El creador está en Hiatus - Capítulo 271
- Home
- All novels
- El creador está en Hiatus
- Capítulo 271 - #Yu Il-Shin en un mundo feliz
Mi editora en jefe soltó el suspiro más pesado que había dado en su vida, sujetándose la cabeza que le latía del dolor. Separando sus labios rojo rubí, preguntó:
—¿De verdad me vas a salir con esa excusa, escritor Yu Il-Shin?
—Tu maquillaje está más llamativo, señora editora. Ese color de labios te queda muy bien.
¡Bam!
¡Ay, qué miedo!
—¡¿Por qué golpeas la mesa de repente?! ¡Casi me da un infarto!
—¡Si no quieres que te dé una paliza, deja de decir tonterías!
—Entendido. —Cambié mi tono a uno de la más absoluta cortesía y sinceridad—. En realidad, ese color de labios no te queda nada bien. Pensé que venías de cazar ratones. Vaya, ¿querías impresionar? No hacía falta. Puedes venir como siempre, como cualquier amiga. Por cierto, el pastel de este café está delicioso. Ñam, ñam. ¡Qué joya escondida este lugar!
Me concentré en devorar mi pastel de chocolate, ignorando la mirada furiosa de mi editora. Sin darme cuenta, ya me lo había terminado. Mirando con nostalgia el plato vacío, le pregunté:
—Eso sí me cayó de maravilla. Tenía rato sin comer algo dulce. ¿Puedo pedir otro?
En lugar de responder que sí, levantó su tembloroso puño hacia mí.
Uf, me va a terminar golpeando de verdad.
—Bueno, ya me voy. Me dio gusto verte de nuevo, señora editora.
Justo cuando me levantaba para irme, me agarró del hombro. A pesar de su figura delgada, su agarre era tan fuerte que no podía moverme aunque lo intentara.
—S-señora editora, ¿has estado entrenando últimamente? Estás bien fuerte.
—¡Lo que pasa es que tú eres un flojo sin condición! ¿A dónde crees que vas?! ¡Desapareciste después de dejar una notita diciendo que estabas en pausa y ahora regresas como si nada! ¡Descarado! ¡Jamás había conocido a alguien tan cínico!
—¡Ay! ¡D-duele!
—¿Tienes idea de lo atrasados que estamos con la serialización? ¡No te vas a ir de aquí hasta que entregues el manuscrito pendiente! —Me obligó a sentarme de nuevo en la silla y me puso una laptop enfrente—. ¡A escribir! ¡Voy a corregir el manuscrito en cuanto lo entregues y lo subo a la página!
—Este… señora editora, aunque me presione, los manuscritos no salen por arte de magia. También es importante el ambiente de trabajo…
—¿Quieres que te encierren en la oficina?
Ese brutal castigo en el que encierran a los escritores que no cumplen con los plazos y los obligan a producir manuscritos como máquinas…
—Vaya, este café tiene un ambiente muy agradable, parece un jardín botánico con todos estos árboles. Se siente bien el aire… Mejor escribo aquí.
—Buena elección. —Ella sonrió resplandeciente como una rosa.
Su sonrisa se mezclaba perfectamente con el ambiente del café, donde los árboles y las enredaderas creaban un entorno como de bosque. Si no empezaba a escribir de inmediato, esa sonrisa se volvería demoníaca otra vez. Colocando con cuidado mi maceta con una rosa negra sobre la mesa, puse mis manos en el teclado con una expresión solemne.
—Voy a empezar entonces. Pero antes… ¿me puede pedir otro pedazo de pastel? El azúcar me ayuda a escribir mejor.
—Maldita sea… está bien, pide.
¡Tadak! ¡Tadadak! ¡Tadadak!
Poco después, mis dedos empezaron a moverse rápidamente sobre el teclado.
Así fue como comenzó todo.
…Bernache estaba desesperada.
