Maestro del Debuff - Capítulo 1077

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La decisión de la Alianza Sagrada de abandonar la fortaleza y retirarse fue sabia.

Sus soldados no estaban en condiciones de pelear, así que incluso aunque tuvieran la ventaja de ser los defensores en un asedio, enfrentarse a las Fuerzas Aliadas en ese estado sería prácticamente suicida.

Además, las Fuerzas Aliadas parecían no tener ninguna intención de atacar de frente.

Así que el mando de la Alianza Sagrada tuvo que tomar una decisión difícil. En vez de aguantar más y perder tanto la fortaleza como a sus tropas, decidieron abandonar la fortaleza y, por lo menos, salvar a sus soldados.

“¡Wooooah!”

“¡Se están replegando!”

“¡El enemigo se retira!”

Las Fuerzas Aliadas estallaron en vítores al enterarse de la retirada del enemigo.

Era una victoria que quedaría registrada en la historia.

Capturar una fortaleza sin una sola batalla ni derramamiento de sangre era algo que solo pasaba una vez cada cien años.

Había casos raros en los que un bando tenía un poder tan abrumador que los defensores se rendían. También había ocasiones en las que aparecía un dragón y obligaba a todos a salir de la fortaleza. Fuera de esos casos, rendir una fortaleza sin pelear era casi inaudito.

Por eso, este logro legendario de verdad merecía quedar grabado en los anales de la historia.

Lo que sucedió después solo podía describirse como surreal.

¡Rumble!

Gringore, que se había desplomado de puro agotamiento tras llevarse al límite, de pronto empezó a emitir una brillante luz dorada y radiante.

“¡¿Q-Qué?! ¡¿Está evolucionando?!”, Siegfried dio un salto hacia atrás, conmocionado, al ver lo que le estaba pasando a Gringore.

Conocía ese fenómeno. Ese efecto visual ocurría cuando un personaje despertaba y atravesaba su segundo avance.

[Alerta: ¡Felicidades!]

[Alerta: ¡Gringore ha despertado!]

[Alerta: ¡La clase Cantor Fantasma ha evolucionado a Virtuoso!]

El avance de segunda categoría del Cantor Fantasma era Virtuoso.

[Virtuoso]

[La versión evolucionada del Cantor Fantasma.]

[Se desbloquea cuando el Cantor Fantasma alcanza la iluminación mientras canta.]

[Esta clase presume una mayor versatilidad que el Cantor Fantasma y es capaz de convertir ondas sonoras en fuerza física.]

[Es posible invocar milagros mediante canciones.]

[Tipo: DPS de área/Soporte/Artista]

[Arma: Micrófono]

[Armadura: Tela]

[Potencial]

[Ataque: ■■■■■■■■□□]

[Defensa: ■■□□□□□□□□]

[Utilidad: ■■■■■■■■■□]

[Canto: ■■■■■■■■■■]

Resultó que Gringore había roto silenciosamente el Nivel 299, superando el muro para finalmente llegar al Nivel 300.

“N-No mames…”, murmuró Siegfried por lo bajo, atónito por el giro inesperado. Sin embargo, pronto se dio cuenta de que en realidad no era tan sorprendente.

Gringore se había pasado recorriendo el continente en gira tras gira mundial, que era básicamente la forma del Reino Proatine de exprimirlo para conseguir moneda extranjera, y fue acumulando puntos de experiencia en el proceso.

Esa experiencia se fue juntando hasta que alcanzó el Nivel 299.

Hoy, superó sus límites y alcanzó la iluminación, lo cual le permitió por fin atravesar el muro y convertirse en un Maestro.

Siegfried se acercó y le extendió la mano, diciendo:

“Has hecho un trabajo increíble, Gringore. Y felicidades también.”

“Su-Su Majestad Imperial…”, murmuró Gringore.

Todavía se veía aturdido, como si no pudiera creer lo que le estaba pasando.

“De pronto… me abruma la inspiración…”

“¿Eh? ¿Cómo que te abruma la inspiración?”

“Melodías que nunca había conocido están inundando mi cabeza. No entiendo qué está pasando. No las estoy componiendo a propósito, pero la música simplemente… no deja de llegarme.”

“Eso es lo que pasa cuando alcanzas el reino de los Maestros, Gringore.”

“¡¿Q-Qué?! ¿Q-Quiere decir que… me convertí en Maestro?”, jadeó Gringore.

“Exactamente”, sonrió Siegfried, y procedió a explicarle.

Los NPC no tenían ventanas de estado, así que la mayoría de las veces ni siquiera eran conscientes de su propio crecimiento. A diferencia de los Aventureros, que podían verlo todo de un vistazo en su pantalla de estado, los NPC tenían que depender por completo de la intuición.

“Con el tiempo lo vas a ir entendiendo. Pero bueno, felicidades. Ahora eres uno de los Maestros del continente.”

