El regresor del monte Hua - Capítulo 399
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- Capítulo 399 - Vanguardia del Cielo Oscuro (3)
El Río Yangtsé, famoso por sus fuertes corrientes, no era rival frente al Imoogi.
Había sido una tontería de Zhou Xuchuan dejar atrás al Imoogi —también conocido como el Dios del Agua— e intentar atravesar las aguas solo con su cuerpo.
Como era de esperarse, el Imoogi era increíblemente rápido.
Se movían bajo la superficie, no por encima, para evitar ser detectados por la red de vigilancia de la Asociación del Cielo Oscuro.
Gracias a su arte de inmersión en agua, Zhou Xuchuan podía contener la respiración todo el tiempo que quisiera y tenía el físico necesario para soportar la presión de las profundidades, así que eso no era problema.
Qué bueno que el frente sur terminó tan fácilmente, pero me preocupa no haber visto a ninguno de los altos mandos.
Zhou Xuchuan estaba sentado con las piernas cruzadas sobre la cabeza del Imoogi. Extrañamente, no se movía ni un poco, como si algo lo mantuviera firme, a pesar de la velocidad con la que se desplazaban bajo el agua.
Aun si el Señor de la Asociación del Cielo Oscuro o la Existencia Bendita están en su base, en el cuartel de Hefei, me inquieta no ver a Tang Mingren.
El Dragón Venenoso de la Facción Justa, y el Lobo Codicioso de la Asociación del Cielo Oscuro.
Tang Mingren.
Solo pensar en él hacía que el corazón de Zhou Xuchuan vacilara.
Las artes venenosas de Tang Mingren son una cosa, pero su intelecto también es extraordinario.
Llevaba engañando a la Facción Justa—no, a todo el murim—durante mucho tiempo.
No en vano había cargado con la oscuridad de la Facción Justa.
Si no vinieron al sur, entonces deben estar en el norte.
Descruzó los brazos y colocó una mano sobre la cabeza del Imoogi.
Supongo que es hora de ir más rápido.
Le transmitió su intención al Imoogi de aumentar la velocidad.
Cuando las nubes del monzón se despejaron, el calor se disipó.
El sol que había abrasado la tierra se desvaneció. La brisa fresca que acariciaba el cabello hacía que el cuerpo se sintiera más ligero. Sin embargo, la atmósfera en el frente norte no se parecía en nada a esa brisa. El aire estaba cargado de tensión por la inminente batalla, tan intenso y denso como el calor de pleno verano.
Un campo vasto se extendía hacia el horizonte. Pero en lugar de que el sol emergiera, lo que avanzaba era una ola oscura, en formación constante.
Era el Ejército del Norte de la Asociación del Cielo Oscuro.
Si el Ejército del Sur estaba compuesto en su mayoría por oportunistas y desertores de las Facciones Justa y Malvada, el del Norte era todo lo contrario.
Eran soldados privados entrenados desde hacía tiempo por el Soldado Destructor, un antiguo oficial militar imperial, o eran élites que habían jurado lealtad por años, incluso décadas, no simples artistas marciales convencidos y movilizados para reforzar el poder, como había sucedido últimamente.
Quizá por eso sus movimientos eran tan distintos.
Cada gesto, cada paso, rebosaba disciplina, y avanzaban al unísono, como si fueran un solo cuerpo.
¡Thud! ¡Thud! ¡Thud!
Los guerreros de la Asociación del Cielo Oscuro avanzaban como soldados veteranos. Si hubieran estado vestidos con armadura, el retumbar metálico habría resonado por la tierra. Pero era el golpe sincronizado de sus pasos lo que hacía temblar el suelo. Cuando el Ejército del Norte de la Asociación avanzaba, el terreno vibraba como si ocurriera un terremoto.
¡Rumble!
Verlos de cerca habría dejado paralizado a cualquiera.
La hierba que antes danzaba con el viento ahora yacía aplastada. Cada paso dejaba la marca de una montaña.
Nadie hablaba. Pero sus ojos ardían ferozmente. El silencio solo hacía que el calor se sintiera más intenso, como si su pasión misma encendiera el aire.
«Ha…»
Un mendigo de la Banda de Mendigos sacó la lengua al ver la escena frente a él.
«Se me puso la piel chinita.»
Los mendigos se escondían en hoyos que habían cavado previamente para evitar ser vistos.
Era imposible ocultarse por completo en las llanuras, pero mientras el enemigo se mantuviera a distancia, los escondites servían.
«Esos bastardos están en movimiento.»
«Yo también lo vi. Parecía algún tipo de ejército.»
«No, no es eso. Se dividieron.»
«¿Qué?»
Uno de los mendigos se incorporó de repente y asomó la cabeza. Se cubrió los ojos con la mano y entrecerró los ojos hacia el horizonte. Luego, por un momento, usó un arte ocular para agudizar su visión.
Suspiró aliviado al confirmar que el Ejército del Norte se había dividido en dos grupos.
