Maestro del Debuff - Capítulo 1010
Chae Hyung-Seok vivía en un vecindario muy viejo.
Las calles eran tan angostas que los autos no podían entrar.
El Ferrari de Tae-Sung no tenía ninguna posibilidad de subir por el camino estrecho y sinuoso cuesta arriba debido a su chasis bajo. La Cadillac Escalade que lo seguía era demasiado grande para meterse por esas calles.
Así que Tae-Sung no tuvo más remedio que ir caminando hasta la casa de Chae Hyung-Seok con sus guardaespaldas.
‘Vaya… Esto sí que me trae recuerdos.’
Mientras miraba alrededor del vecindario, a Tae-Sung le vino a la mente su pasado.
Cuando cayó en la trampa que Chae Hyung-Seok le tendió, se vino abajo y tuvo que arreglárselas para sobrevivir en un cuarto de semisótano en un barrio parecido a este.
Aún no podía olvidar ese sótano húmedo y mohoso. Todavía recordaba cómo el cuarto se inundaba cada vez que llovía.
Ese miserable cuartito en el semisótano alguna vez fue su hogar…
“¿Dónde exactamente está el lugar de Hyung-Seok?”, preguntó Tae-Sung.
“Es ese, joven amo. ¿Ve aquel edificio antiguo de viviendas? Es la segunda unidad de semisótano.”
“Sí, ya la vi.”
“Esa es.”
“Vamos.”
“Sí, joven amo.”
Mientras se dirigían al lugar de Chae Hyung-Seok—
“Un momento,” dijo Tae-Sung. Se detuvo en una tiendita de la esquina, de esas de la familia, no una de conveniencia, y compró un calamar asado con mantequilla y tres botellas de soju.
Luego reanudó el camino hacia la casa de Chae Hyung-Seok. Cuando por fin llegaron, Tae-Sung se volvió hacia sus guardaespaldas y dijo: “Espérenme aquí. Entraré solo.”
“Nuestro deber es garantizar su seguridad, joven amo. No podemos dejarlo entrar solo.”
“Estaré bien, no se preocupen.”
“Aun así es imposible. Chae Hyung-Seok está mentalmente inestable, no sabemos qué podría hacerle. Verlo a solas podría ponerlo en serio peligro.”
El jefe de los guardaespaldas de Tae-Sung había servido en las Fuerzas Especiales Navales de Corea del Sur, conocidas como UDT o SEAL.
Además, había trabajado como mercenario en zonas de conflicto alrededor del mundo, así que tenía experiencia de combate real. Sabía de primera mano lo terroríficas que podían ser las personas cuando estaban desesperadas, por eso se negó a que Tae-Sung entrara solo.
“No,” negó con la cabeza Tae-Sung.
“¡Pero, joven amo—!”
A pesar de la advertencia, Tae-Sung se mantuvo firme.
“Vine a hablar con él. Pero si aparezco con guardaespaldas, ¿cómo crees que se va a sentir Hyung-Seok?”
“Pero su seguridad es más importante.”
“Lo sé. Pero esta vez necesito hablar con él uno a uno.”
“Aun así…”
“No se preocupen. No pasará nada.”
“Entonces…”
El jefe de seguridad se quitó el chaleco que llevaba y se lo entregó a Tae-Sung.
“Por favor, al menos póngase esto.”
“¿Qué es?”
“Es un chaleco antiapuñaladas.”
En Corea del Sur, donde la posesión privada de armas de fuego era ilegal, los chalecos antiapuñaladas resultaban más prácticos que los antibalas.
“Por favor, póngaselo debajo de su sudadera.”
“Está bien.”
Tae-Sung siguió el consejo y se puso el chaleco. No es que tuviera muchas ganas de usarlo, pero lo hizo para tranquilizar a sus guardaespaldas.
“Ya vuelvo.”
“Lo estaremos esperando afuera, joven amo.”