“Dios mío…”

“Y también… gracias”, agregó Siegfried, poniendo una mano sobre el hombro de Gringore.

“¿Perdón…?”

“Capturamos la fortaleza sin perder una sola vida gracias a ti, Gringore.”

“Ah…”

“Eres un héroe de nuestro imperio.”

Siegfried inclinó la cabeza con respeto ante Gringore, algo que él realmente merecía. No había duda de que se había ganado el derecho de ser llamado héroe, pues los condujo a una victoria histórica sin derramar sangre.

“¡Tres hurras por Gringore!”, exclamó Siegfried.

“¡Hurra!”

“¡Que viva Gringore!”

“¡Hurra!”

“¡Que viva el Imperio Proatine!”

“¡Hurra!”

“¡Que vivan las Fuerzas Aliadas!”

“¡Hurra!”

Al instante, todo el ejército de las Fuerzas Aliadas estalló en gritos, alzando la voz al unísono para celebrar el milagro y honrar al hombre que lo hizo posible.

Las fuerzas de la Alianza Sagrada se apresuraron a retirarse, pero las Fuerzas Aliadas no pensaban dejarlos escapar.

“El enemigo está exhausto. Debemos perseguirlos y aniquilarlos”, dijo Hansen, proponiendo un plan para alcanzarlos y matar a todos sus enemigos.

“Apruebo”, aceptó Siegfried sin dudar.

Era la decisión obvia.

Los soldados de la Alianza Sagrada estaban reventados, lo que significaba que se moverían con lentitud. En cambio, los soldados de las Fuerzas Aliadas estaban descansados y a plena fuerza. Podían cazarlos sin problema y aniquilarlos.

Si lograban aplastar a las fuerzas enemigas en fuga, era una oportunidad de oro para asestarles otro golpe brutal. Así que las Fuerzas Aliadas atravesaron la fortaleza y comenzaron a marchar en persecución de las tropas de la Alianza Sagrada.

Cuando ya estaban lo suficientemente cerca como para ver a los enemigos huyendo, Hansen de pronto gritó:

“¡Todas las tropas, alto!”

Esa orden no tenía sentido. Todo lo que tenían que hacer era avanzar y borrar al enemigo, así que no había ninguna razón para detenerse ahora. Además, los soldados aliados ni siquiera estaban cansados, lo que hacía que la orden sonara todavía más irracional.

Pero eso no fue todo…

Hansen incluso dividió al ejército en tres, lo cual era rarísimo considerando la ventaja que tenían.

“¡¿Qué?! ¿Por qué nos detenemos ahora?!”

“¡¿No ven que estamos así de cerca de borrarlos?!”

“¡¿Por qué dividir las tropas en un momento como este?!”

Los oficiales de alto rango de las Fuerzas Aliadas se opusieron a Hansen.

Normalmente obedecerían sin cuestionar, pero esta vez la decisión de Hansen era tan extraña que no podían aceptarla así nada más.

“Mayor Hansen”, llamó Siegfried.

“¡Sí, Su Majestad Imperial!”, respondió Hansen.

‘Seguro tiene una razón’, pensó Siegfried.

Después de todo, Hansen había avanzado a la Clase Legendaria, el Estratega Divino. Si estaba dando una orden así, tenía que haber un motivo.

“¿Por qué les ordenaste a nuestros hombres que dejaran de marchar?”, preguntó Siegfried.

“Sospecho una emboscada, señor”, respondió Hansen con una reverencia.

“¿Hm? ¿Una emboscada?”

“Los soldados de la Alianza Sagrada pueden parecer que están huyendo, a simple vista. Podría parecer que abandonaron la fortaleza para salvar a sus hombres.”

“¿Y?”

“Pero perfectamente podrían ser lo bastante astutos como para convertir esta crisis en una oportunidad. Este terreno es perfecto para que los perseguidores queden rodeados por todos lados”, explicó Hansen, señalando el mapa.

“¿Oh? ¿Tiene sentido…?”

“Si hubieran planeado una emboscada en su ruta de retirada… entonces eso significaría…”

“¿Hm?”

“¿Y si ya coordinaron con su mando principal para tener otros dos ejércitos esperando en emboscada al este y al oeste?”

“Entonces quedaríamos rodeados por tres lados y estaríamos en una situación muy peligrosa.”

“Precisamente, señor. Estaríamos en gran peligro si nos rodean. Y creo que el enemigo nos está guiando aquí a propósito, cebándonos para que caigamos en la trampa que prepararon y así rodearnos y aniquilarnos.”

“Es una sospecha razonable.”

“Por eso planeo mandar exploradores primero antes de reanudar la persecución, señor.”

“No hace falta. Yo me encargo.”

“¿Cómo dice, señor?”

“Dame un momento.”

Siegfried corrió hacia el señalero y contactó a Cheon Woo-Jin.

—¿Qué onda?

