La Esposa del Joven General es el Señor Suertudo - Capítulo 59
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- Capítulo 59 - Un koi que no fue bueno
—Ah Sheng, te digo que hacer transmisiones en vivo es muy divertido. Además, he reunido muchísimo Poder de Fe, más en estos dos días que con todos los objetos espirituales que he comido hasta ahora. ¡Y los fans son tan graciosos! Ellos… —con las manos agitadas en el aire y tropezando ligeramente con sus propios pies, Yu Jinli relataba con entusiasmo todas las anécdotas que habían ocurrido durante sus transmisiones.
En realidad, Jiang Mosheng ya sabía la mayoría de esas historias, pero escucharlas directamente del pequeño se sentía muy diferente.
Le encantaba verlo tan animado y disfrutaba de que compartiera todo con él sin reservas.
Cuando se recuperara por completo, lo llevaría a otro planeta. Estaba seguro de que al pequeño le encantaría.
Mientras Yu Jinli hablaba emocionado y Jiang Mosheng imaginaba un futuro brillante, la puerta se abrió de golpe, interrumpiendo sus pensamientos.
Ambos se giraron hacia la puerta al mismo tiempo. Qiao Mulan, que acababa de irrumpir, se quedó un poco avergonzada al ver a los dos jóvenes mirándola.
Había estado preocupada todo el día, temiendo que, en su ausencia, Yu Jinli fuera a ver a Jiang Mosheng, este lo rechazara y el pequeño terminara escondido en algún rincón, llorando con el corazón roto.
Por eso, había regresado a casa tan pronto como terminó su trabajo. Y al enterarse de que Yu Jinli estaba en la habitación de su hijo, su preocupación alcanzó su punto máximo, por lo que se había olvidado de la etiqueta y había irrumpido sin llamar.
Sin embargo, nada de lo que imaginó parecía haber sucedido.
El pequeño Castañita tenía una sonrisa radiante; se le notaba feliz. Su hijo, por su parte, lo miraba con ternura y afecto, y no mostraba señales de rechazo.
¿Entonces qué estaba pasando?
—¿Ustedes…? —preguntó Qiao Mulan, sin saber cómo romper el silencio.
Yu Jinli, tan ingenuo como siempre, al verla entrar, corrió hacia ella y se aferró cariñosamente a su brazo, diciendo con una gran sonrisa:
—Mamá, ya volviste. Estaba contándole a Ah Sheng sobre mis transmisiones en vivo.
—¿Transmisiones? —preguntó Qiao Mulan, sorprendida. No tenía idea de que Yu Jinli se había convertido en streamer.
—Sí, empecé a hacer transmisiones de cocina y tengo muchos espectadores —presumió Yu Jinli, orgulloso.
Su cocina había conquistado a numerosos fanáticos, aunque en ese momento la mayoría parecían más interesados en el “pez koi” que en la comida. Pero no importaba de qué hablaran, al final todo giraba en torno a él. Mientras pudiera reunir Poder de Fe, estaba feliz.
—¿De verdad? ¿Cuándo será tu próxima transmisión? Quiero verla también —dijo Qiao Mulan, aliviada al notar que el pequeño no estaba triste.
Quizás las cosas no eran como las había imaginado. Tal vez debía hablar con su hijo. Si los dos llegaban a enamorarse, sería aún mejor.
—Transmitiré cuando cocine la cena esta noche. Te avisaré cuando empiece, mamá —respondió alegremente Yu Jinli, entusiasmado por tener una espectadora más, y empezó a pensar qué plato preparar.
—Está bien. ¿Ya almorzaste? —preguntó Qiao Mulan con ternura.
Por la mañana, cuando ella había salido, Yu Jinli aún dormía, así que se había perdido el desayuno. Quería asegurarse de que no se quedara sin comer.
—Sí, el chef Zheng ha mejorado mucho su cocina —lo elogió generosamente Yu Jinli.
—Ejem… —Jiang Mosheng, que había sido ignorado por completo, tosió con fuerza, intentando recordarles su presencia.
Desde que el pequeño había llegado, sentía que su estatus en la familia se había desplomado. A veces se preguntaba quién era realmente el hijo de su madre, si él o el pequeño.
Aun así, no podía evitar sentirse orgulloso y feliz al ver cuánto amaban sus padres a Yu Jinli.
Al escuchar las toses, algo golpeó de pronto la mente de Yu Jinli: ¡no había traído la solución nutritiva! Eso significaba que su cola dorada no había almorzado todavía.
¡Dios! No solo no le había dado tratamiento en los últimos dos días, ¡sino que además lo había dejado morir de hambre! No era un buen koi.
Desde que había asumido la tarea de “alimentar” a Jiang Mosheng, era el responsable de sus tres comidas diarias.
Pero en esos dos días no había ido a verlo ni a traerle comida, así que…
Sus ojitos se llenaron de lágrimas y una profunda culpa se reflejó en su rostro mientras miraba a Jiang Mosheng.
Ni este ni Qiao Mulan entendían por qué el pequeño, tan alegre un momento antes, ahora parecía al borde del llanto. La angustia se apoderó de ambos.
—¿Qué pasa, pequeño Castañita? ¿Te sientes mal? —preguntó Qiao Mulan con preocupación.
—Pequeño, ven aquí, déjame verte —dijo Jiang Mosheng con premura. Si hubiera podido levantarse, ya lo habría abrazado.
Desde que aprendió a cultivar, Jiang Mosheng también había aprendido un poco sobre tratamiento espiritual gracias a Yu Jinli, con la intención de poder usarlo en él si alguna vez se enfermaba.
