un intercambio que valía la pena.
Un solo Maestro valía más que cien mil soldados comunes. Aunque no pudiera ganar, podría justificar la pérdida eliminando a los miembros clave del enemigo.
“Te voy a dar mi carne… pero a cambio, te voy a romper los huesos”, gruñó Deldelos entre dientes. Tras dar sus órdenes, tomó el whisky de su escritorio y se lo empinó, intentando calmar la sed.
Los dados ya estaban echados, y lo único que podía hacer era esperar el resultado… un resultado favorable.
Las Fuerzas Aliadas se lanzaron hacia adelante con un ímpetu imparable después de asestar un golpe devastador a las fuerzas de la Alianza Sagrada.
Sus enemigos ya estaban bastante exhaustos, así que la batalla les favorecía muchísimo.
Además, quien lideraba la carga no era otro que Siegfried y los demás Maestros.
“¡Bwahaha! ¡Patéticos débiles!”
El Rey Mendigo, Beggarius —un Maestro del Departamento de Inteligencia de las Fuerzas Aliadas— estaba en el campo de batalla, demostrando exactamente por qué se había ganado su lugar entre la élite del continente.
Lo consideraban el más débil entre los Maestros, pero comparado con soldados normales, la diferencia de poder era como la distancia entre el cielo y la tierra.
¡Bam! ¡Bam! ¡Bam!
Sus palmadas y patadas caían con tal fuerza que los caballeros de la Alianza Sagrada se derrumbaban de un solo golpe.
Era el más débil, pero incluso el tigre más débil sigue siendo un tigre. Si lo sueltas en un rebaño de ovejas, hasta el tigre más débil despedaza a las ovejas en una masacre unilateral.
Lo mismo ocurría con el Rey Leonid.
“¡Vengan si se atreven!”
Mataba de cuatro a cinco soldados enemigos con un solo puñetazo, presumiendo su poder físico incomparable.
Y no era el único…
“¡¿Esto es todo lo que tienen?! ¡¿De verdad no hay nadie entre ustedes que pueda enfrentarse a mí, Draculis?!”
El dracónido, Draculis, mostró las artes marciales de su raza, sembrando terror en el corazón de los soldados enemigos. Con tres Maestros desatados en el campo de batalla, no era sorpresa que la Alianza Sagrada no pudiera hacer nada.
Sin embargo, quien de verdad infundía miedo en los soldados de la Alianza Sagrada no era otro que el Duque Decimato.
El verdadero valor de un mago se ve con más claridad en guerras a gran escala como esta.
“¡Phana’napha Sama’yai Maesa’neph!”
“¡Yubuk Photha’seth!”
“¡Chathon’sothad Non’nakhassoth Exa’exa Chaz!”
El Duque Decimato lanzó hechizos de área amplia uno tras otro, bombardeando el campo de batalla con un fuego mágico incesante.
Las ventiscas aullaban, caían meteoros en llamas y rayos descendían del cielo.
Las tropas de la Alianza Sagrada eran barridas bajo el asalto de los hechizos de Decimato. Por eso el poder destructivo de un Gran Hechicero podía ponerle fin a una guerra a gran escala.
“¡Bwahaha! ¡Muéranse, idiotas!”
“¡Puede que los perdone si se rinden!”
“¡Mátenlos a todos!”
El poder combinado de tres Maestros y un Gran Hechicero aplastó con facilidad a las fuerzas de la Alianza Sagrada.
Si Nanuqsa, que estaba apostado en la base naval del río Piaro, hubiera estado aquí, la batalla habría terminado mucho antes.
“¡Bien! ¡Excelente!”, gritó Beggarius mientras destrozaba todo a su paso.
¡Thud!
Justo cuando las Fuerzas Aliadas estaban a punto de rematar la batalla, cinco seres cayeron del cielo y le bloquearon el paso.
“¿Keke? ¿Así que por fin decidieron aparecer, pinches palomas?”, se burló Beggarius, pensando que esos ángeles caídos no eran diferentes de los de bajo rango que ya había matado antes.
Lleno de confianza, el Rey Mendigo se lanzó contra los cinco ángeles, pero…
“…!”
Su rostro se endureció al notar algo. Cada uno de los cinco ángeles que le bloqueaban el camino tenía seis alas en la espalda, lo que significaba que no eran simples soldados.
‘¿Son Ángeles Caídos de Alto Rango?’
El pensamiento le cruzó la mente a Beggarius.
“No permitiremos que tu masacre continúe, humano.”
Tras esas palabras, los cinco Ángeles Caídos de Alto Rango cargaron contra él al mismo tiempo.
“¡Gaaaah!”, Beggarius gritó de dolor cuando los cinco Ángeles Caídos de Alto Rango lo atacaron simultáneamente.
“¡Kyuuu! ¡Ve y mátalos a todos, mocoso dueño!”
“¡Vamos, vamos, vamos!”
Mientras tanto, Siegfried y Hamchi iban al frente de las Fuerzas Aliadas, abriéndose paso a la fuerza a través de las líneas de la Alianza Sagrada.
El poder de combate de Siegfried era simplemente aplastante… no, decir “aplastante” se quedaba corto.
Era como una calamidad natural.
Gracias a Infierno Verde Magno, el área alrededor de Siegfried se convirtió en un páramo radioactivo.