«Uff, gracias al cielo. Usemos un arte de desplazamiento, salgamos de aquí y reportemos de inmediato. No me gusta hacia dónde va esto.»
Los mendigos se retiraron usando artes de movimiento, y apenas alcanzaron cierta distancia, activaron técnicas de ligereza para volver a la unidad.
«Por fin se están moviendo.»
Tang Hui alzó la cabeza mientras limpiaba su arma oculta en forma de mariposa.
«Verificaremos cómo se reorganizaron y sus objetivos una vez más antes de entrar en combate.»
Las fuerzas de la Alianza del Norte se reorganizaron. Se les dio nombre como Ejército Superior del Norte y Ejército Inferior del Norte según su ubicación.
«Quinientos bajo el estandarte de la Alianza Marcial, novecientos de la Secta de la Espada de la Voluntad Dorada, y doscientos y quinientos de las familias Tang y Peng respectivamente. Luego, cien de la Secta del Monte Hua y trescientos de la Secta Zhongnan, para un total de dos mil quinientos. Nuestro comandante es el Patriarca Peng Zihu, y yo, el Fénix Venenoso Tang Hui, fungiré como su ayudante.»
Como esto ya se había decidido anteriormente, no hubo objeciones.
«Para evitar ser detectados por la Existencia Bendita, avanzaremos temprano. Cuando lleguemos al centro del campo de batalla, fingiremos una retirada y los atraeremos hacia las trampas. Si alguien tiene dudas sobre el plan, que hable ahora.»
Ningún líder dijo nada.
Tang Hui puso una mano sobre la mesa y lanzó una advertencia.
«Si están guardando sus preguntas por orgullo, mejor ni se metan a pelear. Yo tuve que pedirle al Dragón de Mecanismos y a sus ayudantes que me explicaran partes de las trampas que no entendía. Así que si sienten siquiera un poco de duda, hablen.»
«Lo tendremos en cuenta.»
«Buena suerte a todos.»
Tras terminar la reunión estratégica, Tang Hui entró en su tienda personal para prepararse y dar mantenimiento a su equipo.
«Has trabajado duro.»
Tang Hui frunció el ceño apenas abrió la tienda.
«Vaya, no te ves muy bien. ¿Qué pasa?»
«Al parecer no te llevas muy bien con tu secta, Unnie Duan. ¿O fue que te corrieron por fastidiosa?» gruñó Tang Hui con suavidad hacia Duan Lihua.
«¿Cómo crees~?»
Como era de esperarse de Duan Lihua, ni se inmutó ante las palabras filosas de Tang Hui y mostró una actitud relajada. La forma en que se encogió de hombros era irritante de por sí.
«Pensé que te habían excomulgado por tu personalidad de la chingada. Pero si no es eso, ¿qué haces aquí en el norte? ¿No deberías estar en el sur con la Secta Qingcheng?»
«Vine a comprobar algo.»
Duan Lihua acarició su vaina con la mano.
«¿De qué estás hablando?» Tang Hui la miró con frialdad.
Su expresión parecía decir: ¿Qué diablos estás diciendo?
Duan Lihua sonrió tímidamente, bajando la mirada como si estuviera avergonzada. Era imposible saber si hablaba en serio o no.
«Pues… solo quería revisar el tamaño y el largo del Dios de la Espada.»
«¿¡Q-qué!?» gritó Tang Hui.
Se veía totalmente distinta a la ayudante fría de hace un momento. Sus largas pestañas temblaban, y sus mejillas se pusieron rojas.
Sus pupilas temblaban con violencia.
Duan Lihua se cubrió la boca con una manga y soltó una carcajada al ver la reacción de Tang Hui.
¡Esa pervertida otra vez me está molestando!
Tang Hui estaba furiosa por la burla de Duan Lihua, pero se obligó a calmarse y recuperar la compostura.
Esa mujer solo disfruta verme nerviosa.
Las intenciones de Duan Lihua eran evidentes.
Tang Hui decidió no reaccionar en lo absoluto, pensando que mientras más se alterara, más se divertiría la otra.
«Vaya, vaya. ¿Qué fue lo que imaginaste, Fénix Venenoso?»
«Si vas a seguir con esas indirectas ridículas, mejor cállate de una vez.»
Tang Hui resopló, encontrando todo absurdo.
«Es obvio, lo que quieres decir es que quieres pelear con Zhou Xuchuan otra vez para ampliar tus horizontes, ¿no?»
«No, pero lo decía en sentido sexual.»
Duan Lihua frotó la vaina con la mano, de arriba abajo.
«Cof, cof!»
Tang Hui tosió como si algo se le hubiera atorado. Duan Lihua se rio de nuevo, tanto que parecía que se le iba a romper el estómago de tanto reír.
«¿Qué estás…?»
Justo cuando Tang Hui estaba por volverse una rakshasa demoníaca, la tienda se abrió y entró un joven de unos veintitantos.
Su cabello era un desastre, esponjado en todas direcciones, y sus ojos estaban entrecerrados como si tuviera sueño.