Bernache era una noble elfa y devota seguidora del dios que mantenía la armonía y el equilibrio del universo. Al mismo tiempo, también era una aventurera—integrante de un grupo de rango Diamante, el más alto entre los aventureros. Su grupo incluía a Kaik, un guerrero bárbaro capaz de derrotar por sí solo a un ejército de diez mil hombres; Ian, un sacerdote cuyo poder divino había superado al del mismísimo emperador sagrado a una edad temprana; y la propia Bernache, una arquera élfica experta en el tiro con arco.
La gente los aclamaba como héroes. Bajo el liderazgo de Bernache, el grupo partió para salvar a la humanidad del Rey Demonio, que buscaba destruir el mundo, y del Dragón Muerto, soberano de la muerte. Ninguna adversidad los detenía. El grupo de héroes atravesó un ejército de no-muertos de decenas de miles y finalmente llegó a la mazmorra del Dragón Muerto.
—¡Ke, ke, ke! ¡Qué patéticos! ¡Simios primitivos! ¿De verdad creían que podrían derrotarme a mí, un apóstol del Dios Destructor?
El poder del Dragón Muerto, que había adquirido la fuerza divina del Dios Destructor, superaba por mucho sus expectativas. Ni la fuerza de Kaik, ni los hechizos sagrados de Ian, ni las flechas de Bernache servían de nada.
Apuntando al dragón, Bernache gritó urgentemente a sus compañeros:
—¡Ian! ¿Kaik aún no se recupera del todo?
—¡Cof, cof!
Kaik estaba al borde de la muerte, cubierto de sangre negra tras ser desgarrado por las garras del dragón. Incluso sus intestinos eran visibles. Ian, con las manos impregnadas de poder divino, intentaba desesperadamente curarlo, sin éxito.
—El veneno del Dragón Muerto es demasiado fuerte… Mis poderes curativos no funcionan…
El dragón abrió sus horribles fauces descarnadas, burlándose de ellos.
—Es inútil resistirse. ¿Creyeron que habían llegado hasta aquí por mérito propio?
—¡¿Qué quieres decir, Dragón Muerto?! —gritó Bernache, rechinando los dientes.
Sus ojos emitieron un resplandor rojo y siniestro.
—¡Ke, ke, ke! ¡Tan primitivos como son, ustedes son los monos más útiles! No puedo escapar de esta mazmorra debido a la ley de causalidad, así que destruirán a la humanidad en mi lugar. Es un fastidio ser tan poderoso. Ahora ustedes harán ese trabajo aburrido por mí. ¡Ja, ja, ja!
—¡¿Eh?! ¿¡Vas a usarnos para destruir a la humanidad?! —exclamó Bernache horrorizada.
—¿No es divertido? ¡Convertir a la última esperanza de la humanidad en su perdición!
Al escuchar eso, Kaik presionó su gran espada rota contra su cuello.
—¡Soy un guerrero orgulloso que venera a la Madre Naturaleza…! ¡Prefiero morir antes que ser utilizado por ti!
—¡N-no! ¡Kaik!
—Ke, ke. El suicidio es inútil. ¿Olvidaron mis poderes? ¡Soy Ashdak, el Dragón Muerto!
El grupo recordó de repente a los monstruos que habían enfrentado en su camino a la mazmorra del Dragón Muerto, en especial al ejército de no-muertos. Eran los mismos soldados imperiales que, en número de un millón, habían sido enviados a cazar al dragón. Este usaba su oscuro poder para resucitar a los muertos y convertirlos en sus esbirros. Por eso su pequeño grupo de élite fue enviado en primer lugar.
Con expresión decidida, Ian dio un paso al frente.
—Bernache, por favor lleva a Kaik y escapen de aquí de inmediato. Yo los detendré con mis hechizos sagrados.
—¡N-no! ¡No puedo dejarte atrás! ¡Me quedaré en tu lugar!
—¡Tu arco no puede detener al dragón!
Justo entonces, Kaik se puso de pie con esfuerzo.
—Urk… ¿De qué discuten? ¡Yo detendré a ese lagarto! ¡Salgan de aquí, elfa débil y sacerdote!
