El regresor del monte Hua - Capítulo 404
¡¡¡RAHHHH!!!
Un rugido atronador estalló entre las fuerzas de la Alianza del Bien y del Mal.
Nadie expresó claramente por qué luchaban, pero sus gritos estaban cargados de frustración.
Setecientos cincuenta contra dos mil setecientos.
Estaban superados en número. No contaban con un aliado poderoso que ostentara el título de Señor Empíreo.
El destino que les aguardaba ya estaba decidido. Aun así, su moral permanecía inquebrantable.
—Por lo menos, su espíritu de lucha vale la pena verlo.
El Señor de la Asociación de los Cielos Oscuros permanecía relajado todo el tiempo.
—¿Qué haremos con el Abad y el Sable Heredero del Trueno?
—Ya que vinieron sabiendo que iban a morir, capturarlos no servirá de nada. Yo me encargaré.
—Entendido.
—Mátenlos.
¡¡¡RAHHHH!!!
La Asociación de los Cielos Oscuros respondió al instante con un grito ensordecedor.
Como era de esperarse de los artistas marciales, sus rugidos eran poderosos.
¡Fflap!
Las aves en la montaña, escondidas en cada rincón, alzaron el vuelo, conmocionadas. El batir sincronizado de sus alas sonó como un trueno. Y sus chillidos no fueron cantos, sino gritos.
—¡Asociación de los Cielos Oscuros!
—¡Pinches monjes ridículos de Shaolin!
—¡Familia Ximen, bola de bastardos!
—¡Muéranse!
Los gritos resonaron desde todas direcciones. Había comenzado una feroz batalla.
Los soldados de la Asociación de los Cielos Oscuros creían que la Alianza del Bien y del Mal sería rápidamente superada por la enorme diferencia numérica, pero no podían estar más equivocados.
La resistencia se mantuvo con sorprendente firmeza.
—¡Templo Shaolin!
No les decían “el Shaolin de la Cima Más Alta” por nada. Como era de esperarse de los monjes del Templo Shaolin, conocido como el centro del murim de las Llanuras Centrales, no solo imponían respeto, sino que también eran hábiles.
Debido a su determinación de morir, no podían ser empujados fácilmente.
—¡Son los Ciento Ocho Arhats!
Por encima de todo, la presencia de los Ciento Ocho Arhats —la fuerza más grande y poderosa del Templo Shaolin, o más bien, de todo el murim— era extraordinaria. Si la Secta del Monte Hua tenía a los Espadachines de la Flor de Ciruelo, el Templo Shaolin tenía a los Ciento Ocho Arhats.
De hecho, su prestigio era incluso mayor que el de los Espadachines de la Flor de Ciruelo, y eran uno de los grupos más poderosos de todo el murim, sin importar si eran de la facción recta o la malvada.
Sin recurrir a trucos ni engaños, eran simplemente fuertes. Incluso la Estrella del Valor Retorcido de la Asociación de los Cielos Oscuros encontraría problemático enfrentarlos de frente.
—¡Muere!
Un soldado de la División de las Siete Estrellas apuntó a la espalda de un monje y se lanzó a apuñalarlo con su espada.
—¿¡Te atreves!?
Un guerrero de la Familia Ximen bloqueó con arrogancia la espada dirigida al monje.
—¡Muere!
El guerrero pateó el suelo con la punta del pie, lanzando una nube de tierra que cegó al soldado de la División de las Siete Estrellas que intentaba estabilizar su espada.
—¡Ugh, maldito cobarde!
—¡Lo sé!
Con una risita, el guerrero de la Familia Ximen le agarró la cara al soldado y le cortó la garganta.
—¡Gracias!
—¡Si no quieren que los apuñalen por la espalda, usen el terreno! ¡Hay muchos árboles, así que pongan su espalda contra ellos! ¡Y como la pendiente es empinada, es buen lugar para patearlos y hacerlos caer!
El Templo Shaolin, como representante de la Facción Recta, estaba acostumbrado a pelear siguiendo las reglas establecidas, porque su fuerza natural era sólida y directa.
