Caballero en eterna Regresión - Capítulo 132

  1. Home
  2. All novels
  3. Caballero en eterna Regresión
  4. Capítulo 132 - El peregrino que camina en busca de un sueño
Prev
Next
Novel Info

Marcus sintió un escalofrío recorrerle la espalda.

El sudor frío le chorreaba por la frente, empapándole la cara.

‘¿Estos bastardos…?’

Las tácticas astutas del enemigo le dejaron la boca seca.

Pero como actual comandante del batallón de infantería, no podía darse el lujo de quedarse paralizado.

La unidad había crecido al tamaño de dos batallones después de recibir refuerzos.

—¡Compañía Tortuga, mantengan posición en la retaguardia! ¡El resto, detengan al gigante! ¡No rompan la formación! ¡Cualquiera que se retire será atravesado con una flecha por la espalda!

Al escuchar sus órdenes, su ayudante las repitió en voz alta, y los mensajeros corrieron en todas direcciones para transmitir las concisas instrucciones.

—¡Maldita sea, mantengan la línea! ¡Solo manténganla! ¡Si retroceden, morirán!

Era una situación desesperada. Sacrificar soldados reduciría la moral, y una vez perdieran terreno, recuperar una posición favorable sería un sueño lejano.

Pero no había otra opción.

Necesitaba tiempo para reorganizar a las tropas.

Los cuernos resonaban sin cesar.

‘¡Bwooooooo!’

Mientras Marcus observaba la niebla que nublaba su visión, pensó amargamente:

“Qué maldito desastre de entorno.”

¿Acaso no habían estado al borde del exterminio en una batalla anterior por culpa de esa maldita niebla?

En aquel entonces, la niebla fue creada mediante hechicería.

¿Cómo la habían resuelto aquella vez?

¿Con la estrategia y las tácticas del antiguo comandante del batallón?

‘Tonterías que ni un perro creería.’

Marcus conocía bien al antiguo comandante: un soldado de cuna noble, amante de los sobornos.

Un idiota impulsado más por la codicia que por la competencia.

El que rompió aquel hechizo debió ser otra persona.

El hombre del que todos susurraban, apodado el “Destructor de Hechicerías”, un soldado que, según los rumores, había sido bendecido por la Diosa de la Fortuna.

El mismo que había sido enviado a lidiar con los Guardianes de la Cruz, resolviendo problemas dondequiera que iba.

Por alguna razón, Marcus pensó en ese soldado en ese preciso momento.

El nombre del hombre al que habían convocado para controlar al escuadrón loco y hacerlo lograr resultados seguía grabado con claridad en su mente.

Encrid.

Apenas terminó de pensarlo, Marcus vislumbró una figura que emergía débilmente entre la niebla disipándose.

Un ser que se alzaba varias cabezas por encima de cualquier humano apareció ante sus ojos.

—Maldita sea… —murmuró.

Un gigante.

El comandante enemigo había apostado todo.

En lugar de luchar a medias, concentró todas sus fuerzas en un solo golpe contra el ejército principal.

Si esto fuera una apuesta, habían puesto todo sobre la mesa.

‘¿En una situación como esta, apuestan todo?’

Desde el principio, había sido una cadena de movimientos audaces.

Bajar la moral mediante duelos.

Desestabilizar las líneas traseras.

Y ahora, liberar un gigante para volcar todo el campo de batalla de un solo golpe.

¿Era obra de un genio estratégico?

¿O una estrategia temeraria que por pura suerte funcionó?

Marcus no lo sabía.

Los campos de batalla hablaban solo con resultados.

El éxito y la victoria eran lo único que importaba.

Si perdían aquí, sería por sus propios errores.

Mientras la ansiedad lo devoraba, Marcus soltó una carcajada involuntaria.

No era casualidad que lo apodaran el Maníaco de la Guerra.

En situaciones así, Marcus sentía cómo sus deseos, sus instintos más primarios, hervían.

El palpitar de su pecho bombeaba la sangre por todo su cuerpo como un carro de guerra desbocado.

‘Si logro un poco de impulso…’

Marcus no era del tipo que medía cuidadosamente cada movimiento. Era un jugador.

Pensar era trabajo de sus subordinados.

—Debemos retirarnos. Un solo gigante costará al menos todo un pelotón —dijo uno.

—Debemos reconocer la gravedad de la estrategia enemiga —añadió otro.

—Deberíamos reagruparnos y usar arqueros en lugar de la Compañía Tortuga…

Antes de que pudieran terminar sus sugerencias—

—¡En el flanco izquierdo! ¡Elfos y asesinos están matando a nuestros comandantes sin distinción!

¿Qué demonios…?

—¡En el flanco derecho! ¡Un escuadrón mercenario de al menos tamaño pelotón está desatado! ¡Son de rango excepcional!

