Amar al hombre más guapo de la capital - Capítulo 314
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- Capítulo 314 - Maldición de Infertilidad
Luo Feng estaba asombrado. Pensó que Zheng He preguntaría primero por el precio. Nunca imaginó que ese tipo le entregaría directamente una tarjeta para pagar las 500 monedas espirituales, cinco veces más de lo que originalmente pensaban cobrar.
Pero ya que Zheng He había ofrecido el dinero, naturalmente no lo rechazaría.
—Está bien —respondió Luo Feng.
—Perfecto. Esta es mi tarjeta de monedas espirituales. Si el Maestro Long cura a mi esposa, le daré más monedas como muestra de gratitud —dijo Zheng He.
—Muy bien, pero que quede claro: no habrá reembolsos si el Maestro Long no logra curarla —dijo Luo Feng con expresión tranquila.
No había forma de que Mu Yun devolviera el dinero una vez cobrado.
—… Está bien —aceptó Zheng He con algo de esfuerzo.
Como dice el dicho: “El que no arriesga, no gana”. Además, no tenía muchas más opciones…
—Pasen, entonces —dijo Luo Feng, haciéndose a un lado.
—Gracias —dijo Zhang Hong, entrando con Zheng He y siguiendo a Luo Feng hacia el fondo de la sala.
—Tomen asiento. Iré a avisarle al Maestro Long que ya llegaron —dijo Luo Feng, acercándose a la puerta de una habitación.
—Ya vinieron. Uno de ellos parece conocernos… bueno, a quienes estamos fingiendo ser. Por suerte, tengo la misma apariencia que usó el Sr. Shu en su momento, si no, ese tipo no me habría reconocido tan rápido.
Mu Yun se mostró intrigado.
—Qué coincidencia, ¿no? ¿Quién es ese tipo? ¿Lo conocemos?
—No lo creo —respondió Luo Feng, tras pensar un momento.
Mu Yun reflexionó un poco y luego dijo:
—Es bueno que uno de ellos haya tenido trato con nosotros antes. Eso hará más fácil ganarnos la confianza de Zheng He. Déjalos esperar ahí afuera media hora.
—Entendido.
Luo Feng dio media vuelta, salió de la habitación y les dijo a los dos hombres:
—El Maestro Long está cultivando. Me temo que tendrán que esperar un rato.
—Está bien. Esperaremos lo que sea necesario —respondió Zheng He.
Luo Feng les sirvió una taza de té a cada uno y se retiró.
Ya que Luo Feng desapareció de su vista, Zhang Hong le dijo a Zheng He:
—El hombre que vimos hace rato es el mismo que conocí en el Pueblo Baogong. ¡No hay duda de que el Maestro Long está en esa habitación!
—Genial. De verdad espero que tenga una forma de curar a Ying —respondió Zheng He con esperanza.
Conversaron durante unos treinta minutos, cuando Luo Feng reapareció y preguntó:
—¿Cuál de ustedes quiere ver al Maestro Long?
—¿Podemos entrar los dos? —preguntó Zhang Hong. Sólo quería confirmar si quien estaba adentro era realmente el Maestro Long. Además, como él fue quien llevó a Zheng He, sentía que debía hacerse responsable.
—Está bien —respondió Luo Feng, guiándolos hacia la habitación sin decir nada más.
Era una sala muy amplia, en cuyo centro estaba sentado un anciano huesudo y canoso, de espaldas a ellos.
Cuando Luo Feng se acercó y le susurró algo al oído, el anciano se puso de pie y se dio la vuelta.
Al ver el rostro de Mu Yun, Zhang Hong cayó de rodillas y exclamó:
—¡Maestro Long, de verdad es usted! ¡Me alegra tanto volver a verlo!
Mu Yun abrió los ojos para observarlo. Tras buscar un momento en su memoria, recordó quién era ese hombre.
—¿Eres el tipo que conocí en Pueblo Baogong? ¿Aquel discípulo de la Secta Yiyan?
—¡Sí, ese era yo! Tiene una memoria asombrosa, Maestro Long. No pensé que aún me recordaría —dijo Zhang Hong, emocionado.