La Familia Ximen, como parte de la Facción Malvada, aplicaba diversas tácticas a sus habilidades naturales y utilizaba el entorno de forma astuta.
Eran el Bien y el Mal. Sus mentalidades, movimientos y hasta sus métodos de respiración eran diferentes.
Era imposible que alcanzaran la armonía, pero sí podían ayudarse al complementar sus fortalezas y debilidades.
Sin embargo, esta batalla seguía sin ser sencilla. La única razón por la que no caían fácilmente era porque luchaban con una ferocidad nacida de la determinación de morir.
—Abad de Shaolin.
El Señor de la Asociación de los Cielos Oscuros subía tranquilamente la colina.
—Aún no es tarde. Si se rinden ante mi Asociación y abren el camino, prometo que al menos mi Templo Shaolin sobrevivirá.
—Namu Amitabha Buddha, Avalokitesvara Bodhisattva.
Hong Jin juntó las palmas y respondió con firmeza.
—Tampoco es tarde para que reconozcas tus pecados, reflexiones sobre ellos y detengas esta guerra.
—Sí. Sabía que dirías eso.
El Señor de la Asociación sonrió y desenvainó su espada.
—Ahora que lo pienso, ¿el Monje del Puño y el Monje Divino eran tu hermano mayor y tu maestro, verdad? Si tuviéramos tiempo, te diría la verdad. Qué lástima que no pueda hacerlo.
—¿La verdad? —respondió Hong Jin.
—No te dejes engañar —le advirtió Ximen Erjin, parado a su lado—. ¿Ya olvidaste que la especialidad de la Asociación de los Cielos Oscuros es mentir y crear caos?
Ximen Erjin apretó los puños y adoptó una postura de combate.
—Pilar de la Facción Recta, no te dejes sacudir tan fácilmente.
—¿Jajaja, una artimaña?
El Señor de la Asociación soltó una risa divertida.
—Usa el sentido común. ¿De verdad necesito esforzarme tanto solo por ustedes?
Era frustrante, pero era verdad.
Ximen Erjin apretó los dientes.
Había oído que era un monstruo, pero no esperaba que fuera así de fuerte…
El sudor le corría por las mejillas.
Decían que el verano había terminado, pero el frío seguía presente.
Ximen Erjin sentía escalofríos, como si estuviera en pleno invierno. Solo con estar frente a ese hombre, sus músculos temblaban.
No puedo ver el final de su Reino.
Decían que un Maestro Absoluto alcanzaba el Retorno al Origen, y que parecía una persona común. Esa era la diferencia entre el hombre frente a él y él mismo.
No es que no pudiera controlar su fuerza. Este monstruo simplemente no se molestaba en hacerlo.
El abismo.
Cuanto más lo miraba, más se perdía en él.
—Abad. Recuerda nuestro propósito. Nosotros defendemos, no atacamos.
La derrota era segura. Era dudoso que pudieran siquiera herirlo, mucho menos causarle daño fatal al Señor de la Asociación.
—Así que haz tu mejor esfuerzo por detenerlo lo más que…
No pudo terminar la frase.
—¿Detenerme?
El Señor de la Asociación apareció frente a él.
¿Cuándo llegó?
La mente de Ximen Erjin se congeló.
El Sable Heredero del Trueno era uno de los pocos maestros de la Facción Malvada. Como líder de la Familia Ximen, estaba en el Reino de la Armonía y era uno de los Cien Expertos Bajo el Cielo.
No solo su cultivo, sino también sus habilidades físicas eran extraordinarias.
Su visión era increíble, y su capacidad de percibir el aura o la presencia de seres cercanos era extremadamente aguda.
Sin embargo, no había sentido nada. Como el legendario grupo de asesinos del Valle de los Fantasmas, el cuerpo del hombre simplemente desapareció y reapareció.
—Incluso si ha alcanzado el punto más alto del arte marcial, sigue siendo una persona.
Escuchar al hombre decir exactamente lo que pensaba, como si leyera su mente, hizo que su corazón se hundiera.
—Si crees que puedes detenerme, adelante.