Mientras tanto, el dragón los miraba desde arriba, resoplando.
—Patéticos. ¡No hay escapatoria!
El Dragón Muerto abrió sus fauces óseas de par en par.
—¡Muéranse todos!
¡Kwoaaaaa!
Un enorme aliento ácido se lanzó sobre toda la mazmorra. Era demasiado tarde para escapar.
—¡¿Eh?! ¡Escudo Sagrado!
¡Tzzz!
Ian, en pánico, lanzó un hechizo sagrado, creando una barrera dorada.
¡Riiip!
Sin embargo, incapaz de resistir el Aliento Ácido de Ashdak, la barrera comenzó a agrietarse. La desesperación se reflejó en sus rostros mientras la muerte se acercaba.
—Ah…
Bernache, que había heredado la sangre del Dios de la Armonía y el Equilibrio, poseía una leve habilidad profética. En ese instante, vio a sus camaradas convertidos en no-muertos: Kaik, cortando brutalmente soldados con su gran espada, con marcas de garras en el pecho y vísceras podridas colgando; Ian, un sacerdote esquelético que esparcía enfermedades; y ella misma, una elfa no-muerta con la mitad del rostro podrido, disparando flechas sin piedad a la frente de los vivos.
Un final trágico para quienes fueron llamados héroes.
—Oh, Dios de la Armonía y el Equilibrio… —suplicó Bernache, sujetando la Semilla del Árbol del Mundo—. No me atrevo a pedir la salvación…
Aun así, no deseaba que ella ni sus compañeros fueran convertidos en no-muertos y utilizados como herramientas de masacre.
—Al menos, por favor, concédenos una muerte digna, para no ser usados por el Dragón Muerto…
Justo en ese momento, la barrera de Ian se hizo pedazos. El grupo cerró los ojos con fuerza, esperando la muerte.
Entonces, un destello iluminó la escena.
[Trigésimo piso de la Torre de los Dioses: Prueba del Dragón Muerto]
[Un dios desciende en respuesta a la desesperada súplica de Bernache.]
[Condición de Victoria: Superar la Prueba del Dragón Muerto y obtener la Semilla del Árbol del Mundo.]
Aunque la barrera había desaparecido, no sufrieron daño alguno.
En cambio, vieron una figura frente a ellos, bloqueando el aliento del dragón con ambas manos. El Aliento Ácido, capaz de derretir el acero más resistente, se detenía por completo, sin avanzar ni un centímetro.
—¡E-es un poder divino inmenso! ¿Acaso es usted un dios de alto rango? —exclamó Ian asombrado.
—N-no puede ser… ¿Eres un dios? —Incluso Kaik estaba conmovido hasta las lágrimas ante el milagro.
—Oh, Dios de la Armonía y el Equilibrio… —Bernache se arrodilló, llorando.
Como si hubiera escuchado los pensamientos de Bernache, el dios se giró.
Sus ojos se abrieron de par en par. Solo había oído hablar del Dios de la Armonía y el Equilibrio en leyendas, ¡pero era muy diferente a lo que imaginaba!
—¿Q-quién eres tú?
—¡¿Quién eres tú?! ¡¿De dónde saliste?!
El Dragón Muerto parecía igual de desconcertado.
Con ambos bandos mirándolo, el niño de ojos rojos gritó con todas sus fuerzas:
—¡Des… truir!
Se hizo un silencio inquietante. Pero lo que vino después fue aún más sorprendente.
¡Clack, clack! ¡Swoosh!
Se escucharon extraños crujidos de huesos, y fragmentos óseos blancos se reunieron alrededor del niño. Otro dragón apareció en su lugar.
—¡Destruiiiiir!
El Dragón Muerto lanzó un grito de terror.
—¡Aaaaargh! ¡¿Quién demonios eres tú?!
—Um, espere un momento, señor Yu.
—¿Sí? ¿Qué pasa?
—¿No se había terminado ya la Torre de los Dioses? ¿Por qué está saliendo Sam-Shin aquí otra vez?