—Parece que ahora eres mucho más fuerte. Con razón mi asistente no te reconoció —dijo Mu Yun con tono sereno. Por dentro, él también estaba sorprendido. Nunca imaginó encontrarse en este lugar con alguien a quien había ayudado antes. Ahora las cosas serían más fáciles.
Zhang Hong sonrió, algo avergonzado.
—Cambié de método de cultivo tras alcanzar un nivel más alto, y he estado entrenando con más intensidad. Por eso he progresado.
Mu Yun asintió y preguntó:
—¿Eres tú o el caballero que te acompaña quien necesita mi ayuda esta vez?
Al principio, había temido que Zheng He fuera desconfiado y no confiara tan fácilmente. Pero ahora parecía que se había preocupado de más.
—Es mi amigo. Su nombre es Zheng He —respondió Zhang Hong, mirando a Zheng He—. Señor Zheng, será mejor que usted mismo le cuente al Maestro Long.
Zheng He asintió, hizo una reverencia con las manos juntas y comenzó:
—Por favor, Maestro Long, salve a mi esposa. Por alguna razón desconocida, su rostro empezó a desfigurarse y su salud se ha ido deteriorando también. He buscado ayuda en muchos maestros, pero ninguno ha logrado curarla. Escuché que usted posee poderes milagrosos, que puede ayudar a un cultivador a romper su cuello de botella en minutos, así que vine aquí a probar suerte. Por favor, Maestro Long, ayude a mi esposa. ¡Pagaré cualquier precio que me pida!
Mu Yun lo observó y dijo:
—Por el fuerte olor a sangre que emana de ti, es evidente que alguien cercano a ti está sangrando con frecuencia, y sus heridas están supurando. Su situación es realmente crítica.
—¿¡Tiene una solución, Maestro Long?! —preguntó Zheng He de inmediato.
Mu Yun reflexionó unos momentos antes de responder:
—Primero necesitas traer a tu esposa aquí. Necesito examinarla en persona para poder asegurarte algo.
Zheng He vaciló. Todos los demás maestros que había contratado habían ido a su casa a revisar a su esposa. Además, ella no salía desde hacía mucho tiempo por la condición de su rostro.
—Maestro Long, ¿podría venir a mi casa? Mi esposa… me temo que no está dispuesta a salir. Su rostro está cubierto de llagas supurantes.
Antes de que Mu Yun pudiera responder, Luo Feng intervino:
—El Maestro Long no hace visitas a domicilio. Si quieres su ayuda, tráela tú aquí.
Zheng He guardó silencio por un momento antes de decir:
—Lo intentaré.
Cuando él y Zhang Hong salieron de la casa, Zheng He preguntó:
—¿Este Maestro Long es realmente confiable?
—Se lo garantizo, señor Zheng. Es absolutamente confiable. Además, ¿por qué no intentarlo si hay una posibilidad real de éxito? Ying está en estado crítico —respondió Zhang Hong.
Zheng He reflexionó y dijo:
—Buscaré la forma de convencerla de venir conmigo.
Al regresar a la Villa Jardín, Zheng He se acercó a la puerta del dormitorio, y justo cuando iba a abrir, esta se abrió sola, revelando a su esposa, que no se levantaba de la cama desde hacía meses, ahora de pie, vestida.
Zheng He la miró sorprendido.
—Ying, al fin saliste de la cama.
Liu Ying llevaba un velo. Al ver el brillo de alegría en los ojos de su esposo, sonrió.
—Zhang Hong vino a verte, y escuché que estaban hablando de buscar a ese Maestro Espiritual. A esta hora deberías estar afuera, pero regresaste, así que supuse que encontraste a otro maestro.
Durante los últimos meses, cada vez que Zheng He regresaba a una hora inusual, lo hacía acompañado por algún médico famoso. Así que al oír el auto acercarse, se había preparado de inmediato.
—Sí encontré a alguien. Es el mismo Maestro Espiritual que ayudó a Zhang Hong en el pasado. Pero quiere que te lleve a su casa para examinarte —dijo Zheng He, visiblemente preocupado.