Dejando atrás a sus guardaespaldas, Tae-Sung se acercó a la puerta de Chae Hyung-Seok y tocó.
¡Toc, toc, toc!
Chae Hyung-Seok estaba tirado en su cuarto cuando el sonido de alguien tocando la puerta lo despertó.
A su lado había un briquete de carbón, una hoja tamaño carta y una pluma.
Una vida sin sueños, sin esperanza, sin futuro.
Además, no soportaba el peso de los pecados que había cometido en el pasado, así que finalmente decidió quitarse la vida.
‘¿Será el casero? Ah, ya casi es día de renta. Si me muero aquí, voy a ser una gran molestia, mejor me voy a otro lado…’
Con ese pensamiento, Chae Hyung-Seok se dirigió a la puerta.
“¿Quién es?”, preguntó.
“Soy yo.”
En ese momento—
‘¿Eh? ¿Por qué esta voz me suena tan familiar…?’, pensó sorprendido por la voz conocida del otro lado.
“¿Quién es ‘yo’?”
“Te digo que soy yo.”
“No, en serio. ¿Quién eres?”
Si hubiera sido un departamento normal, habría podido revisar por el interfón. Pero era una unidad en semisótano de un edificio viejo de más de treinta años, así que no había nada de eso.
“¿Quién diablos—?”
Sin opción, Chae Hyung-Seok abrió la puerta de mala gana para ver a quién pertenecía esa voz tan familiar.
Entonces fue cuando—
“¿Uh…?”
Se quedó helado al ver a la persona en el marco de la puerta.
“¿Han… Tae-Sung…?”, murmuró Chae Hyung-Seok.
Jamás en su vida habría imaginado que Han Tae-Sung iría a buscarlo en la vida real.
Chae Hyung-Seok estaba tan atónito que apenas podía pensar.
“¿C-Cómo demonios… l-legaste—?”, balbuceó.
Tae-Sung lo interrumpió y dijo: “¿Puedo pasar? Vine a verte porque tenemos que hablar.” Levantó con naturalidad la bolsa de plástico que traía, mostrando un par de botellas de soju y unos bocadillos secos.
“Tomemos algo y hablemos.”
“No tengo nada que decirte—”
“¡Carajo! ¿No puedes limpiar tantito?”
“¡…!”
“¿Qué es todo esto? ¡Uf! ¡Esto apesta a rancio!”
Antes de que Chae Hyung-Seok pudiera negarse, Tae-Sung se metió con todo y empujones.
“…”
Chae Hyung-Seok se quedó ahí, pasmado, viendo cómo Tae-Sung echaba un ojo a ese espacio decrépito, húmedo y mohoso. Luego pensó: ‘Bueno, supongo que tener una última conversación con él antes de irme no será lo peor…’
Ahora que había aceptado sus propios pecados, la imagen de Tae-Sung ya no encendía la furia que antes lo consumía.
Mientras Tae-Sung se reunía con Chae Hyung-Seok en el mundo real…
“¿Qué? ¿Su Majestad se convirtió en señor demonio?”
Michele estaba completamente desconcertado al recibir los reportes del Reino Demoníaco. Pensó que Siegfried solo se había arriesgado para rescatar a Metatron, así que nunca imaginó que, en el proceso, terminaría convirtiéndose en un señor demonio.
‘¿Qué diablos está pasando allá…?’
Michele tenía curiosidad, pero por ahora no había manera de averiguar más detalles de lo que ocurría en el Reino Demoníaco.
‘¿Qué clase de ser humano es, siquiera?’
Un humano normal, incluso un Aventurero, se debilitaba mucho en el Reino Demoníaco.
Se decía que los demonios de alto rango eran lo bastante fuertes como para superar fácilmente incluso a los Maestros, y aun así Siegfried viajó solo al Reino Demoníaco… ¿y en pocos días terminó como señor demonio?
Era realmente desconcertante.