Jamás imaginó que tendría que hacerlo tan pronto, y le dolía más la idea de verlo sufrir que cualquier herida propia.
Yu Jinli negó con la cabeza.
—Estoy bien… Solo que no te he traído tu solución nutritiva estos dos días. ¿Tienes hambre, Ah Sheng? Lo siento mucho, no fue mi intención. Ya no soy un buen koi… —dijo con voz temblorosa.
Instintivamente, tanto Qiao Mulan como Jiang Mosheng ignoraron esa última frase —que no entendieron del todo— y, al descubrir el motivo de su tristeza, no sabían si reír o llorar.
—Pequeño Castañita, él no tiene hambre. Todos los días hay gente que le trae comida, no te preocupes por eso —dijo Qiao Mulan, acariciándole la cabeza con ternura, conmovida por la bondad del chico.
—¿De verdad? —preguntó Yu Jinli con los ojos aún húmedos y una chispa de esperanza.
—Por supuesto. Almorcé justo antes de que llegaras. Si no, ¿quién crees que te mandó a llamar? —explicó Jiang Mosheng rápidamente, temeroso de que el pequeño, tan propenso a imaginar cosas, volviera a sentirse mal.
Al saber que su cola dorada no había pasado hambre, Yu Jinli por fin se tranquilizó, aunque decidió firmemente que nunca más volvería a olvidarse de llevarle la comida. Sería un desastre si su cola dorada llegaba a pensar mal de él.
Viendo que Yu Jinli y Jiang Mosheng se llevaban tan bien, Qiao Mulan se sintió aliviada. Antes de salir, le lanzó una última mirada de advertencia a su hijo, ordenándole con los ojos que no se atreviera a maltratar al pequeño.
Jiang Mosheng no pudo evitar sonreír con resignación. No entendía del todo qué pasaba por la cabeza de su madre, pero ¿cómo podría él siquiera pensar en hacerle daño al pequeño, si lo amaba tanto?
El ánimo de Yu Jinli volvió a levantarse al confirmar que su cola dorada no había pasado hambre ni estaba molesto por no haber recibido tratamiento esos días. Entonces, comenzó a explicarle más técnicas de cultivo que su maestro y su hermano de secta le habían enseñado, resolviendo así varias dudas que Jiang Mosheng tenía, lo que le permitió avanzar otro paso en su cultivación.
Cuanto más progresaba, más sorprendido se quedaba Jiang Mosheng con los cambios que experimentaba. A veces incluso podía ver el interior de su propio cuerpo, algo impensable.
Había logrado arrinconar el veneno dentro de una pequeña parte de su organismo, protegiendo su corazón con energía espiritual y reparando las zonas dañadas. Estaba mejorando notablemente.
Tenía la sensación de que, cuando se recuperara por completo, estaría incluso más fuerte que antes.
Como mutante de grado S, tal vez podría alcanzar el grado SS al sanar totalmente.
En toda la galaxia no existía aún un grado SS. Si él lo lograba, sería el primero.
Esa idea lo llenó de emoción, algo raro en alguien tan calmado como él.
Era instintivo para un guerrero desear más poder. Nadie despreciaba la fuerza.
……
Después de salir de la habitación de su hijo, Qiao Mulan se cruzó con Jiang Zhentao, que acababa de regresar del Cuartel General Militar con un semblante sombrío.
—¿Qué ocurre? ¿Qué te hicieron esos tipos? —preguntó mientras se acercaba y se sentaba a su lado, acariciándole la espalda con suavidad, sus ojos llenos de ternura y preocupación.
Jiang Zhentao era uno de los tres mariscales federales. A diferencia de un sistema imperial, en la Federación los mariscales tenían poder equivalente al del jefe de Estado para equilibrar la autoridad y mantener el control mutuo.
Tanto el Jefe de la Federación como los tres mariscales eran elegidos cada diez años por el Parlamento y por voto popular.
Por lo general, los mariscales eran reelegidos salvo que cometieran errores graves, gracias a sus méritos militares. El puesto de Jefe de la Federación, en cambio, era más inestable y requería hazañas extraordinarias para ser renovado.
La próxima elección sería en un año. Aunque Jiang Zhentao contaba con grandes logros, su salud se había deteriorado desde que resultó herido en la guerra contra los Zerg, por lo que no era apto para continuar en el cargo.
Aun así, eso no significaba un problema para la Familia Jiang, pues él ya tenía un sucesor preparado, alguien con la capacidad suficiente para heredar su puesto.
Ese sucesor, naturalmente, pensaría en el bienestar de la familia Jiang. Con Jiang Mosheng vivo, el prestigio de la familia seguiría intacto.
Aunque solo tenía el rango de Mayor General, a sus treinta años Jiang Mosheng era un talento prometedor. Con el tiempo, sin duda llegaría a ser mariscal, lo que aseguraría la posición de la familia.
Pero el veneno Zerg que lo había herido lo había dejado al borde de la muerte. Esa debilidad había hecho que muchas fuerzas, antes temerosas de los Jiang, comenzaran a aprovechar la oportunidad para atacarlos en la sombra.
Incluso había quienes empezaban a cuestionar la legitimidad del sucesor designado por Jiang Zhentao, con claras intenciones de presionarlo para que cediera su puesto y derrumbar así a toda la familia Jiang.
Las últimas veces que había asistido al cuartel, lo habían aislado deliberadamente. Aunque aún era mariscal y conservaba subordinados leales, las maniobras políticas en su contra lo hacían sentirse enfermo y frustrado.