El Favorito del Cielo - Capítulo 665
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- Capítulo 665 - Ling Jingxuan contra la Noble Consorte Bai (1)
Apenas la carroza cruzó las puertas del palacio, todas las concubinas y consortes de los distintos palacios recibieron la noticia. Después del incidente con el tercer príncipe, todo el mundo sabía que Yan Shengrui había jurado ante todos los funcionarios civiles y militares que jamás tocaría el trono. Por supuesto, los príncipes con aspiraciones a la corona no serían tan tontos como para provocarlo; al contrario, ahora trataban por todos los medios de congraciarse con él.
Y puesto que era raro que su esposa entrara al palacio, casi todas ellas habían ido al Palacio Fuqing desde temprano con todo tipo de excusas para quedarse, incluso aquellas concubinas que no tenían hijos. Todas estaban ansiosas por averiguar cómo Ling Jingxuan había conquistado el corazón de Su Alteza Sheng y querían aprender algunos trucos de él.
—¡La consorte príncipe Sheng y los pequeños duques han llegado! —anunció un eunuco.
En el Palacio Fuqing, Su Majestad la Emperatriz Chu Yunhan estaba sentado en su silla fénix con el semblante serio. A su lado, el décimo príncipe, a quien tenía temporalmente bajo su cuidado, permanecía sentado obedientemente. En ambos lados del salón se encontraban sentadas las concubinas y damas, encabezadas por la Noble Consorte Bai y la Noble Consorte Ye.
Cuando el anuncio resonó, todas las miradas se dirigieron de inmediato hacia la entrada. Ling Jingxuan, vestido con un manto de piel blanco como la nieve, entró llevando a un niño en brazos. A su izquierda y derecha lo acompañaban los gemelos, y detrás de ellos venían Ling Yun y otros sirvientes cargando varios paquetes.
—Mis saludos, cuñada imperial —dijo Ling Jingxuan con serenidad, sin prestar atención a las miradas ardientes que se clavaban en él.
Se detuvo frente al salón y se inclinó ligeramente ante Chu Yunhan, que permanecía en su silla fénix. Los dos pequeños bollitos también hicieron una reverencia respetuosa.
—Tío Chu, saludos —dijeron al unísono.
Ellos se negaban rotundamente a llamarlo “tía imperial”, insistiendo en decirle “tío Chu”. De todos modos, nadie se atrevía a objetarles. Además, ¿no los llamaban “niños salvajes”? Pues que fueran los niños salvajes que tanto mencionaban. En cierto modo, los pequeños habían heredado el carácter de Ling Jingxuan y Yan Shengrui: obstinados, orgullosos e indomables.
—¡Larga vida a Su Majestad, la Emperatriz! —proclamaron los sirvientes al unísono.
Los amos no necesitaban arrodillarse, pero Ling Yun y los demás sí. Para Ling Yun y Song Shuiling no era la primera visita al palacio, pero sí lo era para la señora Zhang y la niñera, quienes se mostraban algo tensas. Por suerte, estaban al final de la fila y nadie notó su nerviosismo.
—Levántense todos. Jingxuan, ahórrate las formalidades. ¡Alguien, traigan los asientos! —ordenó Chu Yunhan, dejando de lado su habitual indiferencia.
Chunxiang y los sirvientes ya habían preparado las sillas. Según el rango, Ling Jingxuan tenía el título de rango superior primero, equivalente al de la emperatriz, y debería sentarse al frente. Sin embargo, como esposa, su posición debía estar por debajo de las consortes del emperador. Aun así, Chu Yunhan dispuso deliberadamente que su asiento quedara delante del de la Noble Consorte Ye y justo frente a la Noble Consorte Bai. Era una clara declaración: para él, Ling Jingxuan ocupaba un lugar más alto que ellas, y una advertencia para que midieran sus palabras.
—Gracias, cuñada imperial —dijo Ling Jingxuan, avanzando con el niño en brazos para tomar asiento.
—Ling Yun, entrega esos regalos a la tía Chunxiang —ordenó con calma.
—Sí, mi consorte príncipe —respondió Ling Yun, inclinándose respetuosamente antes de llevar, junto con Song Shuiling y los demás, los paquetes grandes y pequeños hasta Chunxiang y sus ayudantes.
Luego, Ling Jingxuan alzó la vista hacia Chu Yunhan y sonrió.
—Cuñada, disculpe. Vengo del campo, así que no tengo cosas finas que ofrecer. Estos son cecinas de res con distintos sabores que preparé personalmente. Espero que no le parezcan demasiado simples.
Sus palabras sonaban humildes, pero en realidad le estaba dando una advertencia encubierta: esos regalos eran comida, y que no permitiera que otros los tocaran. Chu Yunhan, tan perspicaz como era, comprendió de inmediato la insinuación.
—Mira lo que dices. Hace tiempo que deseaba probar tu cocina. Chunxiang, guarda esos obsequios en mis aposentos; los comeré cuando el séptimo príncipe regrese —dijo con naturalidad.
Quizá el Palacio Fuqing no era el lugar más tranquilo, pero sus aposentos personales eran absolutamente seguros.
—Tío Chu, ¿dónde está el hermano Yan? —preguntó el pequeño bollito, incapaz de contenerse al escuchar “séptimo príncipe”.
Un rastro de impotencia cruzó los ojos de Chu Yunhan y Ling Jingxuan. El primero le hizo un gesto para que se acercara, y el niño corrió hasta él, subiéndose a su regazo.
—Tío Chu, ya te extrañaba. ¿Puedes venir a visitarnos seguido con el hermano Yan? Te contaré algo: Papá Lobo, Dahei y Xiaohei son increíbles, siempre traen comida deliciosa. Y el tío Xue prometió aceptarme como su discípulo y enseñarme las mejores artes marciales. ¡Ah! Y el pequeño Dumpling ya no duerme todo el día; ahora juega con nosotros, aunque es tan pesado que casi no podemos cargarlo. Si no fuera por eso, yo lo llevaría a…
El resto de sus mil palabras quedó omitido. El pequeño había activado su modo parlanchín, y no se detenía hasta decir todo lo que tenía que contar. Chu Yunhan, sin embargo, no parecía tener intención de interrumpirlo. Sus encantadores ojos estaban llenos de ternura mientras lo miraba, sonriendo con afecto. De vez en cuando le acariciaba la mejilla o alisaba sus ropas, disfrutando de aquel reencuentro con el niño, sin prestar atención a las miradas cargadas de intenciones ocultas de las mujeres presentes en el salón.