“¿Puedes hacer que tu satélite escanee los alrededores de la posición de nuestro ejército?”

—Aguanta.

Unos diez minutos después…

—¡Wey! ¡Casi se los atoran bien culero!

Cheon Woo-Jin envió las imágenes satelitales, y Siegfried no pudo estar más de acuerdo, murmurando:

“No manches… de verdad casi nos la aplican.”

Tal como Hansen sospechaba, la Alianza Sagrada había enviado ejércitos adicionales para esperar en emboscada, listos para caerles encima a las Fuerzas Aliadas cuando avanzaran sin sospechar.

“Qué bueno que te preguntamos primero.”

—¿Verdad? Además el terreno está perfectito para una emboscada. Si ustedes se hubieran ido a lo loco persiguiéndolos, les hubieran metido bajas brutales.

“Sí… qué bueno que lo vimos a tiempo.”

—Cuídense.

“Gracias.”

—No hay bronca.

Siegfried cortó la llamada y de inmediato fue con los oficiales al mando para explicar la situación.

“No mames…”

“¿Entonces nosotros íbamos a quedar aniquilados?”

Solo después de escuchar la explicación de Siegfried, los oficiales de alto rango por fin entendieron la decisión de Hansen. Si Hansen no hubiera ordenado el alto, habrían caminado directo hacia su muerte.

“Mayor Hansen.”

“¡Sí, señor!”

“Desde ahora tienes el mando. Maniobra nuestras tropas como tú lo veas.”

“¡Su gracia es inconmensurable, señor!”

Hansen hizo una reverencia profunda ante Siegfried y comenzó a dar órdenes de inmediato. El Estratega Divino, Hansen, armó un plan para emboscar a los ejércitos de la Alianza Sagrada que estaban escondidos esperando.

Casi al mismo tiempo, el general Deldelos, el recién nombrado Comandante Supremo de la Alianza Sagrada, estaba esperando en silencio a las Fuerzas Aliadas.

Era una figura extraordinaria del Reino Hadashite. Empezó como joven oficial y ascendió al rango de general de cuatro estrellas a mediados de sus treinta, un logro que demostraba su capacidad.

Su talento era tan notable que algunos incluso afirmaban que era la reencarnación de Gayo, el estratega legendario y héroe fundador del antiguo Imperio Marchioni.

“Ándenle, cabrones. Métanse tantito más… eso, eso…”, murmuró Deldelos entre dientes, ardiendo de ansias.

Hasta ahora, ni siquiera se había atrevido a soñar con convertirse en Comandante Supremo, pues lo descartaban por falta de antigüedad. Por más capaz que fuera, subir a la cima de la jerarquía militar por encima de generales veteranos era imposible.

Sin embargo, los cambios recientes que sacudieron al ejército de la Alianza Sagrada —más específicamente, la ejecución de generales por sus fracasos repetidos— habían creado una oportunidad para él.

Deldelos estaba desesperado por conseguir una gran victoria y probar su valor ante todo el continente.

“Nomás un poco más… ándenle…”, susurró.

Fue entonces.

“¡Comandante! ¡Tenemos contacto visual con las Fuerzas Aliadas!”

“¡Bien!”

Al escuchar el reporte, Deldelos se puso de pie de un salto.

Una retirada que se convertía en emboscada, y luego… aniquilación.

Por fin era hora de que la Alianza Sagrada devolviera la humillación que había sufrido.

“Díganles a todas las unidades que mantengan sus posiciones. Esperen a que entren a rango y entonces inicien la operación para aniquilarlos.”

“¡Sí, señor!”

Así, los soldados de la Alianza Sagrada esperaron, listos para golpear en el instante en que las Fuerzas Aliadas cayeran en la trampa. Sin embargo, las Fuerzas Aliadas se movieron más rápido de lo esperado y contrarrestaron por completo la táctica de Deldelos.

“¡Señor! ¡Nuestras fuerzas en emboscada al este están bajo ataque!”

Un reporte repentino llegó, pero no fue el único.

“¡Señor! ¡Nuestras fuerzas del oeste han sido emboscadas por el enemigo!”

Mientras los reportes llegaban en avalancha desde el frente oriental y occidental, Deldelos se puso pálido como fantasma.

Se quedó tan impactado por los informes que permaneció sin palabras durante casi un minuto entero.

¿Cómo era posible que los emboscaran… si ellos eran los que estaban esperando?

Esos reportes solo podían significar una cosa: las Fuerzas Aliadas habían visto a través de su plan, y lo supieron desde el principio.

“N-No… eso no puede ser…”, tartamudeó Deldelos, incapaz de aceptar que su plan había quedado completamente al descubierto.

Él creía que su plan era perfecto. Usó su derrota como carnada para contraatacar a un enemigo confiado, pero nunca, ni en sus sueños más locos, imaginó que terminaría siendo él el emboscado.

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