Era el caos. Locura absoluta.

Aun así, el corazón de Marcus no titubeó.

‘No se siente como el final.’

Ignorando la mirada suplicante de su ayudante para retirarse, Marcus permaneció en silencio.

Cambio. Solo se necesitaba el más pequeño cambio.

Si los vientos de la fortuna giraban siquiera un poco…

Marcus tragó saliva y esperó. ¿Y si no cambiaba nada?

‘No, aún hay una oportunidad.’

Siempre, entre las masas, surgen individuos excepcionales. Debía haber alguno también entre los suyos.

Solo hacía falta una chispa para romper las olas estancadas.

Marcus creía que ese momento llegaría.

—¡Comandante! —gritó su ayudante desesperado. En ese instante, un mensajero llegó corriendo.

Desde lejos, gritaba con tanta fuerza que parecía que colapsaría del esfuerzo:

—¡Noticias urgentes! ¡Urgentes! ¡El gigante ha sido asesinado!

Cambio. El cambio que Marcus había estado esperando con el corazón en vilo.

Quién lo había hecho no importaba.

—¡Contraataquen! —rugió Marcus.

El momento del contraataque aliado había llegado.

Y él demostró sus excepcionales habilidades como comandante.

Marcus era, sin duda, un líder capaz.

El ejército de Naurilia se transformó en una tortuga que embestía.

Su formación giró en torno a la Compañía Tortuga de infantería pesada, creando una unidad circular de asalto.

Este era el tipo de batalla a gran escala que Marcus dominaba.

—

La muerte del gigante marcó el punto de inflexión.

Los vientos del cambio soplaron con fuerza en el campo de batalla, como un tifón que anuncia el paso del verano al otoño.

—¡A cargaaaar!

Junto a cada comandante de compañía, resonaron las voces potentes de los heraldos.

‘¡Bwooooo!’

Los cuernos señalaban el avance.

—¡Ataquen!

—¡Waaaaah!

—¡Aniquilen a todos!

—¡Mueraaan, bastardos!

Vel se unió a la refriega. Ver a Rem, el que había matado al gigante, y sentir el nuevo vigor de las fuerzas aliadas encendió una llama en su pecho.

Ya no sentía que pudieran perder esta batalla.

‘¡Thud!’

La infantería armada con lanzas cargó primero, apuñalando al enemigo como espinas.

‘¡Thwack!’

El batallón enemigo resistió con fuerza. Los soldados de Azpen eran resistentes, usando escudos y armaduras, y contraatacando con largas lanzas.

—¡Abran paso! —gritó alguien desde detrás de los lanceros aliados.

¿Duros? Tal vez. ¿Pero tan duros como ellos?

La Compañía Tortuga era el orgullo del 4.º Batallón del 4.º Regimiento de la División Ciprés.

Una unidad de élite que portaba el nombre de los caballeros: no era solo independiente, era el núcleo del ejército.

La Compañía Tortuga avanzó.

Su táctica era simple, y su estrategia aún más:

“Avanzar, destruir y romper.”

La infantería pesada ya no estaba a la defensiva; había pasado al ataque.

Sus pasos eran lentos pero firmes, cada uno cargado de un peso tremendo.

Si antes la vanguardia era como una fila de lanzas, ahora eran mazas: instrumentos contundentes diseñados para aplastar escudos y armaduras.

El arma principal de la infantería pesada solía ser la pica, pero para esta operación la habían sustituido por armas pesadas más adecuadas para embestir.

Vestidos con jubones acolchados, cota de malla y reforzados con guanteletes y grebas de acero, avanzaban como una sola masa.

A ojos de un espectador, parecía como si un bloque gigantesco de hierro cayera sobre el enemigo.

Los diez infantes pesados que encabezaban la carga alzaron sus largas mazas sobre sus cabezas.

Sus sombras se alargaban sobre el suelo manchado de sangre.

—Oh, demonios… —murmuró un soldado enemigo.

Las mazas descendieron al unísono.

El aire silbó con el golpe, chocando contra escudos, armaduras y lanzas mal levantadas.

‘¡Bang!’ ‘¡Crack!’ ‘¡Crash!’

Una sinfonía de madera astillándose y metal crujiendo resonó.

Fue el primer golpe de la carga.

Ningún soldado enemigo murió de inmediato: era un choque de formaciones.

Pero el verdadero problema vino después.

Las líneas de ambos ejércitos colisionaron, desdibujando sus fronteras.

Como el sol y la luna fundiéndose al amanecer, los soldados de ambos bandos luchaban desesperadamente por mantener sus líneas.

La infantería pesada de la Compañía Tortuga, ya fija en su posición, mostró toda su fuerza.

‘¡Crunch!’

Con el segundo golpe, un escudo se hizo añicos, esparciendo astillas por el aire.