Sus ropas estaban desordenadas, claramente pertenecía a la Banda de Mendigos, pero había algo inusualmente limpio en él. Tal vez su piel pálida o su rostro sorprendentemente guapo.
«¿Dragón Mendigo? ¿Cuánto tiempo ha pasado desde que te vi?» saludó Duan Lihua con una ligera sonrisa.
«Tu elocuencia sigue igual, noonim.»
No solo Duan Lihua, Tang Hui también conocía al Dragón de la Banda de Mendigos, Chai Lia, un guerrero que formaba parte de los Cinco Dragones y Tres Fénix.
«No es momento para estas cosas,» suspiró Chai Lia profundamente, como quejándose.
«¿Qué pasa?»
El rostro de Tang Hui volvió a su expresión habitual, fría.
«La velocidad del avance del Ejército del Norte del Cielo Oscuro es más rápida de lo esperado.»
«Definitivamente no es momento para juegos.»
Tang Hui frunció el ceño.
El comandante del Ejército Superior del Norte era Peng Zihu.
El comandante del Ejército Inferior del Norte era el monje Shen Daoyun.
¡Agh… otra vez me toca estar al frente!
Shen Daoyun apretó los dientes y gimió por dentro.
Ya que las cosas habían llegado a ese punto, planeaba quedarse al lado de Peng Zihu como consejero y ayudante, pero ni eso se le concedió.
Inicialmente, pensaba pasarle el cargo a Hong Jin, el abad del Templo Shaolin, pero lo recomendaron a él por su experiencia, aunque su nivel marcial no fuera alto.
Era un ascenso, sí, pero no tan bueno para alguien que ya había estado al frente tantas veces.
Quinientos miembros de la Alianza Marcial, novecientos de la Banda de Mendigos, cien de la Secta de la Espada de la Voluntad Dorada, seiscientos de la Familia Ximen y trescientos del Templo Shaolin, para un total de dos mil cuatrocientos.
Aun así, como comandante competente, hacía lo que debía.
Memorizó los detalles de la operación. Los repasó varias veces para no olvidarlos. Preparó contramedidas recordando y memorizando a cada miembro desplegado y sus características.
«Ya vienen,» dijo uno de sus guardias.
«Sí, lo veo.»
Contuvo las quejas que le subían a la garganta y miró al frente.
«Tres mil.»
«Qué rápido.»
El Mendigo del Bastón de Templanza, Sun Yishan, estaba impresionado.
«No es para tanto.»
Saber contar tropas era una habilidad esencial para un comandante.
De hecho, incluso si uno no lo era, en un entorno como Guizhou donde el enemigo puede aparecer en cualquier momento, uno debía aprender a contar rápido.
«¿Cuatro mil hacia las trampas?» murmuró Ximen Erjin, preocupado.
«Está justo, pero estará bien.» Shen Daoyun lo tranquilizó.
No pensaba que se dividirían de forma exacta.
Aunque hubiera una diferencia de mil soldados, a veces se compensaba ajustando el poder promedio. Ya esperaba algo así.
«Prepárense para la batalla…»
Shen Daoyun se detuvo a la mitad de la frase.
¿Q-qué carajos…?
Sus ojos se agrandaron lentamente.
Eso… eso no puede ser. No, no puede.
La mano que tenía alzada comenzó a temblar ligeramente. Sus ojos mostraban ansiedad.
Shen Daoyun tenía mejor vista que la mayoría. En comparación con los bárbaros del norte, su habilidad para rastrear era superior.
Gracias a entrenar observando campos de batalla durante años.
Y cuando usaba su qi como artista marcial, su visión se agudizaba tanto que podría decirse que era la mejor del mundo.
Por eso pudo ver con más detalle al grupo de soldados del Cielo Oscuro que los demás maestros a su lado.
El problema era que había un rostro que no debería estar ahí.
El cielo estaba despejado.
Pero se sentía extrañamente lúgubre.
Aún era temprano para el atardecer, y sin embargo se sentía oscuro.
Una sombra cruzó las llanuras. No era una nube. Era una sombra oscura y una ola hecha de personas.
«¿Sabes por qué los líderes, incluso los más grandes del murim, no se colocan al frente de una batalla?»
Entonces, un hombre de mediana edad habló.
«Qín Zéi Qín Wáng. Si quieres capturar al enemigo, primero debes capturar a su líder. Si el líder cae, todo el ejército colapsa. Por eso, el líder, aunque sea el más fuerte, debe mantenerse oculto.»
Una sonrisa profunda se extendió por los labios del hombre de mediana edad.
«Sin embargo…»
El hombre, el maestro del Cielo Oscuro, continuó hablando.
«Si no logran derribarme, ¿acaso eso no elimina la preocupación?»
El que estaba al frente no era ni un soldado raso ni un general.
«Ahora, si pueden detenerme… háganlo.»
El Vanguardia. El Señor de la Asociación del Cielo Oscuro.