La figura de la Espada de los Cielos Oscuros se tornó borrosa.
¿De verdad voy a morir así?
Ximen Erjin lamentó su decisión una vez más.
Parecía una estupidez haber hablado con tanta arrogancia con Hong Jin.
No podían detenerlo. Ni siquiera lo ralentizarían.
Eran como hormigas aplastadas por un humano.
Aun así, Ximen Erjin no se rindió.
Su cuerpo, entrenado durante tanto tiempo, reaccionó al ataque del enemigo. Pero era demasiado tarde. No, más bien, no era que fuera tarde.
La técnica de sable de la Familia Ximen era brutal y veloz. Para nada lenta. Era como un relámpago.
Pero entre todos, este era el peor enemigo posible.
Entre los Seis Señores Empíreos, la Espada de los Cielos Oscuros era el más rápido.
Ah, maldita sea…
Antes de que pudiera terminar su pensamiento, una luz deslumbrante estalló, iluminando la oscuridad.
¡CLANG!
Justo cuando la luz le cegó la vista, una explosión estalló, con un estruendo que le sacudió el cráneo y le reventó los oídos.
Su visión se volvió blanca por un instante. Pero, como era de esperarse de un maestro del murim, sus sentidos volvieron enseguida.
Solo entonces pudo entender qué había pasado.
—¡Hong Jin!
—¿Estás bien?
Antes de que la Espada de los Cielos Oscuros llegara a su cuello, una postimagen en forma de mano lo interceptó por el costado y lo bloqueó apenas a tiempo.
Era un arte marcial inigualable del Templo Shaolin, y también el arte del Abad de la generación pasada, el Monje Divino.
—Arte de Salvación de las Mil Manos.
El Señor de la Asociación observó a Hong Jin con interés.
—No es precisamente un arte conocido por su velocidad, ¿o sí?
No por nada el Reino Coruscante era comparado con los cielos. Desde las habilidades físicas básicas, todo en ellos superaba a los humanos ordinarios.
Hong Jin no era un Maestro Absoluto, ni dominaba técnicas basadas en velocidad, así que el hecho de que lograra bloquear ese ataque justo a tiempo era sorprendente.
Hong Jin no respondió a la pregunta.
Lo que enfrentaban no era solo una desventaja, era una situación desesperada. No podía decir nada que beneficiara al enemigo.
—Ah, cierto.
El Señor de la Asociación habló de repente, como si recordara algo.
Desafortunadamente, además de una fuerza abrumadora, también poseía una mente aguda y calculadora. Rápidamente dedujo la razón.
—No te alabo por haber reaccionado a tiempo, sino por haber preparado el bloqueo de antemano. No sé cómo lo supiste, pero protegiste al Sable Heredero del Trueno en lugar de a ti mismo.
Ximen Erjin abrió los ojos sorprendido.
Hong Jin no confirmó ni negó nada.
—¿Sacrificándote por los demás?
El Señor de la Asociación soltó una risita burlona.
—Qué creencia tan noble y recta. Pero gracias a eso, arruinaste tu vida.
¡No!
Ximen Erjin apretó los dientes y lanzó un tajo diagonal con su sable.
Era una técnica básica, sí, pero hecha con el Sable Triple Relámpago, ideal para situaciones urgentes por su rápida ejecución.
¡CLANG!
El sable chocó con la espada, soltando un chillido metálico prolongado.
Pero los ojos del Señor de la Asociación seguían fijos en el descendiente del Monje Divino. Los relámpagos del sable no llamaron su atención.
Extendió la mano izquierda. No, más bien, ya la había extendido.
—Veamos si puedes mantener esa creencia… sin tus ojos.
Sus dedos, el medio y el índice, se alargaron como cuchillas, fríos y afilados, justo sobre los ojos de Hong Jin.
¡Squelch!
—¡¡¡AGHHH!!!
Hong Jin soltó el gesto de manos del Arte de Salvación y se cubrió el rostro con las palmas mientras gritaba.
Fue un grito gutural, el dolor primitivo de perder una parte de su cuerpo.