Los ojos del soldado de Azpen que lo sostenía se abrieron con horror justo antes de que la maza regresara y aplastara su casco.

‘¡Thud!’

—¡Urgh!

Un casco de cuero no era rival para aquel impacto.

El soldado cayó, con el cráneo hundido de un solo golpe.

La infantería pesada avanzó sobre los caídos, sus botas de hierro triturando huesos y carne.

Para los que quedaban bajo sus pies, la muerte era el único destino.

—¡Avancen, un paso adelante!

El capitán de la infantería pesada mantenía la integridad de la formación.

Lento, metódico, el avance continuó, exprimiendo la vida del enemigo paso a paso.

No era una carga, ni una carrera: era un aplastamiento calculado.

Sin espacio para retroceder, el enemigo quedó acorralado.

—Aniquílenlos.

El capitán rebosaba confianza, y con razón. La marea había cambiado completamente.

Si esta batalla se hubiera basado en duelos de caballeros, tal vez habría sido distinta.

Pero el enemigo había jugado su carta oculta en vano.

Su arma secreta había sido contrarrestada por una aún más firme e implacable.

¿Quién hubiera imaginado que Rem, el llamado loco, no solo jugaría con el gigante, sino que lo mataría?

—¡Uwooooh!

Un grito de guerra atravesó el aire, encendiendo los ánimos. Soldados, con los ojos rojos de fervor, clavaban lanzas y blandían espadas.

Algunos incluso recogieron hachas y las lanzaron al combate.

Fue entonces cuando las tácticas de Marcus brillaron una vez más.

Tras usar a la infantería pesada para romper la formación enemiga—

—¡Fuego! ¡Fuego! ¡Dispárenles a todos!

Una fuerza auxiliar se movió para flanquear al enemigo: una unidad de infantería ligera de exploradores armados con arcos cortos.

Al frente iba un arquero excepcional que se había unido recientemente: Finn.

Finn entendió las intenciones de Marcus sin necesidad de palabras.

Las flechas llovieron, no para matar en masa, sino como un fuego constante e incesante.

—¡Tiren sus armas y ríndanse! ¡Si bajan la cabeza, no serán ejecutados!

Los gritos se repetían, amplificados por los heraldos en todo el campo.

Las fuerzas enemigas dispersas, ya desmoralizadas, comenzaron a retirarse.

Cuando se toparon con los exploradores de Finn, soltaron sus armas y alzaron las manos.

—¡No los maten! ¡Perdónenlos!

Finn se aseguró de que los rendidos fueran perdonados, y ese gesto tuvo un efecto profundo.

Uno tras otro, más soldados se arrodillaron y presionaron la frente contra el suelo.

El impulso de la batalla se había invertido por completo.

Habiendo matado al gigante, Rem se limpió las manos.

—Supongo que ya sudé lo suficiente.

Esto había sido divertido. ¿Y ahora qué? ¿Perseguir a los rezagados?

No le emocionaba.

No era por compasión, sino porque la batalla ya estaba ganada; perseguir a los derrotados era simplemente tedioso.

Escudriñó las filas enemigas, preguntándose si tendrían otro gigante oculto.

Pero no, no había nada.

Solo podía percibir la conmoción en el centro de mando enemigo.

—Están a punto de huir todos.

‘¿Ni rastro de hechicería?’

Nada.

La marea había girado. La batalla había terminado.

Esa fue la conclusión de Rem.

Buscó con la mirada a su líder de escuadrón.

—¿Dónde diablos se metió?

Murmuró irritado. Le había dicho expresamente que observara desde la retaguardia.

Pero no solo había desaparecido el líder, sino todo el escuadrón, incluido el gato callejero.

—Así que se fue con uno de ellos, ¿eh?

‘¿Eh?’

Un sentimiento de molestia le recorrió el cuerpo.

—¡Uwooooh! ¡Larga vida al Escuadrón Loco!

—¡Larga vida a Rem!

Los gritos de alabanza resonaron a su alrededor, celebrando su victoria sobre el gigante.

Cada soldado que pasaba lo vitoreaba.

El loco del batallón había matado al gigante sediento de sangre que aterrorizaba el campo de batalla.

Y lo hizo de forma espectacular.

Cuando el gigante blandió su martillo, Rem le dio una patada en el muslo, le destrozó los dedos a puñetazos, luego saltó y giró en el aire.

Una patada giratoria destrozó la mandíbula del gigante.

Después, tomó una lanza al azar y la hundió desde la mandíbula hasta atravesarle el cráneo, creando una grotesca obra de arte.

El gigante caído parecía una escultura,

Y Rem, frente a él, se veía como un héroe salido de una leyenda.

Al fin y al cabo, los gigantes eran los villanos arquetípicos de muchas historias.