Si se tratara de cualquier otro, Michele habría desechado la historia como una completa tontería.
Francamente, resultaba muy difícil creer que un simple humano fuera al Reino Demoníaco y se convirtiera en señor demonio.
“La verdad, me deja sin palabras…”
Michele se quedó un buen rato aturdido antes de centrarse de nuevo en el trabajo.
Tenía una cantidad abrumadora de asuntos encima esos días.
El Reino Medio estaba en guerra.
Los cinco países miembros de la Alianza Sagrada habían lanzado un ataque total no solo contra el Imperio Marchioni, sino también contra los países vecinos.
El Reino de Proatine logró evitar verse arrastrado al conflicto gracias a su ubicación geográfica en la región occidental del continente.
Sin embargo, el impulso de la Alianza Sagrada era tan feroz que el panorama geopolítico cambió drásticamente.
Circulaban rumores de que el Imperio Marchioni estaba al borde del colapso y que la Alianza Sagrada estaba por convertirse en la nueva potencia dominante.
Algunas de las naciones que permanecían neutrales se unieron a la Alianza Sagrada y empezaron a atacar al Imperio Marchioni.
Dadas esas circunstancias, el Reino de Proatine, que obviamente estaba del lado del imperio, no tenía más opción que permanecer en máxima alerta.
“Maldición… Regresa pronto, te hayas convertido o no en señor demonio. Hacerla de regente del rey tiene sus límites…”, rezongó Michele, deseando desesperadamente el regreso de Siegfried al Reino de Proatine cuanto antes.
El ambiente era incómodo.
Para ser exactos, el ánimo de Chae Hyung-Seok estaba por los suelos.
“…”
Se quedó con la boca cerrada y en silencio.
‘¿Hmm? ¿Eso es un testamento?’
Mientras tanto, a Tae-Sung se le abrieron los ojos de par en par al ver una hoja tamaño carta sobre la cama mientras echaba un vistazo al cuarto sucio y mohoso.
Por supuesto, se hizo el desentendido y no dio señales de que hubiera notado algo.
‘Así que de verdad pensaba morir. Si hubiera venido un poquito más tarde, ya habría sido demasiado tarde.’
Tae-Sung soltó un suspiro de alivio antes de iniciar una conversación casual con Chae Hyung-Seok.
“Oye, Hyung-Seok.”
“¿Qué?”
“Eres bastante impresionante.”
“¿…Qué?”
“Cuando convertí tu personaje en tótem viviente, fue exageradamente útil. Ese buff que sueltas está pasado de lanza.”
Fue entonces cuando—
‘¿Y si mato a este cabrón de una vez?’
La furia que Chae Hyung-Seok había estado reprimiendo estalló al instante.
“¿Qué carajos acabas de decir, imbécil?”, gruñó. Luego, rechinando los dientes, dijo: “Ya traigo el ánimo por el piso, hijo de perra. ¿Y vienes aquí nada más a burlarte de mí? ¿Ya estás feliz—?”
“¿Crees que estoy feliz? ¿Después de todo lo que me hiciste?”, lo cortó Tae-Sung.
“E-Eso…”
Chae Hyung-Seok no pudo replicar.
Solo después de tocar fondo entendió por fin cómo se había sentido Tae-Sung entonces.
Y sabía que ese rencor no iba a desaparecer así como así.
“Yo…,” murmuró Chae Hyung-Seok. Luego se obligó a hablar: “…Lo siento.”
“¿Qué?”
Por un momento, Tae-Sung creyó haber escuchado mal.
Jamás esperó que esas palabras salieran de la boca de Chae Hyung-Seok.
“Dije que lo siento.”
“Espera, ¿qué? ¿Puedes repetirlo?”
“Dije que lo siento, chingada madre.”
“Vaya…”
“Por fin lo entiendo.”
“¿Entender qué?”