Entre sus dedos, podían verse sus cuencas vacías.
No había nada tras sus párpados. En lugar de lágrimas, brotaba sangre.
—¡Abad!
Ximen Erjin lo sujetó por el cuello de la túnica y lo jaló hacia atrás.
—Abad de Shaolin, ¿aún puedes ver seres sintientes que necesiten ser salvados?
La realidad no era tan sencilla.
—Claro que no.
—Fue amarga, no dulce.
—Si levantas los párpados, solo sentirás el ardor del fuego. No verás nada más.
Confiar en alguien te traiciona. Esperar algo te lleva a la desesperación.
Un milagro era una esperanza inalcanzable, una mentira.
—Porque esos ojos, que no podían ver la realidad, ahora ruedan por la tierra.
Hong Jin y Ximen Erjin eran Maestros del Reino de la Armonía.
Eran tan fuertes como su determinación de morir, pero al final, seguían estando en el Reino de la Armonía.
No podían alcanzar al Maestro Absoluto, quien ya había superado los límites humanos.
Si algo así pudiera lograrse solo con sueños o fuerza de voluntad, habría muchos Maestros Absolutos en el murim.
—¿Pensaban que si morían, algo cambiaría?
El Señor de la Asociación alzó lentamente su espada.
—Qué ridículo.
La burla desapareció de sus labios.
Lo que la reemplazó fue una expresión indiferente.
Tal vez fue por el cambio en su ánimo, pero parecía que el entorno se oscurecía.
Las sombras se reunían bajo su cabello. El blanco de sus ojos parecía oscurecerse de forma antinatural.
—Si Yama, el Rey del Inframundo, te pregunta por qué estás en su puerta, dile que fue por tu ignorancia.
En el instante en que la espada estaba por desvanecerse…
—¡Noticias urgentes! ¡Noticias urgentes!
Un grito frenó al Señor de la Asociación.
—¡Orden del cuartel general de retirarse por razones operativas!
El ceño del Señor de la Asociación se frunció ligeramente.
No por molestia de recibir órdenes, sino porque algo debía haber ocurrido.
Su estratega, Existencia Bendita, nunca daba una orden sin razón. Así como todo resultado tenía una causa, esta orden también la tenía.
Aunque el Señor de la Asociación era la máxima autoridad, el mando militar y operacional lo había delegado en Existencia Bendita.
Y no fue porque temiera descontento por una dictadura prolongada, ni porque lo obligaran a ceder el mando según alguna jerarquía.
Lo había hecho de forma voluntaria, porque conocía el valor del intelecto de Lu Cun, un graduado de la Academia Hanlin.
Eso era lo que lo hacía verdaderamente temible. No solo su poder, sino su capacidad para dejar el orgullo de lado por el bien mayor.
Si Li Yicai era poderoso porque sabía lo que la gente quería, el Señor de la Asociación lo era porque sabía colocar a las personas adecuadas en los puestos adecuados.
—¿Algo más?
—¡El frente sur fue derrotado! ¡La Alianza del Bien y del Mal del sur se mueve hacia el norte, rumbo a la sede de Hefei!
—Con el río Yangtsé, no será fácil cruzar.
—¡Tras la derrota de Hong Xialang, también cayeron las Dieciséis Guaridas del Bosque Rojo!
El ceño del Señor de la Asociación se profundizó.
Si recuperan Hefei, la moral de la Alianza se disparará. Y más importante aún, Existencia Bendita está allá…
Sería una lástima perder los suministros militares y armas almacenadas, pero le preocupaba más la vida de su estratega.
No podía permitirse perder a Existencia Bendita, el cerebro de la Asociación y la base de su gran causa.
Era lamentable, pero decidió retirar sus tropas.
¿Sobrevivimos?
Ximen Erjin sintió una chispa de esperanza.
—¿Cuántos enemigos quedan?
—A simple vista, entre trescientos y cuatrocientos.
—Bien. La Estrella de la Existencia Bendita tomará el mando de la unidad hasta que regrese.
—¿Señor de la Asociación?
—Ustedes vayan primero. Yo los alcanzaré en breve.