Las ovaciones eran naturales.

—¡Cállense!

A pesar de las alabanzas, Rem gritó furioso.

Su voz fue tan fuerte que todos callaron al instante.

Solo entonces recordaron su apodo, tan claro como la luna:

“Solo un loco.”

Un loco que rugía sin razón.

Un loco que se enfurecía y causaba caos de la nada.

—¿Dónde está nuestro líder de escuadrón?

Alguien levantó la mano y señaló en una dirección.

Allí estaba Encrid, sosteniendo dos hachas.

Ya se dirigía hacia ellos, y pronto Rem, Ragna y Encrid quedaron frente a frente.

—Te dije que te quedaras mirando…

—Encontré esto en el camino.

Encrid interrumpió y lanzó las hachas.

‘¡Thud, thud!’ Cortaron el aire y Rem las atrapó sin esfuerzo.

—¿Eh?

El agarre y el peso eran excelentes.

Probó las hachas en sus manos; se sentían incluso mejores que las anteriores.

Armas bien cuidadas, teñidas de sangre, y de excelente calidad.

Desde el balance hasta el filo, todo era perfecto.

—¿Fuiste por esto porque mis hachas se rompieron?

Un rodeo innecesario, pero mientras cumpliera el propósito…

Encrid conocía bien a Rem.

—Sí.

Asintió.

En realidad fue una coincidencia, pero si eso calmaba al sanguinario Rem, tanto mejor.

El aura letal de Rem se disipó un poco.

El aire se volvió más ligero.

—¿Entonces viste la pelea?

—La vi. Vi cómo un hacha detuvo al gigante y ganó con pura fuerza.

Mientras Encrid hablaba, Rem lo miró fijamente a los ojos.

Las hachas no importaban.

Lo que importaba era el fuego en la mirada de Encrid: una llama que solo podía describirse como pasión, deseo y una voluntad indomable.

Era un peregrino caminando su propio sendero, derramando sangre en busca de su sueño.

Eso bastaba para Rem.

Por eso le agradaba Encrid.

—Bien.

Rem sonrió.

Encrid también.

Sus sonrisas eran distintas, pero extrañamente similares.

Ragna, observando desde un lado, murmuró:

—Por lo menos envainen las espadas primero.

De pronto, Jaxson apareció detrás de Ragna, sin emitir sonido alguno.

—Cuando tus sentidos se agudizan y se abre la Puerta del Sexto Sentido, ¿qué sigue? Refinamiento, segmentar tu entrenamiento, aprender a reaccionar. Hay mucho que hacer.

Encrid lo miró en silencio, preguntándole con los ojos:

‘¿Qué significa todo eso?’

Pero Jaxson no respondió.

—La próxima vez.

Parecía más hábil para cortar conversaciones que

Ragna.

—¿Este tipo otra vez metiéndose donde no lo llaman? —gruñó Rem, molesto.

Pero antes de que el intercambio se agravara, Audin también regresó.

—¡Ja! ¡Nuestro gigante loco es más fuerte!

El grito triunfante de Audin retumbó.

Sí, su bando también tenía un gigante loco, cubierto de sangre pero sonriendo con serenidad.

El modo en que la sangre goteaba de sus mangas mientras sonreía tan inocente… ¿era una técnica o pura locura?

—¿Conoces el principio del estilo Valaf de combate cuerpo a cuerpo? —preguntó con alegría.

Audin no era diferente.

La mirada de Encrid se encontró con la del gigante loco, que le devolvió una sonrisa brillante.

—¿En serio? ¿Ahora todos se meten? —refunfuñó Rem.

Cada uno de ellos emanaba un aura feroz, lista para desatarse en cualquier momento.

Encrid, observando aquella escena caótica, intervino para calmarlos.

Allí, en medio del campo de batalla, esos hombres, en lugar de pelear, se preocupaban por enseñarle.

Eran, sin duda, los héroes más destacados de esa jornada.

Mientras Encrid apaciguaba al grupo de locos héroes, preguntó:

—¿Y los demás?

Al mirar alrededor, notó que Andrew y el resto del escuadrón no estaban.

—Se los llevó la corriente hacia adelante —respondió Rem con frialdad.

Prev
Next
Novel Info

MANGA DISCUSSION

Deja una respuesta Cancelar la respuesta

You must Register or Login to post a comment.

Apoya a este sitio web

Si te gusta lo que hacemos, por favor, apóyame en Ko-fi

© 2024 Ares Scanlation Inc. All rights reserved

Sign in

Lost your password?

← Back to Ares Scanlation

Sign Up

Register For This Site.

Log in | Lost your password?

← Back to Ares Scanlation

Lost your password?

Please enter your username or email address. You will receive a link to create a new password via email.

← Back to Ares Scanlation

Premium Chapter

You are required to login first