Las tropas de la Alianza Sagrada intentaron neutralizarlo desde lejos, pero sus ataques eran completamente inútiles contra él.
La niebla creada por Infierno Verde Magno podía bloquear todos los ataques de largo alcance. En otras palabras, los soldados de la Alianza Sagrada no tenían forma de atacarlo.
¿Por qué?
Porque tenían que entrar en la niebla verde si querían pegarle. Pero nadie se atrevía, pues el miedo los paralizaba después de ver a sus compañeros morir de manera horrible por envenenamiento radioactivo.
Algunos caballeros con resistencia excepcional se atrevieron a lanzarse dentro de la niebla verde. Estaban dispuestos a apostar la vida con tal de detener la fuente de la niebla: Siegfried.
Por desgracia, sus esfuerzos valientes no fueron más que suicidio.
Aun sin Infierno Verde Magno, Siegfried ya era un enemigo al que no podían derrotar ni en sueños, así que enfrentarlo mientras además soportaban exposición radiactiva era una batalla sin esperanza desde el inicio.
Para empeorar todo, los efectos de desventaja de Llamas Eternas y Abrazo de la Desesperación hacían casi imposible siquiera acercarse.
“¡Ugh!”
“¡Argh!”
“¡G-Gaahk!”
Incluso los que lograban acercarse apenas tantito eran derribados al instante con un solo tajo del Agarre del Aniquilador +16.
Gracias a eso, Siegfried pudo masacrar en masa, recolectando una enorme cantidad de energía de almas, necesaria para usar Descenso del Señor Demonio.
[Alerta: ¡Has absorbido un alma!]
[Alerta: ¡Has absorbido un alma!]
[Alerta: ¡Has absorbido un alma!]
(omitido…)
[Alerta: ¡Has absorbido un alma!]
Sin embargo, Siegfried ni siquiera volteó a ver el torrente de energía de almas.
‘Mi prioridad ahorita es subir de nivel. Cuando acabe esta batalla, tengo que encontrar una forma de levelear más rápido…’
Ya había jurado dejar de depender de Descenso del Señor Demonio, porque era demasiado peligroso usarlo ahora. Si volvía a usar esa habilidad y su sala de maná terminaba destruida, se vería obligado a dejar el juego por completo.
Su único enfoque ahora era convertirse en Gran Maestro.
Mientras estaba ocupado matando a cada soldado enemigo que se le cruzaba, pasó algo.
“¡Su Majestad Imperial!”, gritó Oscar hacia Siegfried desde lejos. “¡Su Majestad, el Rey Leonid, fue derribado!”
“¡¿Qué?!”, Siegfried se quedó congelado al oír el reporte, completamente impactado. ¿El Rey Leonid fue derribado? Leonid no era cualquier don nadie; era un Maestro, así que a Siegfried le costaba creerlo.
Siegfried corrió y preguntó:
“¡¿De qué estás hablando?!”
“E-Incluso el Anciano Beggarius cayó en batalla, señor.”
“¡¿Qué?!”, exclamó Siegfried, dudando de sus propios oídos.
¿No era solo Leonid? ¿Y Beggarius estaba muerto?
“¿Qué… pasó exactamente?”
Siegfried no tenía idea de lo que ocurría, porque él estaba en el centro de la formación.
Beggarius y el Rey Leonid encabezaban los ejércitos del este y del oeste, respectivamente.
Siegfried no era un genio con ojos en todas partes, así que no podía saber lo que pasaba en todo el campo de batalla en tiempo real.
“Cinco Ángeles Caídos de Alto Rango atacaron al Anciano Beggarius. Después de eso, también fueron por Su Majestad, el Rey Leonid”, reportó Oscar.
“Ah…”
Siegfried por fin entendió lo que le había pasado a Beggarius.
El poder de combate de un Ángel Caído de Alto Rango ya era similar o superior al de un Maestro. En el caso de un Ángel Caído de Primer Nivel, al menos estaban a la par de un Gran Maestro o incluso más fuertes.
Incluso el propio Siegfried había batallado contra un Ángel Caído de Primer Nivel, y habría perdido si no se hubiera transformado usando Descenso del Señor Demonio.
Así que no era sorpresa que Beggarius hubiera muerto al ser atacado en grupo por cinco Ángeles Caídos de Alto Rango.
De hecho, era un resultado natural.
Beggarius era el más débil entre los Maestros del bando de Siegfried, así que no había forma de que aguantara ni cinco minutos contra cinco Ángeles Caídos de Alto Rango.
‘Malditos…’, Siegfried apretó los puños y rechinó los dientes de coraje.
“El Rey Leonid tuvo suerte y sobrevivió, pero está en estado crítico ahora mismo. Y en cuanto al General Draculis—”
Oscar siguió con el reporte, pero Siegfried no esperó a escuchar lo demás.
“Vámonos.”
“Va, mocoso dueño.”
Hamchi saltó a su hombro.
Siegfried extendió sus alas de inmediato y se elevó en el cielo. Luego activó la Clarividencia de Inzaghi y escaneó todo el campo de batalla para localizar a los cinco Ángeles Caídos de Alto Rango que habían matado a Beggarius.
No había tiempo que perder; tenía que moverse rápido.
El Rey Leonid estaba en estado crítico y Beggarius ya estaba muerto. No podía permitirse perder también a Draculis o a Decimato.