Liu Ying entendió la razón de su preocupación. Recordó cómo su esposo había evitado herir sus sentimientos durante meses, y eso la conmovió. Ella sentía que no le quedaba mucho tiempo. No quería morir en esa habitación. No quería morir en sus brazos cubierta de llagas.
Quería dejarle los mejores recuerdos posibles.
—Está bien. Hace tiempo que no salgo. Tal vez un poco de aire fresco me venga bien —respondió Liu Ying, sorprendiendo a Zheng He.
—Ying, ¿de verdad quieres salir conmigo? —preguntó emocionado.
—Sí. ¿Te avergüenza que te vean conmigo así? —preguntó, tocando el velo que cubría su rostro.
—Por supuesto que no. No me importa lo que piensen los demás. Vamos, Ying. ¡Te llevaré con el maestro! —Zheng He tomó rápidamente su mano, la llevó al auto, abrió la puerta y la ayudó a subir.
Media hora después, el auto se detuvo frente a la casa que Mu Yun y Luo Feng habían rentado hace poco. Zheng He ayudó a su esposa a bajar del vehículo.
Zhang Hong los esperaba en la puerta. Al ver a Liu Ying, se acercó y dijo:
—Ying.
—Hong, ha pasado tanto tiempo —lo saludó con una sonrisa.
La puerta se abrió. Luo Feng los observó desde el umbral y dijo:
—Ya llegaron. Pasen.
—Gracias, Sr. Bai —respondió Zhang Hong.
Los tres entraron a la casa y caminaron hasta la misma sala de cultivo, donde Mu Yun estaba junto a la ventana, contemplando el paisaje. Al oír pasos detrás de él, se giró y al ver a Liu Ying preguntó:
—¿Acaso no sabías que alguien te lanzó una maldición?
—¿¡Una maldición?! —exclamaron Liu Ying y Zheng He al unísono, como si no pudieran creer lo que oían.
Mu Yun se acercó y colocó la mano sobre la cabeza de Liu Ying. Segundos después, una espesa humareda emergió de su coronilla.
Desde una corta distancia, Zhang Hong quedó pasmado.
¿¡Eso no era una Maldición de Muerte?! ¡El Maestro Long había detectado una Maldición de Muerte! ¡Esa capacidad de discernimiento era increíble!
Zheng He también quedó paralizado. Al presenciar esa escena, al fin se convenció del poder del maestro.
Una Maldición de Muerte, una vez ejecutada con éxito, era prácticamente indetectable, y su víctima tenía la muerte casi asegurada.
Con los puños apretados, observó lo que ocurría frente a él, sin poder creer que su esposa había sido víctima de una maldición… ¡una Maldición de Muerte!
Al notar que Zheng He ya había comprendido la causa de los males de su esposa, Mu Yun retiró la mano y dijo:
—Veo que creen que esto es una Maldición de Muerte. Pero están subestimando la complejidad del asunto.
—¿Entonces no es una Maldición de Muerte? —preguntó Zheng He, confundido.
Mu Yun negó con la cabeza.
—Sí y no. Si tu esposa no estuviera embarazada, esta maldición habría surtido el efecto normal de una Maldición de Muerte. Pero como sí está embarazada, la maldición se transformó en una Maldición de Infertilidad.
Las palabras de Mu Yun cayeron sobre Zheng He como una bomba. Su rostro se oscureció al instante.
Todos sabían qué era una Maldición de Infertilidad.
¡Alguien había intentado usar esa maldición para cortar de raíz la línea de sangre de la familia Zheng!
Con razón nadie había podido identificar la causa antes. La Maldición de Infertilidad era un hechizo tan perverso como la Maldición de Muerte. Si el conjurador la ocultaba, nadie podía descubrirla.
Al recordar los numerosos fracasos de los maestros anteriores, Zheng He pensó en una posibilidad.
—¿Mi esposa lleva encima algo que haya ocultado la maldición?
Pero Mu Yun lo miró con una expresión peculiar y respondió:
—Ella no… pero tú sí.
—¿¡Yo!? —Zheng He, atónito, bajó la mirada de inmediato para revisar sus pertenencias, sin tener idea de cuál de ellas era el objeto al que Mu Yun se refería.
Zheng He estaba perplejo, cuando notó que Mu Yun señalaba un punto en su cuerpo…