“Lo que hice…”
Con eso, Chae Hyung-Seok destapó la botella de soju que Tae-Sung había traído y se dio varios tragos largos antes de continuar. “Maldición… Por fin entiendo lo que tú y los demás sintieron ahora que yo estoy en esta posición…
“Para ser honesto, todavía me cagas. Pero ya estando así, ni siquiera me siento tan enojado.
“¿Ya sabes lo que dicen, no? El karma te alcanza tarde o temprano… Y me tocó exactamente lo que merecía.”
Tae-Sung estaba genuinamente sorprendido al oír esas palabras.
‘Entonces este tipo… ¿De verdad se arrepiente de lo que hizo, no?’
Pensó que Chae Hyung-Seok jamás admitiría lo que hizo, pero ahí estaba, aceptando y lamentando sus actos.
“¿Pero de qué sirve? Ya se hizo. No puedo regresar el tiempo.”
“Cierto.”
“Y no creo poder arreglar toda la porquería que hice. Estoy en la ruina, y ahora no tengo nada. ¿Entonces qué puedo hacer? Solo me queda arrepentirme.”
Dicho eso, Chae Hyung-Seok le dio otro trago a la botella de soju.
“Fui un bastardo en ese entonces, lo admito. Pero… Por favor, vete. Ya no me jodas.”
“¿Y si no quiero?”
“Entonces haz lo que se te antoje. Total, no va a importar por mucho tiempo de todos modos, así que mejor pago lo que hice y te dejo divertirte.”
“¿Por qué? ¿Piensas morirte o qué?”
“Heh. Para nada.” Chae Hyung-Seok negó con la cabeza y soltó una risita.
Sin embargo, Tae-Sung lo caló al instante.
Después de ver ese testamento, ¿cómo no iba a hacerlo?
“Oye, Chae Hyung-Seok. Ya no puedo vivir sin ti, hermano,” dijo Tae-Sung.
“¿…Qué?”, parpadeó Chae Hyung-Seok, incrédulo.
‘¿Este cabrón está loco? ¿Se pegó en la cabeza o qué?’
Las palabras de Tae-Sung fueron tan inesperadas que lo tomaron con la guardia baja. A fin de cuentas, interpretadas de otra forma, podían sonar muy raras.
“Así que ni se te ocurra morirte.”
“¿Qué chingados estás diciendo?”
“Vivo para chingarte. Si no estás, ¿a quién se supone que voy a molestar?”
“¡Estás bien pinche loco!”, gruñó Chae Hyung-Seok. A duras penas había tragado su orgullo para disculparse, y aun así Tae-Sung estaba ahí, diciendo que quería seguir fastidiándolo.
La furia de Chae Hyung-Seok volvió a arder.
“Te juro. ¡Te voy a soltar un putazo en la cara aunque sea lo último que haga antes de morirme!”
“Sé mi empleado.”
“¿…Empleado?”
“Sí, güey.”
“¿Empleado de qué?”
“Trabaja para mí. Te voy a pagar lo suficiente para saldar todas tus deudas.”
“¿Qué carajos estás diciendo?”
“Te voy a pagar un dineral. Trabaja para mí, gana mi dinero y liquida tus deudas con el banco,” dijo Tae-Sung. Luego, con una media sonrisa, añadió: “Y cuando termines con las deudas, usas el resto para pagarle a la gente a la que fregaste.”
Justo entonces…
“Ah…,” soltó Chae Hyung-Seok, sintiéndose de pronto mareado.
La mente se le puso en blanco y empezó a darle vueltas.
Tae-Sung lo dijo como si nada, pero Chae Hyung-Seok conocía el peso de esas palabras.
‘Han Tae-Sung… ¿Este cabrón está intentando perdonarme?’
Chae Hyung-Seok estaba impactado de que su archienemigo, Han Tae-Sung, le estuviera tendiendo la mano. Jamás imaginó, ni en sus sueños más locos, que Han Tae-Sung sería el primero en ofrecerle ayuda.